Visita de Francisco Guerrero a la iglesia del Santo Sepulcro (1588)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

Francisco Guerrero estuvo cuatro días alojado en las estancias que los franciscanos tenían en el interior de la iglesia del Santo Sepulcro, cuyos emblemáticos lugares recorrió procesionalmente y en solitario en varias ocasiones, oficiando misa en el recinto que se encontraba justo encima del Santo Sepulcro.

Palabras clave

misa , procesión , maitines , himno , oficio divino , antífona , cartografiando Francisco Guerrero , Itinerario del viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero , Francisco Guerrero (compositor, maestro de capilla) , clerecía , sacerdote ortodoxo georgiano , sacerdote ortodoxo jacobita , sacerdote ortodoxo griego , sacerdote ortodoxo armenio , sacerdote ortodoxo etíope , sacerdote maronita


En este artículo del proyecto “Cartografiando los sentidos en El Viaje de Jerusalén de Francisco Guerrero (Sevilla, 1592)”, me centraré en la narración que el compositor hace de su visita a la iglesia del Calvario y Santo Sepulcro, punto culminante de la peregrinación a Tierra Santa, a la cual dedica gran parte del capítulo 7 (fols. 56r-67v). Aunque las referencias musicales que Guerrero hace en su libro son, desafortunadamente, muy escasas y, en general, poco precisas, en el capítulo 3º ya anticipa un importante elemento común de ese paisaje sensorial que se repetiría en los distintos espacios sagrados que visitaría en los Santos Lugares: “Es de saber que para todos los sanctuarios que se andan en toda la Tierra Sancta, lo primero que se hace es decir un himno y antíphona y verso y oración, que para toda se lleva libro desto, y después que se ha rezado un Pater noster y un Ave María, se nos dice el misterio de aquel lugar” (fols. 27v-28r).

La iglesia del santo Sepulcro y Calvario estaba siempre cerrada, por lo que se tenía que concertar su visita con el gobernador de la ciudad. Guerrero entró en ella un jueves por la tarde, en compañía de otros seis peregrinos. En la puerta, estaban el gobernador con un escribano y el portero; acudieron también el guardián, otros frailes [franciscanos] y un cristiano del convento, llamado Ana, que hizo de intérprete, ya que hablaba árabe y italiano. Guerrero mintió en su nombre, diciendo llamarse Alberto: “porque pareciese nombre tudesco y no español, que es cosa peligrosa que sepan que somos españoles, porque piensan que somos espías, y nos toman por esclavos, y con hablar italiano los aseguramos de esta sospecha” (fol. 57r). La peculiar sonoridad de los idiomas que hablaban los peregrinos o los distintos personajes con los que se cruzaron y los propios de cada una de las localidades por las que pasaron, como se verá en diferentes artículos de este itinerario, fue uno de los elementos recurrentes más destacados del paisaje sonoro de cada una de las etapas de este viaje. Para su visita a la iglesia del santo Sepulcro y Calvario tuvo que pagar una considerable cantidad de dinero, nueve cequíes de oro equivalentes a 135 reales (4.590 maravedís). Como es lógico, las monedas constituyen, igualmente, un significativo elemento a tener en cuenta en la vertiente sensorial táctil, y a ellas se refiere Guerrero con frecuencia a lo largo de toda la narración.

En el transcurso del capítulo 7º, el compositor va describiendo minuciosamente todo el lugar, donde dice “no puede estar la vista un momento ociosa” (fol. 57v), haciendo referencia a iconos, objetos muebles, decoración y revestimiento de superficies, etc, así como a otras de naturaleza táctil. Comenta que en Jerusalén hay cristianos:

“Latinos, griegos, armenios, gorgios [= georgianos], jacobitas, abisinos [etíopes], surianos [siríacos] [y] maronitas. De cada una destas naciones hay dos o tres religiosos repartidos por las capillas de esta sancta iglesia, los cuales dicen el oficio divino cada uno a su modo y lengua y tienen cuidado de sus lámparas que estén encendidas y limpias” (fols. 58v-59r).

De esta cita, puede inferirse el misceláneo paisaje sensorial de este laberíntico complejo sacro cuando en él celebraban las distintas facciones cristianas sus variadas liturgias, las cuales se fusionarían, en mayor o menor grado, creando un cierto grado de confusión y disonancia.

La estancia de los frailes franciscanos era la mejor de todo el recinto, ya que tenía refectorio y dormitorio para alojar a treinta personas. Los peregrinos pasaban en ella varios días, comiendo y durmiendo; en el caso de Guerrero y sus compañeros, estuvieron allí alojados cuatro días. Una vez dentro, podían visitarse los distintos “santuarios” a cualquier hora, ya que eran comunes y estaban abiertos permanentemente, tanto de día como de noche, iluminados con gran cantidad de lámparas.

