Fiesta de la canonización de San Juan de la Cruz en el convento de Nuestra Señora del Carmen (1728)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

El 4 de julio de 1728, se celebró en el convento de Nuestra Señora del Carmen, Casa Grande, la fiesta de la canonización de San Juan de la Cruz. La crónica de la misma fue redactada y publicada por fray Juan Antonio del Rosario, rector del colegio de San Alberto, gracias a la cual conocemos múltiples detalles de este evento. El cronista se recrea especialmente en la descripción de la procesión que siguió a la misa, la cual recorrió el centro de la ciudad durante seis horas, del exorno de los pasos y de su acompañamiento musical con un grupo de clarineros, cinco capillas de música y cinco danzas.

Palabras clave

fiesta de canonización , publicación , pregón , vísperas , misa , procesión , música en las calles y plazas , tañido de campanas , fuegos artificiales , concierto instrumental , danzas , villancico , proyecto cofradías , cofradías con advocación mariana , cofradías con advocaciones de santos y santas , comunidad religiosa del convento de Nuestra Señora del Carmen , pregonero , clarín , pífano y tamboril , atabalero / timbalero , ministriles , pianista , gentío , capilla musical de la catedral , capilla de música , capilla musical de la iglesia de San Miguel (Sevilla) , capilla musical de la iglesia de Santa Ana (Sevilla) , capilla musical de la colegiata de San Salvador (Sevilla) , cofradía de Nuestra Señora de las Angustias , clerecía , comunidad religiosa del convento de San José , colegiales de San Alberto , cofradía de San Juan , cofradía de Santa Ana del convento de Nuestra Señora del Carmen , soldadesca , cofradía del Santísimo Sacramento de la iglesia de San Vicente , comunidad religiosa del convento de Nuestra Señora de la Merced , comunidad religiosa del convento de San Francisco , cabildo de la catedral


El 4 de julio de 1728 se celebró en el convento de Nuestra Señora del Carmen, Casa Grande, la fiesta de la canonización de San Juan de la Cruz. La crónica de la misma fue redactada y publicada por fray Juan Antonio del Rosario, rector del colegio de San Alberto, gracias a la cual conocemos múltiples detalles de este evento. El cronista se recrea especialmente en la descripción de la procesión que siguió a la misa, la cual recorrió el centro de la ciudad durante seis horas, del exorno de los pasos, de su acompañamiento musical con un grupo de clarineros, cinco capillas de música y cinco danzas, así como del preciso itinerario recorrido. Resulta de especial interés la multitud de referencias sónicas que aparecen en esta relación, al igual que los comentarios referentes al impacto sensorial de la música entre los presentes en los distintos actos cultuales y ceremoniales que se llevaron a cabo en los que, como es habitual, las diferentes experiencias sensoriales se funden para imprimir en el espectador una profunda e indeleble huella.

La fiesta se publicó el martes 29 de junio, con un cartel que se había colocado “a las puertas de las iglesias y lugares más públicos de esta ciudad”. El miércoles 30, el prior del convento solicitó al cabildo de la ciudad que pregonara la fiesta por todas las calles por las que iba a pasar la procesión, para que estas se adornasen. Igualmente solicitó y se le concedió que en la procesión fuera “la danza de Gigantes que suelen servir el día del Corpus”. El jueves 1 de julio, salieron del convento “los ministros reales que se habían destinado para echar el pregón con clarines, pífanos y timbales”. 

El sábado 3 de julio, víspera de la fiesta, repicaron las campanas de la torre del convento del Carmen, de la parroquia de San Vicente, del colegio de San Alberto y de los “demás conventos de la orden, alternando a los repiques mucha música de ministriles y clarines, con muchos fuegos que se dispararon”. Por la noche, después de la oración, “se empabesó toda la hermosa torre de este convento, que parecía un Ethna, y con la misma música e instrumentos que a medio día, prosiguieron los repiques en todas las torres arriba dichas”. Al sonido de la música, las campanas y los fuegos de artificio se sumó  la de “alegres voces de repetidos víctores que decían Viva el Carmen”. 

