Rogation and procession with the Virgin of Guadalupe celebrated for the plague of locusts in 1755
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
Rogation and procession with the Virgin of Guadalupe celebrated for the plague of locusts in 1755.
Keywords
rogation procession , mass , ephemeral architecture , thunder , the pealing of bells , ringing of a little bell , dawn tolling , Sub tuum praesidium (motete) , Christmas song (villancico) , vespers , fabordon , compline , Ave Maris Stella (hymn) , Quem terra pontus... adorant (hymn) , O gloriosa Virginum (hymn) , the violin family , magnificat , Laetatus sum (psalm 121) , salve , Te deum laudamus (hymn) , confraternities project , sacred concert , Manuel de Zafra (Hieronymite monk) , Hieronymites , music chapel of the royal monastery of Nuestra Señora de Guadalupe , Domingo de Santiago (chapel master, organist, composer) , José de Nebra (composer) , Pedro Rodrigo (chapel master, composer) , organist , wind players , shawn player , recorder , transverse flute player , harpist , violin player , brothers , confraternities , disciplinants
Fray Manuel de Zafra, fraile del monasterio de Guadalupe, nos ha legado una pormenorizada relación de todos los preparativos, adornos, celebraciones litúrgicas y procesión que tuvo lugar en ese cenobio jerónimo, el 1 de junio de 1755, por la plaga de langosta que asolaba las regiones de Extremadura y Andalucía: Día festivo de Nuestra Señora de Guadalupe… Madrid: Antonio Marín, 1755.
Señala Manuel de Zafra que las salidas procesionales de la Virgen de Guadalupe “al atrio y puerta de la iglesia” eran muy escasas, precisando que habían sido seis en el siglo XVII y una en la primera mitad del siglo XVIII. Fue la ciudad de Trujillo, tras intentar combatir la plaga de langosta que la asolaba con los medios que tenía, la que solicitó al monasterio la manifestación pública de la Virgen de Guadalupe, como ya lo había hecho por similar causa en 1711, en una carta fechada el 5 de mayo de 1755. Tras una primera negativa del monasterio, por no considerar la causa extrema y no venir la demanda directamente del rey, la ciudad de Trujillo volvió a insistir en una segunda misiva de 19 de mayo de ese mismo año. En esa fecha, ya se tenían noticias de que la plaga estaba afectando a otros lugares en las citadas regiones, por lo que la comunidad jerónima accedió a lo que se le pedía, especificando que necesitaba ocho días para ejecutar todos los preparativos.
Durante esos ocho días previos al 1 de junio, se mandó:
“Se dijese misa por la mañana por la comunidad, y después de nona se hiciese procesión de rogativa, con asistencia del clero, a que se había de seguir misa votiva solemne, cantada por los RR.PP. ex-priores y ancianos, y oficiada por la comunidad y capilla, como en las festividades clásicas se usa… que en los días veinte y seis, veinte y siete y treinta, después de completas, que se cantaría ya noche, hubiese disciplina… y que en el día primero de junio, destinado a la rogativa, todos los monjes aplicasen las misas por la intención presente”.
Se encomendó el exorno del claustro, de la iglesia y del atrio a diversos monjes, niños del seminario y mozos de oficios y aparecen en su descripción diversas alusiones expresas a los sentidos de la vista y el olfato. En el caso de la música, se hizo el encargo: “al padre maestro de esta real capilla fray Domingo de Santiago (1707-1757), quien, si se admira la más fiel imitación de su maestro el celebérrimo Enebra en el manejo del órgano, no se distingue en la unión de proporciones y composiciones músicas de su maestro el singular compostelano Rodrigo”. Los músicos citados deben ser uno de los organistas de la familia Nebra, probablemente José de Nebra, y Pedro Rodrigo, maestro de capilla de la catedral de Santiago de Compostela entre 1722 y 1744. El sermón se encargó al cronista de este relato, el padre Manuel de Zafra.
En el atrio, se dispuso una gran plataforma (“theatro”) elevada a la altura de la puerta principal, lo cual permitía evitar la escalinata a los que portaban la Virgen en las andas durante su salida al exterior del templo. Se especifica que: “quedaba suficiente sitio delante del altar para los que habían de servir en él y para toda la música”. Sobre los capiteles de las columnas que formaban la compleja estructura que se construyó en el atrio para depositar la imagen y situar el altar había “dos chicotes con instrumentos músicos”.
La climatología no acompañó la jornada del día 1 de junio, ya que amaneció “todo cubierto de nubes, que después se explicaron en los temporales de las cuatro estaciones, pues en él hubo agua, granizo, nieve y sereno”. Se despejó un rato durante la tarde, lo que permitió el que la imagen pudiera salir al atrio para su exposición pública.
