Feast of the Holy Name of Jesus in Bahia (1565)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
The Feast of the Name of Jesus was one of the most important days of the Jesuit liturgical calendar. In this event we approach its celebration in the mission that the Company of Jesus had established in Bahia (Brazil), in which we will find the participation of three well-defined musical groups: singers, a harpsichord player and a group of indigenous flute-playing children.
Keywords
feast of the Holy Name of Jesus , vespers , pontifical mass , procession , sermon , flute , children of the college of Meninos de Jesus in Salvador de Bahía , children , music chapel , harpsichordist , Antonio Rodrigues (jesuit) , Pedro Leitão (bishop) , António Blázquez (jesuit) , crowd , Society of Jesus
La festividad del Nombre de Jesús, por razones obvias, era uno de los días festivos más importantes del calendario litúrgico para la Compañía de Jesús. Las vísperas se oficiaban el 31 de diciembre y la misa el día de la fiesta, el 1 de enero. Todas las instituciones jesuíticas del mundo preparaban estos festejos con especial cuidado, rivalizando unas con otras para dotarlos de elementos sensoriales que impactaran en la ciudadanía que acudía a ellos como espectadores con un grado mayor o menor de participación. Es en sus misiones, alejadas de las metrópolis europeas, donde su colorido y particulares señas de identidad cobran especial interés y donde a los elementos comunes de la liturgia se le adicionan otros componentes autóctonos que establecen las diferencias territoriales entre unas y otras.
En otro evento, ya di cuenta del importante papel catequístico que tuvieron los alumnos del colegio de Meninos de Jesús de Bahía, fundado en 1551 con un grupo de niños procedentes del colegio de Meninos Orfãos de Lisboa y de la pronta integración que tuvieron con los pequeños indígenas de las aldeas en las que desarrollaban su labor pastoral. Véase:
http://www.historicalsoundscapes.com/evento/1028/salvador-de-bahia/es
En esta nueva aportación, veremos los detalles de la celebración de la festividad del Nombre de Jesús en la iglesia que la Compañía tenía en Bahía, en 1565. Solo habían transcurrido quince años pero las bases estructurales de la institución jesuítica ya estaban consolidadas en la ciudad y su labor doctrinal se había extendido rápida y exitosamente a diversos nucleos de población en un área geográfica de dimensiones considerables. Es un testigo presencial, el padre António Blázquez, cronista del colegio de Bahía, el que en una carta a sus compañeros jesuitas en Portugal nos proporciona todos los pormenores del evento:
“La fiesta del Jesú se celebró acá con gran regozijo y creo que no sé si en muchas partes de la Compañía, dado que fuesen colegios muy grandes, se hiciese con más devoción… Para este día mandó el padre superintendente [António Pires] que todos los padres y hermanos que residían en las aldeas veniesen a la ciudad… El obispo [Pedro Leitão]…[asistió] queriendo él mesmo decir las vísperas de pontifical. Así que la víspera de Jesús, después de estar muy bien concertada y ataviada la iglesia, como para tal día y para tal fiesta se requería, vino su señoría… corrió tanta gente de los alrededores y poblaciones y de los ingenios que fue necesario para que pudiesen caber todos, hacerse un toldo de velas para se poder recoger todos. Vino la gente tan templano que a las doce horas del día ya estaba la iglesia abierta… Estando todo a punto, se comenzaron las vísperas de pontifical con tanto concierto y decoro y con tanta devoción y lágrimas, cuantos días ha que no tengo vistas en semejantes fiestas. Todo este espacio que duraron las vísperas, que no fue poco, por ser dichas con grande solemnidad, se vio siempre en la gente de fuera muestras de mucho sentimiento, o fuese porque la novedad del negocio lo demandaba, o la música y melodía del canto hacía subir su consideración a cosas mayores… Hubo en estas vísperas tres coros diversos, uno de canto de órgano, otro de un cravo y otro de flautas, de modo que, acabando uno, comenzaba el otro, y todos cierto con mucha orden cuando le venía su vez. Y dado que el canto de órgano deleitaba oyéndose y la suavidad del cravo detuviese los ánimos con la dulzura de su harmonía, todavía cuando se tocaban las flautas se alegraban e regocijaban muchos más los circunstantes, porque allende de lo hacer mediocremente, los que las tañían eran los niños brasiles, a quien ya de tiempo el Padre Antonio Rodriguez tien enseñado. Fue para el pueblo tan alegre este espectáculo que no sé cómo lo pueda encarecer… porque no se hablaba entonces en la ciudad en otra cosa sino de la buena crianza y enseñamiento destos niños. Acabáronse las vísperas ya muy tarde... Estuvieron confesando dende muy de mañana hasta que se comenzó la misa pontifical. Y antes de que se comenzase se hizo por nuestra castra [= claustro] una procesión, donde los padres de casa iban acompañados de su señoría, el cual iba vestido de ponticial con su diácono y subdiácono. En fin, fue tan concertada y festejada, así de cantores como de todo lo demás que no había más que pedir. Más, como arriba dije, todo el regozijo era ver los indiozicos brasiles tañer sus flautas; y ansí me dijo el obispo, porque paraban ellos un poco, que avisase al padre que dellos tenía cargo que los hicises tañer porque en esto parece que ponían mucha parte de su contentamiento. Acabada la procesión, entretanto que se revestía su señoría, se tocó un poco el cravo, con que mucho se consolaron y provocaron a devoción los circunstantes, y luego después desto se comenzó la misa de pontifical y a sus tiempos tañían las flautas y, a los suyos, cantaban los cantores sus motetes, todo cierto con mucho aire y gracia. Llegándose el tiempo para predicar su señoría, estando revestido de pontifical, subió al púlpito y hizo una predicación muy buena y de grande doctrina y de ahí por delante se prosiguió la misa... Un mercader tenía un terno de flautas muy bueno, el cual, viendo a los brasílicos tañer, se lo mandó diciendo que mucho mejor empleado sería en ellos que no en él...”.
La celebración tuvo lugar en las todavía precarias construcciones de tapial que constituían el colegio y la iglesia, las cuales no se sustituyeron por otras de mampostería hasta la consagración del nuevo templo en 1572. Como Blázquez señala, el espacio sacro se prolongó hacia el exterior delimitado por el toldo confeccionado con lienzo de velas que protegería a la numerosa población asistente de los rayos del sol.
A lo largo de toda la crónica de la fiesta se destaca el efecto edificante y emocional causado por la música, en la que pueden diferenciarse nítidamente tres planos sonoros distintos que, en las vísperas y en algunas secciones de la misa, pudieron, a tenor de la crónica, tocar alternatim los versos de salmos, magnificat, kyries, etc. El primero, el de la capilla de música, constituida por cantores que no sabemos si estaban ligados al colegio de la Compañía, a la catedral o al propio obispo, pero que aconpañaron tanto las vísperas como la misa, en la cual interpretaron algún motete. El segundo, la música instrumental interpretada en el “cravo”, es decir un clave, igualmente por un personaje que no conocemos y que sustituiría al órgano, un instrumento con el que posiblemente todavía no contaban. El tercero, el contituido por las flautas tañidas por un grupo de niños indígenas, los cuales habían sido instruidos por el jesuita Antonio Rodrigues. Se conservan distintas referencias a la labor docente de este músico jesuita con niños a los que enseñaba “muy buenas costumbres, como es ayudar misa, cantar y dicer la doctrina en casa de sus parientes”. La filia de la población local por la música jugó, desde un principio, un importante papel en la labor evangélica que desempeñó la Compañía de Jesus en especial en sus misiones establecidas en el Nuevo Mundo.