Al alba del día de la fiesta, sonaron, a modo de llamada, los repiques de campanas, los clarines y los fuegos que se dispararon. Desde que abrieron las puertas, la iglesia y otras dependencias del convento (compás, anteportería, capilla de la Soledad y los claustros), las cuales se habían adornado profusamente, se inundaron de gente: “toda la mañana se estuvieron tocando todo género de instrumentos, los que emulándose en sonoras canciones formaban una gustosa armonía, con la que dulcemente arrastraban las potencias, de tal suerte que si Carmen es lo mismo que Encantación... este día se pudo verificar más que nunca, porque así con lo que franqueaba a la vista como con lo que ofrecía al oído, dejaba a las gentes encantadas”. A las 9 de la mañana, la comunidad salió al compás a recibir al arcediano de la catedral, que iba a ser el encargado de decir la misa: “con clarines, timbales, pífanos, repique de campanas y muchos fuegos que se dispararon”. La comitiva, precedida de los instrumentos, se dirigió a la sacristía. La misa fue solemnizada con la capilla de música de la catedral (“que a todo asistió”). En el momento del Gloria, se dispararon fuegos y se lanzaron aleluyas y estampas con la imagen del santo. Acabada la epístola, la capilla de música cantó un villancico “que fue un embeleso”, probablemente compuesto por  Pedro Rabassa que en esas fechas era el maestro de capilla de la catedral. 

La procesión comenzó a formarse a las 3 de la tarde, con repique de campanas, y antes de las cuatro empezó a salir con el siguiente orden: “Primeramente iban delante los clarineros, tocando muy sonoras canciones, no como quien llama a militar estruendo, sí como quien convida a un dulce recreo...” A continuación iban los gigantes del cabildo de la ciudad y justo después la cruz del convento. Para la procesión, la comunidad carmelita había dispuesto elaborados pasos con distintos santos. El primero era el paso de San Elías, al que acompañaban cofrades de la hermandad de Nuestra Señora de las Angustias que residía en el convento del Carmen; “en este intermedio iba también la danza de las espadas, jugándolas con gran destreza y primor”. El segundo paso era el de San Gerardo, acompañado por los religiosos legos. Otra parte de la comunidad acompañaba el paso de Santa María Magdalena de Pazzi, “a quien también iba obsequiando la danza que llaman de cascabel, y con sus bien formadas cabriolas y círculos hacían una célebre pompa que causaba a la gente mucha diversión”. A continuación se dispuso el paso de Santa Teresa, a la que precedía la comunidad de carmelitas descalzas “y le acompañaba la música de la parroquia de Señora Santa Ana, cantando villancicos tan diestramente uniformes con los instrumentos las voces, que se le pudo poner el mote que Strozzio puso a dos bien templadas liras que al toque de la una resonaba la otra: vocem dabit altera concors. Pues lo mismo decían las voces, que en los instrumentos resonaba”. El cronista señala que la imagen de la santa era la que se veneraba en el altar mayor del convento de San José y la atribuye a Martínez Montañés, probablemente la misma que actualmente está en ese retablo y que se considera anónima (véase recurso). El siguiente paso era el de San Alberto, acompañado de la comunidad del colegio del mismo nombre, “obsequiándole con una danza que se compone de gitanos, los que iban muy bien vestidos y causando a la gente mucha diversión, con lo que danzaban y tocaban y sus instrumentos los explicó un poeta en estos versos: Tibi multifor a tibia buxo / solemne canit”. Además, acompañaban al paso las hermandades de San Juan y Santa Ana. El siguiente paso era el de San Cirilo de Jerusalén, precedido de algunos religiosos. Acompañado de otra parte de la comunidad y de una compañía de soldados iba el paso de San Pedro Tomás, a caballo, y con él la capilla de música de la parroquia de San Miguel “cantando sonoros villancicos con tanta destreza y dulzura que podía quitar mil pesares”. Otra parte de la comunidad precedía al paso de San Cirilo de Alejandría, que iba acompañado “de una de las músicas de más crédito que tiene esta ciudad, cantando con tanta dulzura que se le pudo poner el lemma que puso Piscinelo a la música de Amphion: saxa canendo movet”, por lo que dijo el poeta Movit Amphion lapides canendo”. El penúltimo de los pasos llevaba al canonizado San Juan de la Cruz, al igual que el resto con una parte de la comunidad, así como una danza “que llaman del Sarao, la que pulsando todo género de instrumentos iba causando tal aplauso que se le pudo poner el lemma que a otra muy dulce armonía puso el Piscinelo: Multo fit plausus ab ictu. En este tramo se encontraba también la capilla de música de la colegiata del Salvador “cantando nuevos compuestos villancicos”. La procesión se cerraba con el paso de la Virgen del Carmen. Esta imagen de alabastro del siglo XIV presidía el altar mayor de la iglesia del convento del Carmen y actualmente se encuentra en la iglesia de San Lorenzo (véase recurso). Iba acompañada de la hermandad del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Vicente, de otra danza de sarao “tocando todo género de instrumentos” y de la capilla de música de la catedral. Detrás del paso, un palio cedido también por la catedral y los clérigos de la parroquia de San Vicente. 

