Mass in the cathedral and general procession at the feast of the canonization of St. Aloysius Gonzaga and St. Stanislaus Kostka in Salamanca (1727)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
On July 6, 1727, the festivities began to celebrate the canonization of St. Aloysius Gonzaga and San Stanislaus Kostka in Salamanca. After the morning transfer of the Jesuit saints to the cathedral, a solemn mass was held and, in the afternoon, a general procession was carried out with which these saints were returned to the Church of the Society of Jesus.
Keywords
procession , general procession , mass , feast of canonization , street music , bullfights , Christmas song (villancico) , Te deum laudamus (hymn) , the pealing of bells , dances , ephemeral architecture , pyrotechnic devices , sermon , bustle in the street , musket salute , confraternities project , confraternities of Holy Week , Marian confraternities , St. Aloysius Gonzaga , St. Stanislaus Kostka , Society of Jesus , children of the jesuit college in Villagarcía de Campos (Valladolid) , cathedral chapter , city council , music chapel of the cathedral , Antonio Yanguas (composer, chapel master) , crowd , clergy , guilds , confraternity of the Holy Cross of the Redeemer and the Immaculate Conception, his Mothe , firing squad , fife , drum player , giants
El día 6 de julio de 1727, se iniciaron los festejos para celebrar la canonización de San Luis Gonzaga y San Estanislao Kostka en Salamanca. Tras el traslado matutino de los santos jesuitas a la catedral, se oficio una misa solemne y, por la tarde, tuvo lugar una procesión general con la que esos santos se devolvían a la iglesia de la Compañía de Jesús.
On July 6, 1727, the festivities began to celebrate the canonization of St. Aloysius Gonzaga and San Stanislaus Kostka in Salamanca. After the morning transfer of the Jesuit saints to the cathedral, a solemn mass was held and, in the afternoon, a general procession was carried out with which these saints were returned to the Church of the Society of Jesus.
La mañana del día 6 de julio, se procedió al traslado de los santos de la Compañía de Jesús desde su iglesia a la catedral. Para ello, se colocaron en las ricas andas usadas el día anterior, las cuales serían portadas por cuatro profesores y estudiantes “nobles” de la universidad, precedidos de otros cuatro que iban alumbrando a cada uno de los nueve santos. Les acompañaban los miembros de la comunidad del colegio real de la Compañía, dispuestos procesionalmente en dos filas, a los cuales se les sumaron otros jesuitas que habían acudido a los festejos procedentes de los colegios de Valladolid, Villagarcía de Campos, Medina del Campo, etc. Al frente de la comitiva, portando el estandarte jesuítico, José Manrique de Lara, señor de Amusco, y la danza de los ochos niños que había actuado el día anterior, con el tamboril, el cual ponía la banda sonora a este traslado que trascurrió por la calle Libreros y la calle Nueva (actual Calderón de la Barca) hasta el atrio de la catedral. Allí los recibió el cabildo catedralicio: “Y al mismo tiempo la música de la santa iglesia entonó un Te Deum laudamus, uno de los más festivos que ha puesto en triunfales puntos la solfa” . Probablemente se interpretó el que Antonio Yanguas, maestro de capilla de la catedral, había compuesto para tres coros con tres violines y bajo continuo, en 1721. Las imágenes de los dos nuevos santos fueron colocados en la capilla mayor, al lado del Evangelio, debajo de un rico dosel; el resto se depositaron en una capilla. El rector y principales cargos de la Compañía se sentaron en el coro, “interpolados con los señores canónigos”. El resto se aposentó en unos asientos especialmente dispuestos a los dos lados de la vía sacra que unía el coro y la capilla mayor. El corregidor y el cabildo de la ciudad se colocaron en su lugar habitual en la capilla mayor y el resto del espacio “se llenó de gente de todas las esferas”. El obispo estuvo presente en su cátedra y la misa fue oficiada por el deán coadjutor José de la Serna, que tuvo como diácono a Pedro Samaniego, tesorero de la catedral y catedrático jubilado de Retórica en la universidad, y por subdiácono a Enrique Ovalle y Añasco, prior de la catedral. El sermón estuvo a cargo del doctor Julián Domínguez de Toledo, canónigo doctoral y catedrático de Sagrada Escritura. Para la ocasión, se compusieron una serie de obras en lengua romance alusivas a la canonización de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka, las cuales posiblemente fueron compuestas también por el prolífico compositor Antonio Yanguas:
“La música de la santa iglesia, en el discurso de la misa solemne, hizo de las suyas, porque hizo maravillas. En su destreza el cantar bien es tan de estilo que no hace armonía y sin embargo la hizo en esta ocasión, y muy grande. Las letras fueron del caso, y si no díganlo ellas mismas aquí de contado [el cronista recoge íntegros los textos de estos villancicos]:
Letrilla que se cantó en la iglesia catedral a la canonización de San Luis Gonzaga y San Estanislao Kostka
Introducción.