Guerrero relata con todo lujo de detalles el itinerario “procesional” que hicieron en su interior, el cual recorrió en diversas ocasiones durante esos cuatro días de su estancia en esta iglesia. En las distintas estaciones, su educada voz de contralto destacaría en la interpretación de los cánticos litúrgicos y devocionales, así como durante el servicio de la misa de la Resurrección que tuvo la oportunidad de celebrar en la iglesia del Santo Sepulcro:

“Comenzamos nuestra procesión peregrinos y frailes en esta sancta iglesia, con velas encendidas, cantando el himno y antíphona del santuario que vamos a visitar, y llegando el que va vestido de preste nos dice el misterio que allí pasó, con la indulgencia que se gana.

Fue la primera estación una capilla que se dice la cárcel de nuestro Salvador, en la cual estuvo en tanto que los judíos esperaban que la cruz y el lugar donde ponella fuese aparejado.

Pasando más adelante visitamos una capilla en la cual los soldados que prendieron a Cristo echaron suertes sobre sus vestiduras.

Pasando más adelante, entramos por una puerta y bajando treinta escalones llegamos a la capilla de sancta Helena, madre del emperador Constantino, donde está una silla de piedra junto a un altar en que ella se sentaba mientras iban cavando más abajo buscando la cruz.

Aquí, en esta silla de sancta Helena, hay muchas indulgencias. Bajamos otros once o doce escalones, los cuales son de la misma peña del monte Calvario donde sancta Helena halló la cruz de Cristo nuestro Redemptor, y el título y clavos, y las demás cruces de los ladrones; llámanse estas capilla la Invención de la Cruz. Están muy bien fabricadas y muy espaciosas, aunque están debajo de tierra que corresponde al Calvario.

Salidos desta capilla, visitamos otra donde está un pedazo de una columna donde Cristo estuvo asentado cuando los ministros de Pilato, después de haberle azotado, le coronaron de espinas. De aquí fuimos a visitar el sagrado monte Calvario; subimos a él por diez y nueve escalones, que parece que entramos en el cielo. Estando en lo alto, vimos una capilla que son dos estancias a modo de tribuna, que corresponde a la primera nave de la iglesia. En la primera es el lugar sacratísimo donde fue el hijo de Dios ensalzado en la cruz. En este lugar está el agujero donde estuvo la Santa Cruz fijada; tiene un brocal de plata, y poniendo en él los ojos y boca, lo adoramos y besamos como santuario tan admirable. Dentro de este precioso agujero pusimos los brazos desnudos; terná de hondura como tres palmos. A los lados están señalados los lugares de las cruces de los ladrones, que me parece que tocaban una cruz con otra. Hay entre la cruz de Cristo y el mal ladrón un abertura en la peña de siete palmos en largo, y más de uno en ancho, que llega a lo bajo de la Invención de la Cruz; ésta se hizo cuando Cristo nuestro Redemptor expiró. En la otra parte de la capilla, a tres pasos, es el lugar donde Cristo fue enclavado, estando la cruz en el suelo, y de allí le levantaron y pusieron en el lugar que está dicho.

Hay una señal de muchas labores de jaspe y mármol donde pasó este misterio. Esta capilla que se dice de la Crucifixión, y la parte donde fue levantado, toda está cubierta de hermosísimo mármol y jaspe de muchas labores, y el techo todo es de mosaico, donde están colgadas más de cincuenta lámparas de todas las naciones cristianas. Decimos misa en la parte de la Crucifixión, que se divide con una cortina del lugar do estuvo fijada la cruz. Dijímosla el viernes siguiente del día que entramos; fue de la Pasión según san Juan. No se puede decir la grande devoción que allí se halla, considerando que todo lo que en el Evangelio decimos, se obró en aquel santísimo lugar.

La parte donde nuestro Redemptor fue enclavado está a cargo de los frailes franciscos. La parte do estuvo crucificado está al de los frailes que se llaman gorgianos; estos son en extremo devotísimos, que no se quitan de este sagrado lugar, rezando y cantando; son sanctísimos varones de gran abstinencia y pobreza. Esta estancia del sacro monte Calvario es tan agradable y devota para el alma y el cuerpo, que no cansa estar en ella, que parece que estamos en el Paraíso.

Muy bien parecían aquí cantando algunos discretos músicos las lamentaciones de Jeremías, mirando y considerando el Calvario y Sancto Sepulcro, porque ambas cosas se pueden ver juntas.