La mañana del día 1, se había dispuesto en el altar mayor de la iglesia un “teatro/trono” para colocar en él las andas y la superficie sobre la que se depositaría la imagen de la Virgen de Guadalupe, la cual se desplazaría a este lugar desde la tribuna en la que habitualmente se encontraba, “dicha nona, a cosa de las ocho de la mañana... en un carro pequeño”, acompañada del prior y otros monjes revestidos de capas y dalmáticas. En este desplazamiento:
“Resonaron campanas y órganos en voces tan altas y tantas que no nos dejaban percibir lo que decían. Jamás se vio el ruido más acorde, ni la confusión más agradable. Así estuvieron formando del aire gustosas consonancias, hasta que el sutil ruido de una campanilla de plata callaron campanas y órganos y en su pausa nos dijeron que habían tocado al alba las Ave Marías… [a continuación] cantó la música el motete Sub tuum praesidium, dispuesto al asumpto a ocho. Se traducía algo en las voces, la turbación y algún suspiro, que en las pausas libró su libertad, excitaba de nuevo el ánimo. Volvieron a tocar campanas, órganos, chirimías y otros instrumentos… para saludarla en su trono, cantó de nuevo la música el villancico siguiente, compuesto a ocho con violines, flautas y otros instrumentos”.
Como veremos, el cronista copia íntegros los textos de los distintos villancicos que se cantaron a lo largo de toda la jornada.
Villancico I:
Introducción a 4: ¡Qué clamor! / Estribillo a ocho: “Resuene el pregón” / Recitado a dúo: “Baja, divina Ester, del alto trono” / Coplas: “Si Ester, soberana”.
Terminado el villancico: “sonaron de nuevo los órganos, en tanto que los monjes subían al coro y el Rmo. prelado mudaba en la sacristía la capa en casulla para comenzar la misa. Esta se cantó por la capilla con la misma solemnidad que en día de la fiesta mayor de esta imagen”.
Terminada la misa, la imagen estuvo escoltada por grupos de cuatro monjes que se fueron relevando hasta la hora de vísperas: “en cuyo intervalo la música tuvo siesta [= concierto sacro] a su majestad”. A las dos de la tarde se cantaron las vísperas solemnes a ocho voces: “alternando los psalmos con fabordones del órgano y chirimías”. Acabadas completas, se prepararon todos para la procesión: “tomó capa el Rmo prelado y se vistieron los ministros de los más preciosos ornamentos, otros diez monjes tomaron capas, seis para el palio y cuatro para cantores. Otros ocho vistieron dalmáticas, seis para llevar las andas de su majestad y dos para incensar en la procesión”.
El cronista, de nuevo, ensalza la importante función que la música desempeñó en toda la jornada de rogativas:
“Fiose mucho a la música en este día, porque si es verdad, conocida aún por gentiles ciegos que
Musica turbatas animas, aegrunque dolorem
sola levat, merito divunque, hominunque voluptas:
qua sine nil jucundum, nec amabile quicquam.”
Este día en que nos hallamos con el justo dolor de ver perecer todos nuestros frutos, cuyo sentimiento llegaba ya a turbar los ánimos inquietos en los arbitrios, tomamos, entre otros, el de templar los enojos con la lira, porque si esta tuvo tal virtud que lanzó de Saúl al espíritu malo, sus consonancias nos atraerán el bueno. Bemoló y suavizó tanto sus puntos la música este día que fue deleite y embeleso”.
Durante la preparación de la procesión “tocaron los órganos varias pausas”. La comitiva estaba encabezada por los niños de la hospedería, a los que se unieron otros del pueblo y la comarca, los cuales portaban los siete estandartes de las cofradías “de esta puebla”. A continuación iban los cofrades de la cofradía de la Santa Pasión, “vestidos con sus sacos y hábito de penitencia”. Después se situó la manga de cruz parroquial, acompañada de ciriales, que precedía a los miembros del seminario, los cuales sobre las becas llevaban roquetes blancos. Seguidamente se colocaron los miembros del clero con sobrepellices y los hermanos de la comunidad jerónima, a los que se incorporaron curas del arzobispado del Toledo y de otros lugares que acudieron a este acto de rogativas. Delante de la imagen de la Virgen, se situaron doce seminaristas con dalmáticas y ciriales de plata con sus velas; cerrando la procesión iba “la justicia secular” y algunos caballeros militares que asistieron al acto.
Tras incensar el prelado el altar mayor, la capilla de música volvió a interpretar el motete Sub tuum praesidium y el corrector mayor del canto inició “el meloso” himno Ave maris stella, alternando los coros con la música hasta la primera estación, en la cual, cesaron las campanas para que se cantase el segundo villancico, también a ocho voces, “con violines y flautas”.
