Music and liturgy on Good Friday in Granada cathedral
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
Good Friday in the cathedral of Granada presents a great interest from the liturgical and musical point of view. This event analyzes what are its characteristic elements and the repertoire preserved in the cathedral's music archive for the solemnization of its various ceremonies.
Keywords
the pealing of bells , play carracaña (matraca) , feast of Good Friday , procession , passions , lamentations , Miserere mei Deus (psalm 51) , Vere languores (motet) , O vos omnes (motet) , worship of the cross , improperia , Benedictus , Christus factus est , ephemeral architecture , cathedral chapter , music chapel of the cathedral , bell-ringer , Tomás Luis de Victoria (composer) , Vicente Palacios (compositor, maestro de capilla) , Francisco Javier García Fajer (composer, chapel master) , José Pons (composer, chapel master)
Para la elaboración de este evento parto fundamentalmente de dos fuentes primarias: la Consueta de la catedral de Granada (en su redacción definitiva en la década de 1520, fols. 70v-74v) y la copia del siglo XVIII de la Regla de Coro de esta institución (fols. 24rv). La comparación nos permitirá comprobar una significativa estabilidad en la celebración de esta importante jornada de la Semana Santa, con la necesaria adaptación espacial a recintos sacros con configuraciones arquitectónicas totalmente distintas en esos dos momentos históricos.
Una de las primeras señales acústicas distintivas de los días del Triduo Sacro era el sonido de la matraca. La Consueta de la catedral de Granada (fol. 39r/55r) ya nos advierte de que el Jueves, Viernes y Sábado Santo: “no se tañen las campanas, suenan las matracas que están para ello hechas en la torre, tardan tanto haciendo las pausas que suelen hacer cuando tañen las campanas en estos días, desde que es encerrado el cuerpo de Nuestro Señor hasta el Sábado a la Gloria no se tañen campanas excepto al mandato [el Jueves Santo desde las dos a las tres] y al Ave Maria”. El Viernes Santo (fol. 38r/54r): “tañen a Completas desde las tres a las cuatro y acabadas las Completas tañen a Maitines un cuarto de hora que comiencen a las cuatro y media o a tal tiempo que aquel día salgan de las tinieblas en anocheciendo a la hora que otras veces suelen tañer el Ave Maria”.
Esta misma Consueta nos proporciona múltiples detalles sobre la manera en la que se celebraban los distintos actos litúrgicos del día:
“En este día predícase la pasión de alba. Entran a Prima a las ocho, dícense las horas todas despacio y en tono”.
La Regla de Coro de la catedral de Granada precisará que esa prédica se decía a las cuatro de la mañana.
Mientras se rezaba Sexta y Nona, el prelado que tenía que oficiar se vestía en la sacristía “no con el aparato y pompa que los otros días”. A diferencia de las otras jornadas, la Pasión Según San Juan, evangelio correspondiente a la misa de este día, se cantaba íntegra en monodía: “dícese la pasión a tres voces solamente por tres personas que la sepan bien decir e tengan buenas voces o por una persona si no hay copia de tantas personas...” [Consueta, fol. 71r/87r]. Esta tradición continuaba en el siglo XVIII, aclarando la Regla de Coro: “se canta la pasión sin música”. Este hecho se confirma por la ausencia de la Pasión según San Juan en el libro de polifonía nº 1 de la catedral, el cual contiene las otras tres pasiones y los versos para la procesión del Domingo de Ramos.
