Visit to the city of Potosí by the archbishop and viceroy of Peru Diego Morcillo Rubio Auñón (1716)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Abstract

In 1716, Diego Morcillo Rubio Auñón, archbishop of La Plata, was appointed interim viceroy of Peru. At the end of April, he visited Potosí, on his way to Lima. The city made an extraordinary waste in its reception and in the seven days that its stay in it was prolonged. Religious ceremonies, banquets, bullfighting games and a splendid mask were some of the events in which all the citizens participated who saw their expectations that the new viceroy reinforce their privileges in the exploitation of Cerro Rico disappear when he ceased office in October that same year.

Keywords

announcement , the pealing of bells , street music , illuminations , mass , traditional dances , ephemeral architecture , musket salute , loa (a short theatrical piece) , theatre performance , movable platforms for theatrical representations , applausses , bustle in the street , cheers , sound of animals , masquerade , bullfights , fireworks , Diego Morcillo Rubio Auñón (archbishop, viceroy of Perú) , nobility , music chapel , clergy , city council , children , musicians , actor-singers , horses , crowd , trumpets , drum players , drum player , shawn player , Antonio Durán de la Mota (chapel master, composer)


Dos fuentes documentales primarias nos proporcionan un preciso relato de la visita que, en 1716, realizó a Potosí Diego Morcillo Rubio Auñón, arzobispo de la Plata, tras haber sido nombrado interinamente virrey del Perú, en su camino desde la ciudad de la Plata a Lima. La primera y más importante es la crónica de fray Juan de la Torre, publicada en Lima con el título Aclamación festiva de la muy noble imperial villa de Potosí, en la dignísima promoción del Excelentísimo Señor Maestro don Fray Diego Morcillo Rubio y Auñón, obispo de Nicaragua y de la Paz, Arzobispo de las Charcas, al gobierno de estos reinos del Perú, por su virrey y capitán general, y relación de su viaje para la ciudad de Lima. Fray Juan de la Torre residía en su convento de San Agustín en la ciudad de Potosí por lo que fue testigo presencial de este evento. Redactó su crónica poco después de la visita, ya que la dedicatoria impresa está firmada el 26 de junio de 1716, tres meses después de que esta tuviera lugar. El segundo cronista es Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela que en su Historia de la villa imperial de Potosí da también buena cuenta de este recibimiento. Señala conocer el impreso de Juan de la Torre, aunque probablemente usará también otras fuentes, lo que puede deducirse de las pequeñas discrepancias con este y al hecho de que precisa otros detalles que no se encuentran en su relato de los acontecimientos. Esa primera discrepancia está en la fecha en la que llegó a Potosí la noticia del nombramiento interino del nuevo virrey, según Bartolomé Arzáns “la sexta dominica de Cuaresma” (la cual sería el Domingo de Ramos que ese año cayó el 5 de abril) y según Juan de la Torre el jueves 2 de abril. De la Torre dice que su convento de San Agustín fue el primero en anunciarla con un sonoro repique de campanas, al que se unieron el resto de las instituciones regulares y seculares de la ciudad. A las tres de la tarde, la municipalidad proclamó un bando general, “al son de cajas y clarines”, para que por toda la ciudad se colocaran luminarias en edificios religiosos, civiles y privados, en ventanas y balcones, calles y plazas, acompañándose este despliegue lumínico del continuo tañer de las citadas cajas y clarines que recorrían el entramado urbano de Potosí. El sábado, día 4 de abril, tuvo lugar una misa de acción de gracias, “entre acorde armonía de música”, en la iglesia mayor de la ciudad, a la que asistió el cabildo municipal y la nobleza residente en la villa. Los veinticuatro Diego Ibarburo y Juan Álvarez fueron comisionados para visitar al nuevo virrey en Chuquisaca (= La Plata = Sucre) y agradecerle el anuncio de su visita, tras lo cual comenzaron todos los preparativos de la misma.

