Procession of the transfer of the image of Our Lady of the Aurora to the convent of San Gregorio Bético in Granada (1698)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
In 1698, the community of minor clerics of the convent of San Gregorio Bético granted the Rosarian brotherhood of Our Lady of the Aurora the chapel of San Roque so that they could settle there. Once the licence was obtained, on 8 May, Ascension Day, the devotional image of the brotherhood, a work of Bernardo de Mora, father (1614-1684), was solemnly transferred to its new location. A text printed in verse, written by one of the brothers of the confraternity, Felipe Santiago Zamorano, allows us to know the details of this event.
Keywords
procession , procession for the transfer of images , the pealing of bells , ephemeral architecture , musket salute , bustle in the street , sermon , odoriferous elements , confraternity of Our Lady of the Aurora , Clerics Regular Minor , Felipe Santiago Zamorano , bell-ringer , clarion player , drum player , nobility , brothers , children , music chapel
En 1698, la comunidad de los clérigos menores del convento de San Gregorio Bético concedía a la cofradía rosariana de Nuestra Señora de la Aurora la capilla de San Roque para que se asentaran en ella. Obtenida la licencia pertinente, el 8 de mayo, día de la Ascensión, se procedía al traslado solemne de la imagen devocional de esta corporación, obra de Bernardo de Mora, padre (1614-1684), a esta nueva ubicación. Se ha conservado un impreso con una descripción, en verso, de este traslado que nos permite conocer innumerables detalles de cómo transcurrió la jornada, la cual fue escrita por Felipe Santiago Zamorano, hermano de esta cofradía: Compendio de la magnífica pompa… con que se colocó la perfectísima imagen de la Emperatriz de los Ángeles con el título de la Aurora en el templo de señor San Gregorio el Bético. Era hermano mayor de la corporación Juan Jiménez de Carvajal y mayordomos Antonio de Espinosa y Juan Antonio de la Torre, sobre los que recayeron la organización y los gastos ocasionados. El pliego esta dedicado a José del Peral que era el prepósito del citado convento.
Para solemnizar el acontecimiento, la cofradía había solicitado al cabildo de la catedral el tañido de las campanas de la torre, accediendo los capitulares a la petición, pero dejando constancia de que hacían una excepción: “cuando pase Nuestra Señora de la Aurora por esta Santa Iglesia se repique con todas las campanas y cesen luego que acabe de pasar la imagen, y esto sin que sirva de ejemplar para otra ocasión”.
La imagen se había trasladado al convento de franciscanas del Ángel Custodio desde donde partiría la comitiva, la cual, como era habitual, iba precedida de “armónicos clarines y las cajas belicosas”, a los que seguía el estandarte que portaba Manuel Cañaveral, marqués de Benalúa, llevando las borlas Pedro Lomelín, marqués de Campotéjar, y Antonio Álvarez de Bohorques, marqués de Trujillo. El cortejo estaba formado por: “la nobleza granadina”, “los rosarios de las ilustres parroquias… todos con blancas antorchas” y “un bello escuadrón de niños”, los cuales iban con ricos vestuarios y portaban textos de la “Sagrada Historia”, encabezados por uno “en traje de turco”. Entre esta pléyade de niños y niñas que representaban multitud de personajes, encontramos: a doce sibilas, ángeles, personajes bíblicos como Ester, la reina de Saba, Abigaíl y Judit, personificaciones de los “quince sacros misterios del rosario” (gozosos, dolorosos y gloriosos), santos como María Magdalena, Santa Teresa y San José, a la “Aurora María” y los arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel. Los responsables de los textos que llevaban estos personajes fueron el padre Sevilla y el padre Pedro Fernández.
Delante de la imagen de la Virgen de la Aurora, iba “un artificial navío, exhalando viento en popa aromas”, que sumaba un nuevo elemento sensorial olfativo. La efigie iba portada a hombros de varios hermanos cofrades: “acompañada de los instrumentos, los Orfeos con sonoras cláusulas cantan a punto, por ser música de solfa”. Presidía la comitiva la comunidad de clérigos menores, acompañados de los cofrades de la Aurora.
Al convento del Ángel Custodio se habían trasladado también la talla de San Miguel Arcángel y la de San Gregorio Bético del convento de clérigos menores para que fueran delante de la imagen mariana. Aparecen otras figuras menores, como la “serpiente” que iba detrás de San Miguel, o el “Dulcísimo Jesús”.
El cortejo realizó el siguiente itinerario: saliendo del convento del Ángel Custodio, subió a calle Elvira para dirigirse a Plaza Nueva y de allí, por la calle Zacatín, bajó hasta la Plaza de Bibarrambla. Entró en la catedral por la puerta frontal, para salir por la puerta del Perdón y continuar por la calle San Jerónimo; subió por la calle San Juan de Dios hasta el Triunfo de la Inmaculada y, tras pasar por delante del convento de la Merced, atravesó el arco de Elvira para seguir esta calle ascendiendo finalmente por la calle de la Calderería Nueva hasta el convento de San Gregorio Bético.
Todo el recorrido fue adornado con “altares, arcos y fuentes” efímeras. En el Zacatín, se había colocado una figura de un ángel que por la boca lanzaba “cédulas blancas y rojas en aplauso de María”.
Al llegar la procesión a Plaza Nueva, desde la Alhambra se hicieron salvas de mosquetes y en la plaza de Bibarrambla el arzobispo se asomó al balcón de su palacio “echando mil bendiciones”. Todo el recorrido estuvo muy concurrido: “el concurso fue tan grande, en la estación espaciosa, que la ciudad de Granada pareció una Babilonia”. No llegó la procesión a San Gregorio Bético hasta las diez de la noche, colocándose la imagen en su capilla, acompañada por la música que había ido en el cortejo.
Los actos festivos continuaron desde el viernes hasta el domingo: “con sonora música, luces, fragancias, sermón y sagrada pompa”. El sermón del viernes estuvo a cargo del visitador provincial de la orden, el padre Juan de Zafra, el sábado y el domingo lo hizo el padre José de Muesas.
El texto se cierra dando cuenta de un milagro obrado sobre una niña y de las principales actividades devocionales de la cofradía de la Aurora que eran el rezo callejero del rosario y la vía sacra que recorrían todos los viernes al Sacro Monte.