La procesión recorrió toda la calle Ancha de San Vicente y al entrar en la calle de las Armas, en la pared del convento de la Asunción (mercedarias recoletas), se encontraba la comunidad del convento de Nuestra Señora de la Merced, casa grande, con su cruz alta, ciriales, incensarios, ministros, cura y religiosos. Ambos conventos hicieron repicar sus campanas al paso de la procesión, la cual prosiguió por la calle de las Armas hasta el colegio inglés de San Gregorio, de la Compañía de Jesús, el cual empezó también a repicar. En él se encontraban representantes de las seis instituciones que la Compañía tenía en la ciudad. El recorrido continuó por el barrio del Duque, hasta salir por la Campana hasta la cruz de la Cerrajería, para seguir por la calle Sierpes, donde antes del llegar al colegio de San Acacio, de los padres agustinos, estos empezaron a repicar con sus campanas, acompañados del disparo de fuegos. Prosiguió el recorrido por la calle Sierpes hasta la plaza de San Francisco. Al llegar a la Real Audiencia, en cuyo balcón se encontraban el regente y miembros de este órgano jurisdiccional, los pasos se detenían, “cantaban todas las músicas y diestramente danzaban las danzas, ejecutándose lo mismo frente de las reales casas del ayuntamiento de esta ciudad, donde estaba gran parte de su nobilísimo senado”. Al llegar al convento de San Francisco, casa grande, el cortejo fue recibido por la comunidad de religiosos franciscanos con su cruz alta y ciriales. La procesión transcurrió por la calle Génova hasta alcanzar la catedral, donde fue recibida por el cabildo y con el sonido de las campanas de la Giralda: “después de haber estado parados los pasos todos, cantando las músicas y danzando las danzas, ante el Ilmo. Cabildo, saliendo por la puerta de los Palos, a calle Placentines, y calle Francos a salir a la plaza de San Salvador”. Al estar en las oraciones a la hora que llegaron allí, solo fue recibida con el repique de campanas, al igual que ocurrió con el hospital de San Juan de Dios. En este punto ya anochecía, por lo que la procesión transcurrió con la iluminación de los cirios que portaban los numerosos acompañantes. Prosiguió la comitiva por las calles de Carpintería y Cerrajería para llegar a Sierpes y seguir con el recorrido que había llevado a la ida, “tan lejos de perder el menor lucimiento que antes, a voz de todos, lo adquirió mucho mayor en la obscuridad de la noche… siendo el concurso de gente tanto o más que el de la ida… causando la mayor ternura oír las comunes aclamaciones con que cada pecho sevillano explicaba su afecto a la función y a esta religión de María”. La procesión llegó al convento a la diez de la noche, por lo que su recorrido se había prolongado por espacio de seis horas, “y habiendo colocado los pasos otra vez en sus sitios y por despedida, cantando la música de la santa iglesia un muy acorde villancico”, salió la comunidad a despedir a la hermandad del Santísimo Sacramento y al clero de la parroquia de San Vicente”. Con ello se dio por terminado el festejo de la canonización de San Juan de la Cruz.

Fuente:

Narváez y Cárcamo, fray Agustín. Relación de la sumptuosíssima fiesta, i processión, que a la canonización del glorioso padre S. Juan de la Cruz celebró el religiossísimo convento de Nra. Sra. del Carmen de Observancia de esta ciudad de Sevilla el día 4 de Julio de este año de 1728. [S.l. : s.n., 1728?]

Bibliografía:

Creado: 16 Sep 2017
Modificado: 26 Oct 2023
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "Fiesta de la canonización de San Juan de la Cruz en el convento de Nuestra Señora del Carmen (1728)", Paisajes sonoros históricos, 2017. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/711/sevilla.
Recursos

Convento de Nuestra Señora del Carmen, Casa Grande (claustro). Fotografía de Antonio Palau (1956)

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Danza de los gigantes. Procesión del Corpus Christi en Sevilla (1747)

Santa Teresa de Jesús (siglo XVII). Convento de San José. Fotografía de José Becerra

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Virgen del Carmen (siglo XIV). Titular del antiguo convento de Nuestra Señora del Carmen

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"Gloria". Missa Simeon lustus. Pedro Rabassa

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Fecha: 29-6-1728 / 4-7-1728
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