Villancico II
Estribillo: “Por mar, y tierra sitiada” / Grave: “De plaza sitiada” / Recitado a dúo: “Peregrina nave” / Coplas: “Posible es, Señora”.
Los textos de los villancicos hacen alusión a la plaga y a las súplicas en auxilio divino para que la Virgen intercediera en su cese, recogiendo el cronista la emoción que suscitó su interpretación:
“Causó los efectos más tiernos la repetición de los coros a unisonus Clemencia, Señora, y los niños cantores que por su inocencia y voz parecían unos angelitos, repetían lo mismo de rodillas, hiriendo con sus tiples los corazones más distraídos”.
En el tránsito de la primera a la segunda estación se canto el himno mariano Quem terra pontus… adorant. Dispuesta la imagen de la Virgen sobre la mesa que se había preparado: “cantaron a dúo con flautas traveseras, arpa y violón, entre un tenor y un tiple, así dulce como halagüeño” el tercer villancico.
Villancico III
Recitado: “No nos mueve, Señora, a que rendidos” / Coplas: “A Vos, Morenita hermosa” /
Durante el traslado de la segunda a la tercera estación, se cantó el himno O gloriosa Virginum. Dispuesta la imagen, de nuevo, en la mesa correspondiente: “cantó una voz sola, tierna y amorosa, acompañada de flautas dulces, arpa y violón, la canción siguiente”.
Villancico IV
Estribillo: “Huyendo de la justicia” / Coplas: “Cansados de malos años”.
De nuevo, Manuel de Zafra nos deja un comentario al impacto emocional que la música provocó en el auditorio: “la dulzura de las flautas, el llanto de la música y la terneza con que la voz cantó esta letra movió los corazones más empedernidos, pues al repetir Ay, dulce esperanza, &, no se oían sino suspiros tiernos”.
En el tránsito de la imagen por la capilla mayor para dirigirse ya al exterior, el padre corrector mayor del canto entonó elmagnificat, que cantaron alternando los versos el coro, la capilla de música, los ministriles y los órganos.
La plaza exterior había sido adornada por el pueblo y en ella, enfrente de la estructura colocada en el atrio, se habían dispuesto todas las imágenes de las distintas cofradías que había en él, “vestidas de gala”. La tormenta (“truenos”) había cesado y se dispuso la imagen de la Virgen de Guadalupe en el trono que se había previsto para ello. En ese momento, la capilla de música cantó un nuevo villancico “a ocho, con flautas”.
Villancico V
Introducción: “Cual otro Egipto se mira” / Estribillo: “Qué hemos de hacer, mortales” / Recitado a dúo: “Piedad, Señora, en ecos doloridos” / Canción sola y unisonus: “Hermosa serrana” / Coplas: “Si allá en el Egipto”
El cronista insiste en el poder de la música para mover los afectos: “No puede con facilidad explicarse la conmoción que causó esta música en los corazones de infinidad de sujetos que se hallaron presentes en el atrio y plaza, con especialidad aquella repetición de coros Piedad, piedad, Señora, muévante a compasión nuestras desgracias”.
Arrodillados, el padre corrector del canto entono el verso Monstra te esse Matrem del himno Ave maris stella. Terminado el verso y la oración, la procesión regresó con la imagen de la virgen a la iglesia y la depósito en su trono del altar mayor, mientras se interpretaba el salmo Laetatus sum, “acompañando los órganos con sus fabordones”. Una vez terminada la procesión, se cantó otro villancico “con flautas dulces”.
Villancico VI
Estribillo: “¡Ay!, Montañesa hermosa” / Coplas: “Quién no se admira, viendo”
En el traslado a su tribuna, tocaron los órganos y, a la mañana siguiente, a manera de despedida, se le canto “una salve solemne, compuesta a ocho, con flautas dulces y variedad de instrumentos”. Finalizada esta se corrieron las cortinas que ocultaban la imagen.
Manuel de Zafra deja constancia como después de los actos celebrados, según testimonios de “sujetos fidedignos”, la plaga de langosta comenzó a remitir: “viéndose mucha muerta en los campos y correr en los arroyos, sino es que estaba lánguida y enfermiza la que quedaba”. Dispuso el padre prior que, sin más dilación, al domingo siguiente (día 13 de junio) se cantara en procesión el himno Te Deum laudamus y se oficiara la misa de acción de gracias con la misma solemnidad que el día de la procesión.
Al final del libro de Manuel de Zafra, se incluye un extenso poema en octavas reales en el que se describen, en verso, las ceremonias religiosas del día 1 de junio de 1755, escrito por Francisco Machuca y Vargas, abogado de los Reales Consejos, natural y vecino de la Puebla de Guadalupe, el cual fue testigo presencial de los actos celebrados.