El virrey salió de La Plata el 20 de abril, acompañado de un nutrido cortejo. La comitiva partía del Baño de Don Diego, a cuatro leguas de Potosí (algo más de 20 kilómetros), el 25 de abril. A lo largo de esta última jornada del camino, numerosos indios le aguardaban y le agasajaban con “varias danzas... a su usanza con rústicos instrumentos... movía a risueña diversión la variedad de sus trajes y figuras”. Como era habitual, una representación de notables de la ciudad salió a recibirle a medio camino. Llegaban todos a Potosí a las tres de la tarde, donde se habían dispuesto dos grandes arcos triunfales que son descritos con todo detalle por ambos cronistas:

“El primero y principal una cuadra más arriba de la parroquia de San Martín, fuera ya del poblado, al Oriente desta villa, en el mismo camino y entrada de las provincias de arriba” [Arzáns]; “en una capaz llanura de la parroquia de San Martín, haciendo frente a calle tan dilatada que corre casi en línea recta hasta la plaza [del Regocijo]” [de la Torre]. La calle a la que se refiere era la calle de San Martín (conocida también como de la Zapatera), actual calles Hoyos que conduce directamente hasta la plaza 10 de Noviembre. El diseño fue de otro agustino, fray Juan de Ulloa. Un segundo arco estaba situado: “en la esquina de la calle del Contraste, que también es una de las de la plaza del Regocijo, y la que iba a las casas de D. Francisco de Gambarte, donde este caballero le hizo el hospicio”.  Probablemente se refiere a la actual calle Tarija, colocándose el arco a la entrada de la misma, cercano a la antigua Casa real de Moneda de Potosí.

A su llegada, el virrey fue recibido con una estruendosa salva y se sentó en la silla que para ello se había colocado en el centro del primer arco triunfal. Enfrente se había dispuesto una tarima, ricamente adornada, en la que dos niños, vestidos de ángeles: “Entre dos coros de música, que disimulaba una autorizada colgadura de terciopelo carmesí, cantaron y representaron en el ínterin que su Exc. conciliaba algún descanso esta Loa”. La Loa había sido escrita por fray Juan de la Torre, el cual recoge en su Aclamación festiva el texto completo con las correspondientes indicaciones musicales. “Clasulados entre víctores y aplausos los sonoros concentos de la Loa...”, se dispuso un caballo para que el virrey, bajo un rico palio, entrara en la ciudad. Desde el arco se había formado una “calle” de madera hasta la iglesia de San Martín. Desde allí proseguía con “hasta ciento y veinte arcos de plata labrada que llaman de mano, con dos columnas y el medio punto, puestos a trechos hasta las casas de su hospicio”, los cuales fueron hechos por “la indias fruteras y tenderas que quisieron recebir a Su Exc. Illma con ellos”. Todo el largo recorrido desde el primer arco triunfal hasta la iglesia mayor estaba adornado con profusión de telas, colgaduras, cuadros y tapices, vistiendo todos los que contemplaban el paso de la comitiva sus mejores galas. Algunas mujeres, señala Arzáns: “rociaban al noble acompañamiento con olorosas aguas...”.

El virrey fue recibido en la iglesia mayor por el clero secular y regular de la ciudad:

“Y la capilla cantó el Te Deum laudamus. Las suspendidas campanas de toda la villa con sus tiples, tenores y contraltos en discordante armonía la atronaban con varios sones y lo mismo ejecutaban los atabales, tambores, chirimías, trompetas, clarines y otros instrumentos sin número, instrumentos de los indios, ayudando a la bulla el estruendo militar, la grita voces...”

