Bullfights and juegos de cañas at the Plaza Mayor in Valladolid (1592)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
On July 11, 1592, on the occasion of the visit of Felipe II to Valladolid, the city entertained the monarch with bullfights and juegos de cañas that took place in the Plaza Mayor. Jean de L'Hermite, valet to King Philip II, and Enrique Cock, royal archer, provide us with a detailed account of these festivities that culminated in a failed pyrotechnic show.
Keywords
bullfights , juegos de cañas (mock tournaments fought with bulrushes) , pyrotechnic devices , street music , heraldic music , bustle in the street , sound of animals , Felipe II (king) , Jean de L'Hermite (valet to King Felipe II) , Enrique Cock (royal archer) , city council , citizens , Juan Téllez-Girón y Guzmán (2nd Duke of Osuna , Pedro de Toledo (5th Marquis de Villafranca) , Luis III Enríquez de Cabrera Mendoza (8th Admiral of Castile, 4th Duke of Medina de Rioseco)
Jean de L'Hermite, ayuda de cámara del rey Felipe II, en Le passetemps, nos proporciona una de las escasas imágenes que tenemos de uno de los entretenimientos más destacados en las principales fiestas urbanas que desde la Edad Media se celebraban en las coronas hispanas: los juegos de toros y cañas. La ilustración acompaña a una minuciosa descripción del espectáculo que la ciudad de Valladolid ofreció al monarca Felipe II con ocasión de la visita realizada durante el veranode 1592, acompañado del príncipe heredero don Felipe y de la infanta Isabel Clara Eugenia. Los juegos de toros y cañas que nos ocupan en este artículo tuvieron lugar el 11 de julio. La plaza, reconstruida tras el voraz incendio de septiembre de 1561, se limpió y cubrió con arena procedente del lecho del Pisuerga. Se cerraron todas las entradas y se instalaron los toriles y tres tablados forrados de tela verde para asistir al festejo. La familia real se acomodó en las ventanas del ayuntamiento, el cual fue adornado efímeramente para la ocasión. El espectáculo comenzó con la presentación de las doscuadrillas más destacadas que posteriormente participarían en el juegos de cañas, la de Juan Téllez-Girón y Guzmán, IIduque de Osuna y I marqués de Peñafiel, y la de Pedro de Toledo, V marqués de Villafranca: “ayant devant eulx 80 laquays de leurs livrées et un chascun en main plusieurs cannes ou roseaux, fust commandé à son de trompettes et esclarions [= clarions] qu’on deust laisser sortir le premier tourreau”. Las otras cuatro cuadrillas que completarían el número de seis estaban capitaneadas por Luis III Enríquez de Cabrera Mendoza, primogénito del VII Almirante de Castilla, Luis II Enríquez de Cabrera; por el segundo de sus hijos, Diego, caballero de la orden de Santiago y por los dos corregidores de la ciudad, “le vieu et le moderne”. El juego taurino se prolongó durante “trois ou quatre heures” hasta que se ordenó que comenzara el juego de cañas y es objeto de una dura crítica por parte de L'Hermite:
“A quoy tout le monde reprint nouveau couraige, pour s’estre lassé de ce précédent, triste et pernitieulx spectacle, qui plusost se debvroit user entre les Barbares que les chrestiens; car n’y a jamais semblable feste bien louée, qu’il n’y en ait eu trois ou quatre morts en la place”.
En el intermedio y al final de la jornada, se sirvió una rica colación a la familia real. L'Hermite compara y establece diferencias entre el juego de cañas y el que los franceses denominan “jouer à la barre”, el primero a caballo y el segundo a pie. Las cuadrillas, tras recorrer el perímetro de la plaza y realizar tres carreras de presentación, se enfrentaban por parejas, una de ellas ataviada a la morisca y con sus características adargas para la defensa. El contexto sonoro de estos juegos de cañas aunaba los toques de trompetas y atabales, el impacto de las cañas contra los escudos, el galopar de los caballos, el griterío de la ciudadanía animando a los combatientes, todo lo cual alcanzaría un volumen de decibelios nada despreciable. El grabado de L'Hermite recoge, en los laterales derecho e izquierdo, dos grupos de dos trompetas y otros dos de lo que parecen dos atabaleros.
Terminado el juego de cañas, tuvo lugar lo que debía haber sido una grandiosa demostración pirotécnica que abrió un toro encohetado. Un castillo de mimbre, suspendido en el centro de la plaza, defendido por figuras que portaban cañones de latón, debía ser abordado por dos galeras con similares cañones que partían de las casas que flanqueaban el ayuntamiento, al tiempo que se quemaban los cohetes de su interior, todo ello movido por una compleja red de poleas y maromas, las cuales se quemaron al prenderlos, precipitando al suelo todo el dispositivo y desluciendo el costoso espectáculo.
El relato de Enrique Cock, arquero real, en su Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592, es similar, sin que aporte más detalles relevantes a los ya señalados.