A continuación, tenía lugar la elaborada ceremonia de la adoración de la cruz, en la que se cantaban los improperios [Consueta, fols 71-72v]. Tras la adoración de la cruz, la Consueta (fol. 73r-74r) detalla la procesión desde el altar mayor al monumento, que en la antigua sede catedralicia (c. 1520 el recinto cristianizado de la mezquita aljama) se colocaba en la capilla del Sagrario, donde se tomaba la hostia consagrada que se había depositado en este lugar en la procesión del Jueves Santo. El cortejo del Viernes Santo proseguía por la capilla del Sagrario a la capilla del Bautismo: “y derechos a la sacristía y de ahí bajan la procesión hacía el coro, quedando los principales en las gradas del altar mayor, van cantando a versos los cantores de fabordón y el coro el salmo de Miserere mei deus. Van de esta manera [especifica con detalle los integrantes de la comitiva]: un mozo de coro va echando alcacer por donde a de pasar el Sacramento o la guarda de la iglesia lo echa e luego la cruz mayor... va otro mozo de coro tañendo la campanilla delante el Sacramento... llegados al altar mayor pone el Sacramento en él y guárdase la orden del misal”. Ese alcacer era cebada verde y en hierba, un sustituto de la juncia y otras plantas aromáticas que se echaban en la procesión del Corpus Christi y que no estarían todavía disponibles en la entrada de la primavera.
La Regla de Coro nos dice que, previamente, el sudiácono llevaba “la toca de Nuestra Señora al altar” la cual permanecería allí hasta después de acabada la misa, que se hace “ut in Missali”; luego, terminada la misa, el cabildo con el preste irían a la sacristía llevando el diácono la citada “toca”, que sería allí “adorada” por los presentes: “en el ínterin se dicen las Vísperas en el coro en tono bajo, acabada la adoración vuelve el cabildo al coro”. También nos informa que “antes de manifestar a su Magestad canta la música en la puerta del coro a 4 la antífona o motete Vere languores &”. Existe una discrepancia entre esta prescripción y la rúbrica “Feria Quinta. In Coena Domini” que encontramos en la versión de este motete de Tomás Luis de Victoria que, anónimo, fue copiado en el siglo XVIII en los Libros encarnados de la catedral (fols. 0v-1r). En estos libretes manuales, el motete indicado para la “Feria Sexta in Parasceve” es O vos omnes (fols. 1v-2r), también de Victoria y anónimo en esta fuente.
Por la tarde, la Consueta (fol. 74v) prescribe:
“Los Maitines de la noche se comienzan a las cuatro y media y dícense de la forma e manera que se dijeron en los días pasados, pero la tercera lection que es la oración de Jeremías si el prelado está presente e la quisiere decir decirla a e si no dícela el presidente si tiene buena voz para ella, donde no, encomendarse a a persona que la sepa e pueda bien decir e que tenga buena voz. Han de salir de los Maitines a la hora que suelen tañer a el Ave Maria en las otras noches por el trabajo de los días e noches pasados que es en anocheciendo”.
La interpretación de las Lamentaciones viene claramente especificada en la jornadas del Miércoles y del Jueves Santo, a las que se refiere la Consueta también en su rúbrica del Viernes Santo.
- El Miércoles Santo (fol. 62r/78r-63r/79r) los Maitines comenzaban a las seis y media de la tarde:
“Antes que se comiencen se pone en el candelero en que se ponen las candelas de a libra e media y en el pavimento de entre el coro y el altar mayor. Han de poner catorce velas amarillas y en medio dellas e más alto que todas un cirio de cera blanco de tres libras o cuatro. Tiene cuidado el lucernario de poner este candelero e candelas ayudándole los sacristanes e ha de apagar una de las velas en fin de cada psalmo, la cual se apaga con una vara en que está puesta una mano de palo encerada. Dícese el oficio muy despacio y a compás sonoroso como do vela y en él dos caperos racioneros según la tabla ordenare. La primera lamentación dicen los cantores a canto de órgano e la segunda un cantor, la tercera otro, la cuarta dice el racionero que la tiene por tabla, la quinta el canónigo que la tiene por tabla, la sexta la primera dignidad después del presidente, la séptima el diácono, la octava el canónigo hebdomadario, la nona el presidente y así se muda cada noche de las tinieblas... Dichas las Laudes y acabadas las candelas que se comience decir Benedictus apagan todas las candelas de la iglesia e toman la candela blanca del dicho candelero el lucernario o sacristán y abscondenla en la sacristía y así en tinieblas se dice el antífona del Benedictus y el Benedictus y Miserere y oración, la cual dice el presidente, e acabada hacen señal para que tañan al Ave Maria e dicha el Ave Maria sacan la dicha candela encendida”.