En la plaza del Regocijo estaba la infantería que aguardó la salida del virrey de la iglesia para disparar otra salva, tras lo cual Diego Morcillo montó a caballo y debajo del palio prosiguió por la calle del Contraste hasta llegar a su alojamiento en la casa de Francisco Gambarte. El escuadrón de infantería se quedó en la plaza donde:

“dio cuatro cargas cerradas, con sus pausas, ya enarbolando, ya calando las picas en batallón cerrado como en guerra viva al romper, que dio mucho que ver y que admirar a las matronas, doncellas y damas y demás gentío que las unas ocupaban también los balcones, ventanas, como los otros toda la plaza y almenas de los cimenterios” [Arzáns];  “entre repetida salva de la música y vítores de la plebe...” [de la Torre].

El virrey fue agasajado con diversos banquetes y festejos durante su estancia en Potosí. El domingo, día 26 de abril, recibió a distintos gremios y personalidades que le hicieron suntuosos regalos. Por la noche, los famosos minadores del cerro hicieron en su honor una lucida y costosísima máscara, la cual los cronistas nos describen minuciosamente. En ella iba:

“Un carro triunfal, con agradable música de varios instrumentos. Debajo del dosel estaba un hermoso niño que hacía a su Exc. con vestiduras preciosas, sentado en su silla, con bastón en las manos. En el carro, a sus pies, estaba el cerro de Potosí, con sus propios colores y en el resto seis niños, vestidos de ángeles, y otro en figura de niña indiana o princesa de los Ingas, con ricas vestiduras a su uso. Llegó el carro muy apenas (porque el número de gente era tan grande que por no ponerlo en duda es más justo que se calle) a confrontar con el mirador o balcón principal de la plaza, donde ya estaba su Exc. acompañado del conde... se detuvo aquel hermoso carro y entonó la música con gran destreza y melodía, y en particular el que hacía papel de princesa indiana, alabanzas a su Exc. Illm.  y luego representaron dos niños que hacían a Europa y América... todo en verso elegantísimo obra del R.P.M. Fr. Juan de la Torre, prior de San Agustín que tuvo grandes aplausos destas excelentes obras. A la mitad de aquella loa cantada, salió de la boca de una mina de aquel cerro, dispuesta al propósito, un indiesillo, vestido a la propiedad de cuando labran las minas, con su costal de metal (que llaman cutama) a las espaldas, su montera y vela pendiente della, como lo hacen en las minas... derramando del costal oro y plata batida y se torno a entrar con linda gracia que dio mucho gusto esta representación” [Arzáns]. En su Aclamación festiva, fray Juan de la Torre copia íntegro el texto de la Loa y, al igual que en la anterior, nos especifica las secciones musicales de la misma. En ella, además de las personificaciones de Europa y América, citadas por Arzáns, participan la Fama, Potosí y la Música. Acabada la representación Loa, esta fue correspondida por vítores y aplausos de la ciudadanía mientras el carro continuaba su camino. Continuaron desfilando los personajes de la mojiganga, “treinta figurones” que completaban las ciento diez figuras que formaron el cortejo y que hicieron que el virrey comentase: “haber visto en la corte de Madrid varias máscaras de caballeros, pero que ninguna de semejante riqueza, curiosidad y propiedad de papeles, y del mismo modo la engrandecieron todos [los presentes] de la Europa”.

Fray Juan de la Torre no se olvida de citar la contribución popular de la población indígena a la máscara: “porque no quedó indio del cerro que no fuese paje de hacha [de cera], aumentando enlazados con sus bailes a su usanza a la celebridad de la máscara admiración singular”. La Loa se repitió en los siguientes días, así como los banquetes y las visitas y presentes al arzobispo. El compositor de la música ocasional para estos festejos y de algunas de las obras sacras que se interpretaron pudo ser Antonio Durán de la Mota, el cual desempeñaba el cargo de maestro de capilla de la iglesia matriz de Potosí en 1716.

