La capilla de música del convento de Santa Paula de Sevilla en la primera mitad del siglo XVII

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

El testimonio de Manuel Correa del Campo, compositor y racionero cantor de la catedral de Sevilla, en una carta dirigida al maestro de capilla de la catedral de Granada, Diego Pontac, pone de manifiesto el significativo número de monjas cantoras en distintos conventos de la ciudad, así como la calidad de sus voces y su maestría en la ejecución. Entre todas ellas destaca a Margarita, monja profesa en el convento de Santa Paula, cenobio en el que Miguel de Cervantes había situado también otra excelente cantora en su novela ejemplar La española inglesa.

Palabras clave

misa , vísperas , proyecto mujeres y redes musicales , Margarita (cantante, monja) , Manuel Correa del Campo (compositor, cantor contralto, racionero) , Diego Pontac (compositor, maestro de capilla) , Miguel de Cervantes Saavedra (escritor) , Ana María Serafina (cantante, monja) , capilla de música del convento de Santa Paula (Sevilla)


En la primera mitad del siglo XVII, según testimonio de Manuel Correa del Campo, compositor y racionero cantor de la catedral de Sevilla, en una carta de respuesta dirigida a Diego Pontac, maestro de capilla de la catedral de Granada, había un significativo número de monjas cantoras en distintos conventos de la ciudad: “juzgo diera el debido [halago] a cada una de las señoras cantoras de los conventos de Sevilla, si a todas las hubiera oído”. Correa del Campo, en su erudita misiva (fechada en Sevilla, el 2 de agosto de 1633), trufada de citas latinas, nombra a los grandes cantores con los que estudió en España y Portugal, a las cantoras de los conventos más famosos en ambos reinos y a las que había oído en la casa del duque de Braganza. Sobre todos ellos, centra su admiración en Margarita, música profesa en el convento de Santa Paula de Sevilla, a la que había oído por primera vez hacía ya cuatro años:

“Y así en esta [corte del duque de Braganza], como antes y después en Sevilla y otras partes de Castilla, donde oí prodigios de mujeres, no he oído ni considerado (hasta cuarenta años que tengo de edad) alguna que aventajase a la dicha doña Margarita, eminentísima cantora a quien si no la aclamo entre todas única, la reconozco rara y a las más soberanas de ahora (de quien se tiene hoy noticia), excede en lo raro y llega a lo único porque es su voz excelentísima de agradable suavidad, la glosa y pasajes de garganta bien granada, lisa y veloz con requebrados y blandos quiebros (es la consistencia del quiebro, ablandar y quebrar, la sequedad y aspereza de su voz, su efecto regular y suavizarse: no violentarse y enfurecerse a tirar puntadas y saetas al sentido del oyente). Es artificioso, elegante, dulcísimo el aseo de su cantar en el modo y galantería. Es incomparable su cordura en la elección y proceder y en la ejecución de todo, toda divina, acordando finalmente su propio tañido a su mesmo cantado, con tal unión, donaire y arte que encanta a los que la oyen sin pasión y a los que al contrario, erit illis missa porcis Margarita. Y lo que más es, que teniendo tanta destreza, natural gala y caudal, se acomoda y ajusta de suerte a los preceptos de ajenos estudios, que los representa con mejoría y los hace connaturales y propios suyos. Porque no le es difícil percibir de los compositores y a ellos el inventar la canturía tan fácil, como al piloto guiar bien un navío con viento de popa (por la agilidad y prontitud de la disposición que tiene). Desta propiedad le procede el no despeñarse de los puestos difíciles y el caer de pies tan dulcemente y el no dar en precipicios temerarios y disonantes, ni en superfluas reiteraciones, que suelen usar algunos músicos, que imprudentes (imitando ciertos animales) no rumian lo que cantan. Doña Margarita sí, y con tanto acuerdo que quien la imitare, erit mihi magna Minerva. Y no es mi intento contradecir a V.m. en lo tocante a su apoyo y loa tan bien empleada [se refiere al elogio que Pontac hacía a la monja cantora de San Clemente Ana María Serafina, en el escrito que le había remitido y del que este era respuesta], sino en el escuchar con un solo oído (ocasión de poder juzgar apasionado) que es lo que no admito [le recrimina su apología de Ana María Serafina sin conocer a otras monjas cantantes de la ciudad]... Y así, si V.m. a doña Margarita oyere, asentirá conmigo (y con los muchos) como tan gran maestro y viera claro, que (obscurastis caeteris stellis solus sol aparet) como sol entre las demás estrellas resplandece. Y si el sol no debiera ser uno solo y no temiera (por discípula de V.m.) tropezar en la lisonja, describiendo los grandes merecimientos de doña Ana de Mendoza (habilísima cantora) [no queda claro si se refiere a Ana María Serafina] yo pusiera el sol de su raro ingenio, en igual paralelo al de doña Margarita, con que las dos fueran cada una sol en su polo, y imitara yo al río Eufrates, que aunque encuentre algún monte, no tuerce su corriente; que no por salir de las alabanzas de Margarita, aunque tan digna de loa singular y entrar en otras habían de faltarme palabras, si encontraba con el ramo de oro de la Sibila (que quitando una hoja al momento brotaba otra) con doña Ana, digno sujeto donde abundaba materia para nuevas alabanzas, ingenio tan capaz y eminente, que repartido en tantas y peregrinas partes, dellas se compone un todo excelente, increíble y admirable... Pero dejo este asunto para su propio lugar; pues este solamente se dedica a doña Margarita, de quien últimamente digo, concluyendo, que así como en Atenas para pintar a Mercurio retrataron a Alcibiades, ansí para formar una perfecta cantora, es menester bosquejar a esta Margarita. Esto es lo que della alcanzo, y esto lo que me ha inclinado (ya que no se la puedo dar de perlas Margaritas) a ofrecerle esta corona (Si coronare quandoque est laudare) y bien quisiera darle la de la gracia del Rey, nuestro señor, con quien deseara fuera válida, no para que la llevara a Madrid, sino para que la hiciera favores, y al ilustrísimo convento, mercedes, donde asiste y Dios la guarde para que lo alabe, que es su propio oficio y a V.m. le traiga a Sevilla a oírla, para que se las ayude a dar”.

