Composición del órgano de la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia de Almócita (Almería) en 1712

A principios de 1712, el organero fray Miguel de San Jerónimo, religioso del convento de San Antonio Abad de la ciudad de Granada, emprende un viaje a los confines del arzobispado, en la Alpujarra almeriense. Cabe la posibilidad de que exista una identidad entre este organero y fray Miguel de Herrera, el cual encontramos desde al menos 1716 como “religioso lego del orden de los terceros de señor san Francisco” en ese convento granadino, aunque creo que se trata de dos organeros distintos, pudiendo ser el que aquí nos ocupa maestro del segundo y que este incluso pudiera haber sido el oficial que se cita en otros documentos.

Véase: http://www.historicalsoundscapes.com/evento/774/granada/es.

En su periplo almeriense, el primer órgano sobre el que actuó fue el de la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia de la iglesia de Almócita. El 8 de febrero de 1712, Francisco del Rey, beneficiado de las iglesias de Almócita y de la vecina Beires, emite el siguiente certificado:

“Certifico que el padre fray Miguel de San Jerónimo, religioso del convento del señor San Antonio Abad de la ciudad de Granada, pasó a esta villa de Almócita con decreto del señor provisor gobernador de este arzobispado para aderezar el órgano de la iglesia de dicha villa y le aderezó y compuso perfectamente, en cuya composición gastó veinte y dos días, trabajando en él todos los días, a tarde y mañana, desfuncionándolo todo y volviéndolo a armar de nuevo, y habiendo hallado dicho padre muchos cañones quebrados los compuso y otros puso de nuevo, los que fueron menester hasta dejarlo todo como nuevo y también templado que discurro no es dable más primor, debiéndose todo a la mucha aplicación y habilidad de dicho padre fray Miguel de San Jerónimo y para que conste di esta en Almócita en diez y ocho días del mes de febrero de mil setecientos y doce años”. D. Francisco del Rey [rúbrica].

El documento lleva en la parte inferior un escrito añadido desde la Contaduría Mayor del Arzobispado:

“D. Juan Félix, maestro de hacer órganos y D. Andrés Monzón tasen el aderezo que contiene esta certificación sobre que les encargamos la conciencia y fecho se traiga para proveer lo que más convenga”. Doctor Damasco [rúbrica].

Se conserva la tasación solicitada:

“En virtud del decreto del señor provisor de hoy día de la fecha en que por él se sirve demandar que yo D. Andrés Féliz Monzón, presbítero, organista de la santa iglesia catedral desta dicha ciudad tase, según lo contenido en la certificación antescripta, según el trabajo hecho por el padre fray Miguel de San Jerónimo, religioso de la orden tercera de señor San Antonio Abad en el órgano del lugar de Almócita y habiendo visto y reconocido su contenido y haberse ocupado veinte y dos días en su composición y otros aderezos y materiales que puso para ello, según mi leal saber y entender en dicha facultad me parece ser la cantidad moderada y arreglada a conciencia la que pide dicho religioso y que hace utilidad a la fábrica todo lo que baja de cincuenta pesos, esto es lo que siento en conciencia y puedo informar, y el señor provisor puede mandar lo que fuere servido. Granada, y febrero veinte y seis de mil setecientos y doce años”. Andrés Monzón [rúbrica].

Como el anterior, este documento lleva un añadido desde la Contaduría Mayor:

“Granada y febrero 26 de 1712

Líbrense al padre fray Miguel de San Jerónimo los quinientos reales que importó la obra y aderezo del órgano de la iglesia del lugar de Almócita”.

Un tercer documento completa el expediente, rubricado por Matías Sanz Cortés, notario apostólico:

“Fray Miguel de San Jerónimo, religioso de la orden tercera de regular observancia de mi padre San Francisco, certifico que con decreto del señor provisor gobernador deste arzobispado que dio su merced para aderezar el órgano de la parroquial de Almócita le aderecé, gastando en él ventidos días de trabajo, por hallarse tan maltratado, pues fue preciso desfundarlo todo y volverle a hacer como de nuevo, poniendo así cañones como todo lo demás que para su ajuste fue necesario hasta dejarlo a satisfacción de la villa y ministros de su iglesia, a tenido de costo dicha obra quinientos reales de vellón y para que conste rogué a un testigo que los tomase por mí. En diez y ocho días del mes de febrero de mil setecientos y doce años”.

Este documento nos acerca a la desconocida organería rural, alejada de los grandes centros religiosos, donde se tiene en consideración la importancia del órgano en la liturgia, pero que siempre está sometida a una gran precariedad tanto en el mantenimiento de los instrumentos como en la posibilidad de poder disponer de un tañedor capacitado para hacerse cargo de los mismo.