Segunda jornada de las fiestas del voto y juramento de la villa de Carrión de los Condes en defensa de la Inmaculada Concepción (1619)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

En enero de 1619, en la villa de Carrión de los Condes (Palencia), la corporación municipal patrocinó la ceremonia del voto y juramento en defensa de la Inmaculada Concepción. La ceremonia tuvo lugar en la nueva iglesia del convento de Santa Clara que fue consagrada y dedicada el 13 de enero en el marco general de los festejos que se organizaron para la ocasión.

Palabras clave

voto y juramento en defensa de la Inmaculada Concepción , procesión general , música en las calles y plazas , bullicio en la calle , arquitectura efímera , dispositivos pirotécnicos , villancico , misa , sermón , vísperas , máscara , motete , proyecto cofradías , proyecto mujeres y redes musicales , cabildo de la ciudad , cura , gentío , caballeros , caballos , cantores , ministriles , trompetas , atabalero / timbalero , Luisa de la Ascensión (= Luisa Colmenares y Cabezón, monja, franciscana) , soldadesca , Orden de los franciscanos descalzos , gremios , cofrades


Siguiendo la crónica manuscrita Recopilación de las grandezas y antigüedades de Carrión de los Condes, redactada en 1629 por Juan de Cisneros y Tagle, vecino y regidor de la villa, continúo con el relato de los festejos organizados por el cabildo municipal con ocasión del voto y juramento que hicieron de defender que la Virgen María fue concebida sin mancha ni pecado original en enero de 1619.

Véase: http://historicalsoundscapes.com/evento/1312/carrion-de-los-condes/es.

El lunes 14 de enero, a las 8 de la mañana, se reunió “la villa” en la iglesia de Nuestra Señora de Belén, lugar en el que se veneraba una talla gótica con la advocación de la Virgen de Belén. Los ministriles “hicieron señal” para que la gente que había acudido al evento se callara, tras lo cual el licenciado Guadiana, notario apostólico y secretario del cabildo eclesiástico, revestido de sobrepelliz, subió al púlpito:

“Y en voz alta leyó el voto y el juramento que el cabildo hizo de tener y mantener que la virgen María, madre de Dios, señora nuestra, fue concebida sin mancha de pecado original, y después de leído fueron todos los clérigos por su orden y antigüedad, comenzando el arcipreste de Carrión, don Antonio Santos y el licenciado Melchor de la Rúa, vicario del obispo en la villa, a ratificar el voto y juramento, poniendo sus manos sobre un libro misas que para este efecto estaba abierto, puesto sobre el altar, donde estaba la imagen de nuestra señora, que contenía lo mismo que el que después hizo la villa”.

Terminada la ceremonia, llegó a la iglesia la compañía de infantería para hacer una salva a la imagen de la Virgen, tras la cual comenzó a salir de la iglesia la procesión general que se había organizado y que estaba conformada del siguiente modo:

“La compañía de los infantes iba delante, todos muy bien aderezados; luego seguían los pendones de los oficios de la villa, y tras ellos los de las cofradías, con su cera e insignias, y por sus antigüedades de puestos, y en el último iba el de la Vera Cruz, de damasco carmesí y guarniciones de oro y seda, que le llevaba don Gaspar Mantilla de la Vega, caballero del hábito de Santiago, regidor de la villa, y los cabos a sus lados, don Juan y don Alonso de Baeza y Mendoza, sus cuñados, hijos del corregidor. Luego seguían las cruces de las parroquias de la villa, por su antigüedad, con ricas y costosas mangas, a cuyos dos lados, por orden, iban repartidos en dos coros los religiosos de San Francisco; y luego, detrás de ellos, el cabildo eclesiástico, cerrando la procesión los cuatro curas de las parroquias mayores: Santa María, Santiago, San Andrés y Belén, con ricas capas de brocado, llevando delante de sí seis caperos con cetros de plata. Detrás de todo lo dicho, un poco delante de la imagen de la Concepción [Virgen de Belén], iba el estandarte de damasco azul con la insignia de la Virgen, el cual llevaba el padre provincial fray Diego de Cecilia, definidor mayor de la orden de San Benito, y el padre fray Miguel de Lerga, digo, el padre fray Antonio Daza, guardián de Valladolid, representando por una parte profundísima humildad y devoción y por otra parte la grandeza que en semejante acto demostraban tales prelados. La música de cantores y ministriles acompañaba a la imagen de Nuestra Señora que luego seguía, a quien en sus andas llevaban sacerdotes con sobrepellices, debajo de un rico palio de plata, cuyas barras llevaban los caballeros de la villa que para este efecto estaban convidados, y delante veinte y cuatro hachas blancas que también llevaban sacerdotes forasteros y de la villa con hábito de Santiago. Luego, como dicho es, detrás de la imagen, iban los cuatro curas con sus capas que cerraban la procesión por su antigüedad. Detrás de todo se seguía la villa en su forma, con el procurador general, escribanos del regimiento y alguaciles, mayor y de la merindad, que iban delante, en sus lugares, como acostumbran cuando hay procesión de voto en la villa, y la orden que el corregidor y regidores llevaban guardando, cada cual su puesto y antigüedad es la siguiente…”