Se recomendaba que ese día y los siguientes se redoblara la vigilancia de la iglesia para que no se robara nada en ella aprovechando la oscuridad del recinto.
La Regla de Coro es parca en detalles en su rúbrica del Viernes Santo. Nos precisa que entraban a las tres de la tarde y cuando el presidente del coro tenía por conveniente comenzaban las tinieblas, las cuales son “todas cantadas... el Miserere se canta en la puerta del coro a fabordón alternativamente”. Como ocurre con la Consueta, los detalles de la celebración de las tinieblas se encuentra en la rúbrica del Miércoles Santo (fols. 23rv) y es similar a la que ya he registrado, veamos simplemente lo que compete a las Lamentaciones:
“La primera Lamentación la canta a 8 toda la capilla de música en medio del coro, la segunda un señor racionero cantor en el coro alto, donde se cantan las lecciones de Maitines, la tercera otro señor racionero cantor, la cuarta el que hace oficio de sudiácono, la quinta el señor canónigo de misas quitas, la sexta un señor dignidad, la séptima el señor diácono, la octava el hebdomadario, la nona el señor presidente. Para los versos de los responsos del 2 y 3 nocturno convida el sochantre a un señor prebendado, igual en dignidad del otro coro para cantar el verso primero y último responso, dicen el verso los señores caperos...”
La descripción de la ceremonia de ocultación del cirio es similar a lo ya expuesto, pero se precisa:
“Dicha la antífona Christus factus est & se canta el Miserere a 4 coros con papeles en el tablado del altar mayor, alternando con el coro a versos”.
Veamos el repertorio que se conserva en el archivo de música de la catedral destinado a esta festividad, además del ya reseñado, para el ámbito cronológico que nos interesa hasta c. 1800.
Especial mención merecen, en ese límite cronológico, los cuatro Misereres compuestos por el maestro de capilla de la catedral Vicente Palacios, para ocho voces y un conjunto diverso de instrumentos, fechados en 1798, 1804, 1807 y el “Gran Miserere”, compuesto en 1832, el cual fue interpretado en la catedral hasta 1929.
* De Francisco Javier García, el Españoleto, encontramos las siguientes composiciones:
- “Miserere para el viernes, con bajones y bajo”, a 8 voces, dos bajones y acompañamiento.
- “Lamentación 1ª del viernes a 8 con bajones y bajo”, a 8 voces, dos bajones y acompañamiento (se ha añadido un clarinete, lo que prueba la continuidad en su interpretación). La partitura lleva como título: “Lamentación primera para el Viernes, sin violines, con bajones tapados”.
- “Lamentación 2ª para el Viernes a 4 con bajones y bajo”, con un solo coro SATB, el añadido del clarinete y la misma indicación en el título.
- “Lamentación 3ª para el Viernes, a 4, con bajones y bajo”, con un solo coro SATB y el añadido del clarinete.
* De José Pons:
- “Miserere a tres coros, con violines, flautas, trompas y bajo, del maestro don José Pons. Año de 1792”. SATB SATB SATB, “violín 1º principal”, dos violines, 2 flautas, dos trompas en Ffaut, violoncelo y “acompañamiento para el contrabajo”. Las particellas de las voces llevan los nombres de los cantantes. En el bajo del tercer coro, aunque provisto de texto, pone “bajón”. Parecen señales claras de su uso en la catedral granadina durante los años previos al Miserere de Palacios compuesto en 1798, poco más de un año después de su nombramiento como maestro de capilla en esa institución.
- “Lamentación primera de la feria 6ª, a 9, con violines, flautas, trompas, violón y bajo”. Para SSATB SATB, dos violines, dos flautas, dos trompas en Ffaut, violón y contrabajo (estos dos últimos con partituras iguales).
- “Lamentación 2ª de la feria 6ª, con violines, flautas, bajones, violón y acompañamiento”. Solo de tenor, dos violines, dos flautas, dos bajones “tapados”, “violoncello obligado” y “acompañamiento para el contrabajo”.