Bajando deste sacro lugar, llegamos al medio de la nave primera que ya hemos dicho, a una losa grande pegada en el suelo, cercada de una reja de hierro de un palmo en alto, y encima están colgadas ocho o nueve lámparas de todas las naciones. Este lugar es donde Cristo nuestro Redemptor fue ungido para sepultarle por sus devotos siervos Nicodemus y José Abarimathia [= de Arimatea], en presencia de la Virgen nuestra Señora y de las demás sanctas mujeres, y de su amado discípulo sant Juan. Este sancto lugar está enfrente de la puerta de la iglesia, y por la ventana que en ella hay se ve, y los de fuera hacen oración y ganan las indulgencias que en ella hay.

De aquí al Sancto Sepulcro habrá como cuarenta pasos hacia el poniente dentro de esta sancta iglesia. Esta inestimable reliquia tienen a cargo nuestros frailes, y solos los latinos decimos en él misa. La forma del Sancto Sepulcro es ésta: Antes de la entrada hay una capilla pequeña cuadrada, donde cabrán diez o doce personas, y en medio de ella está una piedra de dos palmos en alto y otros dos de grueso.

En esta piedra se dice que el ángel estaba sentado cuando hablo a las Marías, diciéndoles como ya era resucitado nuestro Salvador. Por esta capilla se entra a otra tan pequeña que la puerta será de cuatro palmos en alto y tres de ancho. A la mano derecha está el Sancto Sepulcro de nuestro Salvador, donde estuvo su sanctísimo cuerpo y adonde resuscitó. Es un altar como un arca, cubierto con una losa de mármol. Sobre este preciosísimo Sepulcro decimos misa, y no cabe más del sacerdote y el que ayuda. El vacío nadie lo ve, empero lo de encima todos lo gozan y tratan con sus manos, y boca, y ojos.

Encima de este sanctísimo Sepulcro arden muchas lámparas de todas las naciones. Aquí dije misa por la misericordia de Dios, y el oficio della fue de la Resurrección, que fue de grande alegría para mí cuando decía en el Evangelio Surrexit non est hic, ecce locus, ubi posuerunt eum. Señalando con el dedo el lugar donde estuvo nuestro Salvador. Ciertamente digo que mueve grandemente esta representación tan verdadera.

Esta capilla del sancto Sepulcro, aunque es por de dentro cuadrada, por de fuera es redonda, cubiertas las paredes de mármol.

Encima está un capitel de columnas muy bien labrado, que hace por de fuera muy buena vista; está en medio de un circuito de grandes columnas sin tocar a ninguna parte. El cimborrio de la iglesia que le corresponde es una media naranja de madera de cedro muy antigua. Y en medio hay una grande abertura como corona, por donde entra la lumbre a todo lo bajo. A la una parte de lo alto está el retrato de sancta Helena, y de la otra el del emperador Constantino, su hijo, de rico mosaico muy antiguo, y otras figuras de sanctos, que casi no se parecen de muy mal tratadas de la antigüedad del tiempo.

Salidos de este santísimo lugar, como diez pasos a mano siniestra, están dos piedras redondas de mármol en el suelo, la una apartada de la otra como tres pasos; en la una estuvo Cristo nuestro Redemptor después de resucitado, y en la otra María Magdalena cuando le apareció en figura de hortelano y le dijo Noli me tangere. De allí nos entramos en la capilla y coro de nuestros frailes franciscos, la cual dicen que es donde nuestro Redemptor, después de resucitado, apareció a su santísima madre. A la entrada de esta capilla está en la pared, dentro de una reja que podemos llegar los dedos, un pedazo de la columna en que Cristo fue azotado. Con esta estación acabamos lo de esta sanctísima iglesia. Y en los cuatro días y noches que allí estuvimos encerrados reiteramos muchas veces estas estaciones a solas y en procesión. A la media noche es gran contento oír a todas estas naciones decir maitines, y a cada uno en su lengua y canto” (fols. 60v-67v).

Fuente:

Guerrero, Francisco, El viaje de Hierusalem. Sevilla: Juan de León, 1592, fols. 56r-67v

Bibliografía:

Asenjo Sedano, Julio. “En torno al Viaje de Jerusalén de Francisco Guerrero”. En Maravillas, peregrinaciones y utopías. Literatura de viajes en el mundo románico, editado por Rafael Beltrán. Valencia: Universidad de Valencia, 2002, 113-50.

Creado: 08 Oct 2019
Modificado: 31 Mar 2023
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "Visita de Francisco Guerrero a la iglesia del Santo Sepulcro (1588)", Paisajes sonoros históricos, 2019. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1029/jerusalen.
Recursos

Iglesia del Santo Sepulcro

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Iglesia del Santo Sepulcro (información adicional)

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Plano de la iglesia del Santo Sepulcro. Alain Manesson Mallet (1683)

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El viaje de Jerusalén. Francisco Guerrero

Prólogo. El viaje de Jerusalén. Francisco Guerrero (audiolibro)

Vexilla regis. Francisco Guerrero

Procesión de la Iglesia Armenia en la iglesia del Santo Sepulcro de Jesrusalén