Procesión con el Santo Sacramento al nuevo templo de los trinitarios descalzos en Málaga (1715)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
El 21 de septiembre de 1715, tuvo lugar la procesión del traslado de Santo Sacramento al nuevo templo de los trinitarios descalzos en Málaga. Una numerosa comitiva, en la que se intercalaban cuatro danzas, acompañaba a las imágenes titulares y a la custodia. La capilla musical de la catedral fue la encargada de solemnizar con sus voces e instrumentos este evento. La jornada festiva terminó con la quema de un castillo de fuegos artificiales y otros dispositivos pirotécnicos.
Palabras clave
procesión , tañido de campanas , dispositivos pirotécnicos , pregón , música en las calles y plazas , arquitectura efímera , fiesta de dedicación o reapertura de una iglesia , salva de artillería , Te deum laudamus (himno) , Orden de los trinitarios descalzos , Orden de los trinitarios calzados , clarinero , atambores / tambores , gentío , nobleza , clerecía , capilla musical de la catedral , tañedor de chirimía , ministriles
Los trinitarios descalzos se asentaron en Málaga, de forma efectiva, en 1654. Al igual que la Orden mercedaria, su principal cometido era la liberación de cautivos cristianos, por lo que su establecimiento en esta ciudad, “quassi a las puertas de Ceuta”, facilitaría y abarataría su misión. Las acciones para la construcción del nuevo templo se iniciaron en 1677, pero fue en 1699 cuando comienza el proceso de edificación, colocándose la primera piedra el 8 de septiembre de 1700, con diversos festejos en los que no faltaron los sonidos de “clarines, campanas, cohetes y música”. El arquitecto encargado de su construcción fue fray Miguel de los Santos, hermano lego trinitario. Las obras se finalizaron en 1715, procediéndose a su bendición en el mes de septiembre. Los actos que tuvieron lugar durante la inauguración del nuevo edificio son recogidos en la relación escrita por fray Lucas de la Purificación Octavario sacro de las solemnes y sumptuossas fiestas... en la traslación del SSmo. Sacramento a su nueva iglesia dedicada... Maria SS. De Gracia... (Málaga: Juan Vázquez Piedrola, 1716). Dado lo prolijo de la descripción y la diversidad de actos celebrados durante el octavario que duraron las fiestas lo dividiré en dos eventos distintos, este primero dedicado a la procesión del traslado al nuevo templo del Santísimo Sacramento y un segundo evento en el que daré cuenta de los actos litúrgicos y festivos que se desarrollaron en días sucesivos.
Antes de comenzar la narración de los festejos, el cronista describe con detalle el nuevo edificio y sus principales elementos ornamentales, lo cual nos permite hacernos una idea de su fábrica. Desamortizado en 1821, este cenobio trinitario, conocido como “el conventico”, fue trasformado para ser objeto de distintos usos. En 1869, se trasladó a una parte de su recinto la Sociedad Filarmónica de Málaga. Un voraz incendio lo consumió en 1901, llevándose a cabo la demolición de los últimos restos que quedaron en pie en 1902.
Como era habitual, se pregonaron por la ciudad, “con tambores y clarines”, los festejos que tendrían lugar para la inauguración del templo y el traslado a su recinto del Santísimo Sacramento. Estos se concretaban en tres días “de fiestas reales... a que se añadieron otros festejos de forma que se llenassen los dias de la octava”.
El sábado, 21 de septiembre, tuvo lugar la procesión del traslado del Santísimo Sacramento y de las imágenes titulares al nuevo templo. Para ello, previamente, se procedió al exorno del edificio y de los patios del convento, así como de las calles por las que trascurriría la comitiva. En la iglesia, ramos de seda, candeleros de plata, una profusa iluminación, cuadros y espejos con lujosos marcos y todo tipo de telas adornaban el retablo y las capillas. En el patio, plantas y fuentes se integraban con otros elementos para crear diversos escenarios efímeros.