Atended, escuchad el pregón,
.....
Pregón.
Manda el Rey de los Reyes que obediente
.....
Recitado.
Trine, trine el acento
.....
Arieta.
Felices guerreros
.....
Coplas.
La faja resplandeciente
....
Otra [letrilla] del mismo asunto, con la circunstancia de ser en la iglesia catedral de la advocación de Nuestra Señora
Introducción. Solo.
Los dos santos benjamines,
.....
Estribillo.
A 4. Miren, que lindos
.....
Dúo. Que quieren que María
.....
A 4. Miren, que lindos, etc.
Coplas.
Miren, sino la merecen
Concluyose esta solemnísima función con indecible aplauso y aclamación de todo el concurso y especialmente con suma satisfacción y agradecimiento de la comunidad jesuítica”.
Por la tarde, tuvo lugar la procesión general que devolvería los santos a la iglesia de la Compañía. Para darle cuerpo, se invitó a la real clerecía de San Marcos, la cual agrupaba a los clérigos regulares de la ciudad, con sede en la iglesia de San Marcos. Al cortejo se sumó también “la floridísima juventud académica, formada por dos largas hileras, [que] se empeñó en ir con hachas alumbrando a los santos”. Se invitó también a la cofradía de la Cruz, la cual contaba con su propio templo, la capilla de la Vera Cruz, y con un rico patrimonio artístico. Llevaba un séquito similar al que procesionaba en la Pascua de Resurrección: con la imagen de San Miguel (actualmente en una hornacina del altar mayor) y un “batallón de arcabuceros, conocidos por el nombre de soldados de Cristo... entre alegrísima guerrera música de pífanos y cajas, con denuedo y bizarría militar iba repitiendo festivas salvas con sus fusiles, abriendo camino entre el gentío inmenso que ocupaba las calles”. Igualmente acudieron a la llamada de la Compañía los trinitarios calzados y una representación del colegio cisterciense de San Bernardo. Como era una procesión general, asistieron también los representantes de todas las iglesias parroquiales con sus cruces, los gremios, el cabildo catedralicio y de la ciudad y los principales representantes de la nobleza local. Se añadió el toque festivo de los gigantes que iban en la procesión del Corpus Christi.
Salieron del atrio de la catedral sobre las cinco de la tarde, con “festivo estruendo de todas sus campanas”, al que se sumaron los cohetes que lanzaron al aire “varios devotos”. La procesión se dirigió hasta el convento de San Esteban, donde se encontraba el primer altar: “la música se presume que cantó diestramente una letra oportuna en loor de los nuevos santos: digo, se presume, porque el embeleso de la vista se llevó toda la advertencia, sin querer partir con el oído”. De aquí continuaron a la plaza de San Adrián donde estaban los altares de los trinitarios descalzos y de los clérigos menores, donde la música volvió a actuar. Prosiguieron hasta la gran plaza, la cual fueron bordeando para detenerse en el altar que habían construido los trinitarios calzados, ubicado entre la puerta de la casa de la ciudad (actual ayuntamiento) y el arco de la plaza. Se detuvieron y la capilla de música “le echó sus coplas de modo que le sonaron bien”. En la plaza había unos tablados que estaban preparados para la fiesta de toros, los cuales fueron ocupados por la gente. En uno de los tablados, dispuesto en el centro de la plaza, los niños de la danza “ejecutaron travesuras de singular gustillo, habilidad y primor”. Procedieron después a la plazuela de la Hierba donde estaba el altar de Francisco Figueroa: “hizo su cumplido con las gracias de la poseía y de la música”. Continuaron a la calle de la Rua, en cuyo inicio se encontraba el altar de los plateros. Aquí, la capilla de música cantó dos villancicos dedicados uno a San Luis Gonzaga y el otro a San Estanislao Kostka:
1. “Estribillo.
¡Oh, qué fineza!
.....
Aria.
Dime Gonzaga
.....
Coplas.
Pero ya diviso,
.....
2. Introducción.
En el fogoso anhelo
.....
Recitado.
Como el amor es niño
.....
Area.
El pecho fogoso
.....
Coplas.
¡Ah de las llamas! Parad
.....”
Siguiendo la calle de la Rúa llegaron hasta el colegio de la Compañía, en cuya iglesia depositaron los nueve santos. Para darnos cuenta del multitudinario cortejo, el cronista nos dice: “aún no había entrado el cabildo en la plaza y ya las salvas de los soldados de Cristo resonaban de vuelta hacia la catedral”.
Con esto se dio por concluida la primera jornada con la que se festejaba la canonización de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka.
Para los preparativos de a fiesta, véase: http://www.historicalsoundscapes.com/evento/1061/salamanca/es