El cronista enumera cada uno de los componentes laicos que formando dos filas cerraban la comitiva. En su lento recorrido atravesó toda la villa, transitando por las antiguas calles de la Rúa y Santa María (actuales avenida Leopoldo María de Castro, calles Moises Santos, Esteban Collantes, La Rúa, plaza Mayor, plaza Marqués de Santillana, calle Santa María) para salir por la puerta de Padierno y dirigirse a la ermita de Nuestra Señora de la Piedad. En el largo itinerario se hicieron diversas paradas en las cuales “fue necesario cantar algunos villancicos”.

Delante de la puerta principal de la iglesia nueva del convento de Santa Clara, se había dispuesto “un castillo que lo defendía cierta cantidad de moros, por estar en lo alto de él un personaje muy grande y feo, con una maza en la mano que representaba el pecado original”. A la “señal de Ave María”, salieron los soldados de la escuadra que se habían dispuesto en un lateral para simular el asedio y toma del castillo, cuando, para provocar el asombro de los asistentes, se envió desde la imagen de Nuestra Señora de la Concepción, situada en la hornacina central superior de la fachada de la iglesia del convento, “un cohete” que al llegar a la figura que representaba el pecado original: “arrasó todo, juntamente con el castillo que todo ello estaba lleno de pólvora, artificiosamente, cosa que pareció muy bien”.

La comitiva entró en la iglesia conventual, especialmente adornada para la ocasión, donde, “con mucha dificultad”, se acomodó a la gran cantidad de gente que había acudido. De nuevo, “la música hizo señal” para propiciar el silencio, dándose inicio a la misa que fue oficiada, como en la jornada precedente, por fray Diego de Sicilia. Al llegar al Ofertorio, se sentó en una silla de terciopelo carmesí. Delante de él se había colocado un sitial con un revestimiento similar y dos almohadas de tela de oro en el suelo, “para humillarse”. La música, una vez más, hizo una llamada para silenciar a los asistentes, procediendo Jerónimo López, escribano del regimiento, a leer “en altas voces” el juramento, el cual traía escrito “en letras grandes” en un papel que “sacó del pecho”. El cronista copió íntegro el texto del juramento, el cual, por antigüedad, fueron ratificando el corregidor y todos los miembros de la corporación municipal, cuyos nombre y cargos recoge igualmente con todo detalle. Para esta ocasión, sor Luisa de la Ascensión había mandado al corregidor y regidores una medalla conmemorativa de esta ceremonia, con una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, en plata, “del tamaño de un real de a cuatro”, con una cinta azul, en una de cuyas caras se había grabado la fecha del juramento y voto realizado, la cual llevaron puesta en la procesión. Terminado el juramento, de nuevo predicó fray Jerónimo María de Milán, versando su sermón en este caso sobre la Inmaculada Concepción. Después, el padre fray Antonio Daza, guardián de Valladolid, dijo en voz alta: “Nuestro padre provincial dice que admite este voto y juramento y lo pide por testimonio”, a lo cual respondió el corregidor, en nombre de la villa, que lo diesen en la manera en que se solicitaba: “y cantando la capilla algunos motetes y villancicos se acabó la misa y fiesta de aquel día tan deseado”.

A las tres de la tarde se cantaron las vísperas “con mucha solemnidad y música”, como en la jornada previa, y al igual que en la misa con gran concurrencia de público.

Por la noche, otra máscara volvió a adueñarse del entramado urbano, en este caso a cargo de los escribanos y procuradores de la audiencia. A las ocho, salieron los veinte participantes, a caballo, con lucidas galas y las hachas correspondientes, para acompañar al estandarte de la Concepción en un paseo por toda la villa, precedido de la música de trompetas y atabales. Concluido este, llegaron a la calle de la Rúa donde volvieron a correr de manera similar a la noche anterior, dándose por finalizado el segundo de los tres días que duraron los festejos.

Fuente:

Archivo Histórico Nacional. Códices, libro 336. Juan de Cisneros y Tagle. Recopilación de las grandezas y antigüedades de Carrión de los Condes (1629), fols. 238v-247r.

Bibliografía:

Creado: 02 May 2021
Modificado: 26 Oct 2023
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "Segunda jornada de las fiestas del voto y juramento de la villa de Carrión de los Condes en defensa de la Inmaculada Concepción (1619)", Paisajes sonoros históricos, 2021. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1313/carrion-de-los-condes.
Recursos

Retablo de la iglesia de Nuestra Señora de Belén

Enlace externo

Virgen de Belén (siglo XIV)

Vista de Carrión de los Condes. Guillermo Orejón (c. 1800)

Enlace externo

Recopilación de las grandezas y antigüedades de Carrión de los Condes. Juan de Cisneros y Tagle (1629), fols. 238v-239r

Enlace externo

Sancta et immaculata. Francisco Guerrero