Entry of Queen Ana de Austria into Santander (1570)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
The landing of Anne of Austria in her new territories of the crown of Castile was planned in Laredo (Santander). The inclement weather forced the fleet to divert to Santander where they had to improvise their entry, which lacked the pageantry that corresponded to the fourth wife of Felipe II.
Keywords
royal entry , Te deum laudamus (hymn) , bustle in the street , vespers , street music , musket salute , dances , mapping Francisco Guerrero , Ana de Austria (Queen) , Gaspar de Zúñiga y Avellaneda (Archbishop, Cardinal) , Francisco de Zúñiga y Sotomayor (4th Duke of Béjar) , Francisco Guerrero (composer, chapel master) , Bartolomé de Victoria (soprano) , Juan Baptista (tenor) , Mosén Roque (bass) , Diego de Andrada (treble wind player) , Juan de Rojas (cornett and shawm player) , Juan Peraza (shawm player) , Juan Baptista (sackbut player) , Jerónimo de Medina (sackbut player) , Gaspar de las Cuevas (sackbut player) , Diego López (sackbut player)
El desembarco de Ana de Austria, cuarta esposa de su tío Felipe II, en tierras castellanas, estaba previsto que tuviera lugar en la ciudad de Laredo (Santander), procedente de Flandes. Hasta allí debían desplazarse Gaspar de Zúñiga y Avellaneda, cardenal y arzobispo de Sevilla, y su sobrino, Francisco de Zúñiga y Sotomayor, IV duque de Béjar, los cuales debían recibirla y acompañarla en su periplo hasta su entrada en Madrid.
La reina partió en el San Felipe del puerto de Flessinga el 24 de septiembre de 1570, la nave del conde de Bossu, almirante y gobernador de Holanda, que comandaba una armada formada por unas treinta embarcaciones de guerra y otro importante número de navíos mercantes. Todo se organizó, como he señalado, para el recibimiento en Laredo, aprovisionándose también Santander, San Vicente de la Barquera y Castro Urdiales; en el caso de Santander para la “gente de guerra” y personas que venían en servicio de la reina. Antes de viajar a Laredo, el arzobispo de Sevilla esperó en Medina de Pomar (Burgos). En su comitiva iban, entre otros, los siguientes músicos de la catedral de Sevilla: Francisco Guerrero, maestro de capilla y cantor contralto, Bartolomé de Victoria, tiple, Juan Baptista, tenor y mosén Roque, bajo, además de los instrumentistas de esa institución que en esa fecha eran el ministril tiple Diego de Andrada, Juan de Rojas, corneta y chirimía, Juan Peraza, chirimía, y los sacabuches Juan Baptista, Jerónimo de Medina, Gaspar de las Cuevas y Diego López. El duque de Béjar esperó en Oña (Burgos) e iría acompañado también al menos de sus instrumentistas heráldicos. En una fecha próxima a la llegada de la reina, ambos se trasladaron a Laredo.
Debido a las inclemencias del tiempo, el desembarco, finalmente, tuvo lugar en Santander durante la tarde del martes 3 de octubre de 1570. La sorpresa hizo que el recibimiento tuviera que improvisarse, adaptándolo a las nuevas circunstancias y al particular y distinto espacio urbano, el cual, aunque se había contemplado como posibilidad y abastecido, no se había preparado para el boato de la ceremonia ni para el alojamiento de la reina ni de los miembros más cercanos de su comitiva. El arzobispo de Sevilla daba cuenta de este hecho el día anterior a que la flota arribara al puerto santanderino:
“Es imposible en Santander poder su majestad ser servida, ni la gente que con ella viene regalada, ni proveída como conviene... y porque en lo del aposento no es posible por la brevedad de la venida de su majestad tener en Santander, ni poder cumplir nosotros con lo que vuestra majestad nos tiene mandado”.
Los regidores prepararon un palio de seis varas, con un dosel de terciopelo negro y tafetanes amarillos. La reina, que vestía una “basquiña de terciopelo negro guarnecida con una bordadura de plata”, fue recibida también en el puerto por los canónigos de la colegiata de los Cuerpos Santos y por los frailes del convento de San Francisco, portado sus cruces y cantando el Te Deum laudamus. La villa se embelleció en la medida que las circunstancias lo permitieron. La crónica de Alixes de Coterau señala que “todas las puertas y ventanas de las casas en señal de triunfo y alegria [estaban] adornadas y cubiertas de ramas de laurel silvestre”, y destaca la “buena afección y gran recibimiento” que hicieron los santanderinos a la reina. Ana de Austria fue acompañada hasta el lugar en el que se alojaría, según Francisco Carreño, “la casa de un vecino, la primera que estaba junto adonde desembarcó”. Otras fuentes precisan que era la casa de Lope de Quevedo y Hoyos, un destacado miembro del concejo de la villa, en la calle del Arcillero, donde la reina se hospedó durante catorce días.
Todas las celebraciones fueron igualmente improvisadas en los siguientes días:
“El regimiento hizo ir una danza que habían sacado el día de Corpus Christi, que bailaron debajo de las ventanas de la Reina y ella gustó mucho... le mandó que bailasen más, y otro día hicieron una danza de espadas, con las misma librea de la otra danza, y fuéronle a bailar delante...”.
El arzobispo de Sevilla y el duque de Béjar intentaron que la reina se desplazase a Laredo, ante su negativa, fueron ellos los que el día 7 llegaron a Santander, recibidos: “por una docena de bateles y zabras... con grandes toldos de brocado, y muchos trompetas y menistriles” y con una salva de artillería por parte de la “infantería de dos mil valones arcabuceros”. Fue entonces cuando tuvieron lugar los actos de protocolo establecidos y que debía haberse efectuado en Laredo. Esa misma tarde, el séquito real fue a la colegiata, siendo recibidos por todo el clero “con su Te Deum laudamus y las demás ceremonias que se acostumbran”, tras las cuales la reina ordenó que se cantasen vísperas. Desconocemos los efectivos musicales de la colegiata de los Cuerpos Santos en ese momento, pero a ellos pudieron sumarse los cantores y ministriles de la catedral de Sevilla que acompañaban al arzobispo para incrementar la solemnidad de las mismas.
Como hemos visto, las circunstancias impidieron que la reina tuviera la entrada real que se había preparado y que correspondía a su rango en el primero de los lugares que pisaba en su nuevo reino, Santander, ciudad de la que partiría el 14 de octubre con destino a Burgos donde sí se la recibiría con el fasto debido.