Los preparativos se hicieron en la estancia que, en ese momento, servía de portería al convento, “por ser sus puertas más capazes, para las Sagradas Imagenes”, y en un patio adyacente, ya que no cabían todas en la portería. La procesión, a la que acudieron los padres trinitarios calzados, salió de la portería a las cuatro de la tarde, “quando se dio principio al solemnissimo triunfo con dos clarines, que con sus vozes, iban no solo abriendo passo, quanto pidiendo en todos las admiraciones”. En la comitiva iba lo más granado de la élite malagueña. Las imágenes que procesionaron fueron un ángel, vestido con el hábito trinitario, con dos cautivos encadenados, de rodillas, a sus pies, “uno moro y otro cristiano”, los santos trinitarios San Juan de Matha y San Felix de Valois, la imagen de Santa María de Gracia, en unas andas de carey y nácar, y la imagen de Jesús Nazareno Cautivo. Iban acompañadas por miembros de las comunidades trinitarias y de un grupo de niños vestidos de cautivos. Cerraba la comitiva la custodia con el Santísimo Sacramento, portada en unas andas de plata, “a quien la musica de la Santa Cathedral Iglesia incesantemente aplaudia con sus vozes e instrumentos”. Repartidas por toda la procesión, iban “quatro danzas, que ayrosamente con sus concertados lazos alegraban el numeroso concurso nunca visto mas grande en esta Ciudad”.
El recorrido se había adornado con numerosos arcos y altares, con sus correspondientes elementos simbólicos, iconográficos y textuales. El primero estaba muy próximo, en el “sitio de las quatro esquinas”, una de ellas la nave de la nueva iglesia conventual. Prosiguió la procesión “la calle que mira a la nave de las capillas y atravesando la Plaçuela del meson de Velez, entraba en la calle de la roperia vieja [conocida también como Esparteros]”, toda cubierta de ricas telas, cuadros y espejos, al final de la cual los vecinos habían construido un segundo arco. Tras cruzar el arco, se llegaba “a una plaçuela dilatada, que es donde esta la Puerta de la mar”, igualmente adornada. En uno de su lados, había un altar, “en forma de capilla”, con una imagen de la Purísima Concepción, en el cual, habitualmente, se decía misa a los feligreses que allí acudían. En el otro testero del arco, en la esquina de la Alhóndiga, se habían dispuesto otros tres altares. Una vez recorrida la plazuela, se prosiguió por la calle de San Juan, donde se había colocado un elevado arco que simulaba la entrada al cielo, coronado con una imagen de la Inmaculada Concepción. En medio de la calle, había otra popular imagen de devoción de la Virgen María, la cual habían adornado los vecinos, al igual que la parte superior de las puertas de dos casas, una enfrente de la otra, en las que se habían colocado sendos altares que formaban una especie de arco “a quien faltaba la clave”. Un poco más adelante, en la misma calle San Juan, un nuevo arco simulaba “vn Templo de la Beatissima Trinidad, a quien patrocinaba MARIA Santissima de Gracia”. Con especial cuidado se había decorado en altar situado en la iglesia de San Juan, en cuya collación se encontraba el convento trinitario descalzo. Al salir de la calle San Juan, se había dispuesto otro arco y continuando la procesión a las carnicerías (en la actual calle Especerías) se encontraba con otros dos más ubicados a corta distancia. La comitiva desembocó en la calle Nueva “que en su longitud, no es de las mas pequeñas de la Ciudad, corriendo en derechura, hasta llegar a la puerta de Mar”. En esta calle, se habían colocado ocho arcos, decorándose las fachadas que los separaban con “brocado, telas y damascos”, así como con pinturas y otros objetos suntuarios, todo ello iluminado profusamente trasformando la calle en un fingido templo. En medio de la calle, estaba la iglesia del convento de los clérigos menores, los cuales acompañaron la procesión hasta que salieron de ella. Llegó la procesión a la playa, “pisando sus arenas y dando vistas a las aguas del Mar”. Estaban en el puerto las galeras del rey, las cuales el gobernador dispuso “en forma de batalla, tremolando el ayre las muchas banderas, gallardetes y pendones”. Al llegar la custodia, se hicieron las correspondientes salvas de honor, al tiempo que los castillos y baluartes de San Lorenzo, Torre Gorda y “piezas de campaña” se sumaban al estruendo disparando con sus cañones. La procesión reingresó en la ciudad por la puerta de Santa Cruz (“que hoy llaman de la esparteria”), subió hasta la placeta de los Moros para tomar la calle de San Bernardo el Viejo que llevaba directamente al convento, toda ella igualmente adornada. Al llegar las imágenes a la puerta de la nueva iglesia, se detuvieron a la espera de la custodia, que fue la primera en entrar, siguiéndola el resto de las imágenes mientras la capilla de música de la catedral cantaba el Te Deum laudamus. Empezaba a anochecer cuando, terminada la procesión, la ciudadanía se entretenía con “el sonoro eco de clarines, tambores, y chirimias”. El tañido de las campanas fue el aviso para prender el castillo de fuegos de artificio que se había situado en la puerta del Mar, al que se sumaba otro ingenio pirotécnico que imitaba un molino harinero. Consumidos ambos, se dio por finalizada la jornada.