De este extraordinario elogio, como del que Pontac hace de Ana María Serafina, se deduce la temprana práctica de un portentoso embellecimiento improvisado de la melodía vocal en los conventos hispalenses, así como la atracción que estas voces ejercían sobre la ciudadanía que acudía a escucharlas cantar en los servicios religiosos. En este caso, además, puede colegirse que se acompañaba tañendo un instrumento: ¿el órgano?, ¿el arpa?. Pero lo más sorprendente de todo es, como ocurría también con Ana María Serafina, encontrarnos con una referencia literaria a una extraordinaria monja cantora en el convento de Santa Paula, en este caso en la prosa cervantina. Miguel de Cervantes Saavedra, en su novela ejemplar La española inglesa, relata (fol. 105r):

“Los padres de Isabela alquilaron una casa principal, frontero de Santa Paula, por ocasión que estaba monja en aquel santo monasterio una sobrina suya, única y estremada en la voz, y así por tenerla cerca como por haber dicho Isabela a Ricaredo que, si viniese a buscarla, la hallaría en Sevilla y le diría su casa su prima la monja de Santa Paula, y que para conocella no había menester más de preguntar por la monja que tenía la mejor voz en el monasterio, porque estas señas no se le podían olvidar”.

La española inglesa fue publicada en 1613, formando parte de la serie de doce Novelas ejemplares que habían sido escritas entre 1590 y 1612. A diferencia de la Serafina de Luis Vélez de Guevara, en El Diablo cojuelo, resulta imposible identificar a la monja cantora cervantina con Margarita. En cualquier caso, y dado el conocimiento que Cervantes tenía de la ciudad de Sevilla, donde había residido varios años, lo que sí nos sirve es de testimonio de la actividad musical continuada en el cenobio de Santa Paula y del hecho de que la fama de sus cantoras traspasaba los muros del convento.

No es esta la única referencia musical en la novela ejemplar de Cervantes. Al principio de la obra (fol. 87v), el escritor habla de la educación recibida por Isabela en Inglaterra:

“Después de haberle enseñado todas las cosas de labor que puede y debe saber una doncella bien nacida, la enseñaron a leer y escribir más que medianamente. Pero en lo que tuvo estremo fue en tañer todos los instrumentos que a una mujer son lícitos y esto con toda perfección de música, acompañándola con una voz que le dio el cielo tan estremada que encantaba cuando cantaba”.

Esta formación habría sido de gran utilidad a Isabela en sus pretensiones de ingresar como monja en el convento de Santa Paula, ya que era relativamente frecuente que con ella se las eximiese de pagar la dote necesaria para su profesión.

En 1590, fue abadesa del convento de Santa Paula doña Juana de Cervantes Saavedra. Norberto González Aurioles nos proporciona varias noticias de esta y otras monjas del convento en la segunda mitad del siglo XVI que pudieron tener algún parentesco con el escritor y que han servido para alimentar la idea de su supuesta conexión personal con esta institución.

Véase: http://www.historicalsoundscapes.com/evento/309/sevilla.

Fuente:

Cervantes Saavedra, Miguel. Novelas exemplares. Madrid, Juan de la Cuesta, 1613; Discurso del maestro Pontac, remitido al racionero Manuel Correa; Al maestro Diego Pontac, respuesta de Manuel Correa, racionero de la Santa Iglesia de Sevilla. Biblioteca Nacional de Lisboa. F.G. 2266, olim Ms. H.6.38.

Bibliografía:

Gonzalez Aurioles, Norberto. Monjas sevillanas parientas de Cervantes. Estudio critico histórico. Madrid: Imprenta de la viuda de Antonio Álvarez, 1915.

Asenjo Barbieri, Francisco. Biografías y documentos sobre música y músicos españoles (Legado Barbieri), Emilio Casares (ed.). Madrid: Fundación Banco Exterior, 1986, vol. 1, pp. 381-383.

Cervantes Saavedra, Miguel de. La española inglesa, Florencio Sevilla Arroyo (ed.), fol. 105r. http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcrv0j2

Creado: 12 Jul 2015
Modificado: 16 Nov 2024
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "La capilla de música del convento de Santa Paula de Sevilla en la primera mitad del siglo XVII", Paisajes sonoros históricos, 2015. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/310/sevilla.
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Recursos

Convento de Santa Paula. Descripción del edificio y algunos datos históricos

Enlace externo

Coro del convento de Santa Paula. Fotografía de José Luis Filpo Cabana

Convento de Santa Paula. Información adicional

Vaya de gorja, de bulla y de chanza. Anónimo