El miércoles 29 de abril, quinto día de la estancia del arzobispo en la ciudad, se dispusieron en la plaza del Regocijo “tablados y andamios” para los festejos taurinos. Bajó a la plaza la infantería que hizo sus salvas de honor, tras las cuales se procedió a la lidia de los toros, costeados por los “nobles azogueros”:

“Entraron los toreadores de a pie vestidos de matachines y otros con los atabales y mulas cargadas de garrochas y rejones, con cubiertas muy galanas y en ellas las armas de la villa de muy buen pincel... a las cinco de la tarde, entraron, a son de clarines, multitud de sirvientes con fuentes de colación y varios licores gustosísimos...”.

El jueves se repitieron las corridas de toros y, por la noche, por ser víspera de San Felipe y Santiago, día en que el monarca Felipe V cumplía treinta y tres años, hubo grandes regocijos, repiques de campanas, luminarias y fuegos artificiales.

El viernes, 1 de mayo, se cantó la misa solemne por el rey, con asistencia del virrey y una nutrida representación de la nobleza, del clero de la iglesia matriz y de las quince parroquias y comunidades religiosas de la ciudad, con lo que se dieron por finalizados los festejos. El arzobispo partió con su séquito el sábado, 2 de mayo, a las cinco de la mañana. Desempeñó el cargo de virrey interino solo hasta el 5 de octubre de 1716, con la decepción de los mineros potosinos que habían puesto en él todas sus esperanzas para que reforzara sus privilegios en la explotación del Cerro Rico, algo que no pudo hacer en el corto espacio de tiempo al frente del virreinato.

En esta minuciosa descripción de la entrada y estancia de Diego Morcillo Rubio Auñón en la ciudad de Potosí encontramos todos los elementos sónicos característicos de la fiesta barroca que adquieren su particular identidad de la mano de las manifestaciones populares autóctonas que se hibridan con las importadas de la metrópoli creando un paisaje sonoro propio y único. Para finalizar este evento contamos con un tercer documento de extraordinaria importancia, en este caso iconográfico. Se trata del singular lienzo de Melchor Pérez de Holguín, testigo presencial que se autorretrata pintando el evento, en el cual podemos visualizar distintas escenas de lo acontecido en la entrada y estancia del virrey en Potosí, complemento de inestimable valor a las descripciones que nos proporcionan Bartolomé Arzáns de Orsúa y fray Juan de la Torre. En este cuadro, Pérez de Holguín incorpora, en el cortejo de entrada, los trompetas y tambores citados por los cronistas, los cuales, como el resto de los personajes retratados, reflejan la diversidad étnica del Virreinato del Perú, y en la escena de la máscara un remedo del carro triunfal, solo con algunos de sus elementos, situando al lado de la puerta de la casa del corregidor a los músicos, los cuales ilustra con un cantor acompañado por dos instrumentistas que tañen un arpa y una vihuela de arco.

Source:

De la Torre, Juan, Aclamación festiva de la muy noble imperial villa de Potosí, en la dignísima promoción del Excelentísimo Señor Maestro don Fray Diego Morcillo Rubio y Auñón, obispo de Nicaragua y de la Paz, Arzobispo de las Charcas, al gobierno de estos reinos del Perú, por su virrey y capitán general, y relación de su viaje para la ciudad de Lima. Lima: Francisco Sobrino, 1716.

Arzáns de Orsúa y Vela, Bartolomé, Historia de la villa imperial de Potosí, fol. 510v-513v.

Bibliography:

Created: 13 Apr 2020
Modified: 18 Jan 2022
Referencing: Ruiz Jiménez, Juan. "Visit to the city of Potosí by the archbishop and viceroy of Peru Diego Morcillo Rubio Auñón (1716)", Historical soundscapes, 2020. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/en/evento/1115/potosi.
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Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí. Melchor Pérez de Holguín (1716)

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Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (detail viceroy). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (detail trumpets). Melchor Pérez de Holguín (1716).

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (detail trumpet and drum). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (detail drum). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (detail masque). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (video). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (audio). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Dixit Dominus. Antonio Durán de la Mota