Jerusalem, ninth stage of Francisco Guerrero's journey to Jerusalem (1588)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
Jerusalem, ninth stage of Francisco Guerrero's journey to Jerusalem (1588).
Keywords
journey , Itinerary of Francisco Guerrero's journey to Jerusalem , Francisco Guerrero. El viaje de Jerusalén , mapping Francisco Guerrero , Francisco Guerrero (composer, chapel master) , Francisco Sánchez (musician) , Atala (traslator) , Baptista (traslator) , franciscans friars , Order of Discalced Franciscans , Gian-Battista de Montegiano (franciscan, Custos of the Holy Land) , Jean Zuallart (mayor, pilgrim)
En la jornada de Rama a Jerusalén, Francisco Guerrero y sus compañeros de viaje sufrieron la extorsión de diversos grupos de “alárabes” que no estaban bajo la jurisdicción del “Gran Turco” y que con sus arcos y flechas los asaltaron en varias ocasiones. Gracias a su traductor, Atala, se contentan con pequeñas sumas de dinero, “cuatro o seis reales, por todos”, permitiéndoles continuar su viaje. Para los cronistas del siglo XVI y XVII, “el Gran Turco” era la cabeza visible del Imperio otomano, en 1588, Murad III, conocido por los cristianos como Amurates III. Bajo su autoridad se encontraban todos los territorios palestinos de Tierra Santa.
Guerrero refiere que por el camino vieron “muchas iglesias no del todo arruinadas que con facilidad y poca costa podían ser reparadas”. Entre los edificios antiguos, cita, sin más detalle: “el que decían ser la casa del buen ladrón”. Las referencias a Dimas, el buen ladrón, en los evangelios canónicos son muy escasas. Únicamente San Lucas se detiene en esta figura que, sin nombre propio, en la crucifixión, le dice a Jesús: “acuérdate de mi cuando llegues a tu reino”, a la que Jesús respondió “de cierto te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 39-43). En los apócrifos del Evangelio de Nicodemo o Hechos de Pilato y en el Protoevangelio de Santiago, se identifica a Dimas como el buen ladrón. La tradición cristiana situaba la casa en la que había nacido San Dimas en la localidad de Latrún, por donde pasaba la ruta que llevaba a los peregrinos a Jerusalén.
Guerrero señala que vieron también las ruinas de “Modin, tierra y patria de los Machabeos”. Desde la Edad Media, se emplazaba Modin en Soba (Tel Tzuba) y así se creía todavía por los peregrinos de la segunda mitad del siglo XIX (Ángel Bácia Pavón, Viaje a Tierra Santa en la primavera de 1888. Madrid: Imprenta M. Tello, 1889, p. 83). Estas ruinas, en realidad, eran las de un antiguo castillo cruzado. El emplazamiento del sitio arqueológico de Modin presenta a día de hoy una cierta controversia. Los restos descubiertos en las excavaciones llevadas a cabo en Umm el-‘Umdan, en la moderna ciudad de Modi’in, por Shlomit Weksler-Bdolah y Alexander Onn, en la primera década de este siglo, les llevaron a ubicar en este lugar, a unos 32 km al noroeste de Jerusalén, la patria de los Macabeos.
En algunas ocasiones, Guerrero se detiene en describirnos con detalle ciertos personajes con los que interaccionó en su viaje. En esta etapa, lo hace con “un turco” que se acercó a ellos en un lugar en el que habían hecho una parada para reposar y comer, pasado el medio día, a solo ya cuatro leguas de Jerusalén, bajo unos olivos y en el que había una fuente:
“Estando comiendo lo que llevamos de Rama, a este tiempo llegó un turco a caballo, y él comió sin apearse lo que le di de mi mano, estúvele mirando su buen talle, y el buen donaire que traía para la guerra. Él traía una lanza y cimitarra y un arcabuz, y arco y saetas, y una porra, donde había ocho navajas, y daga y martillo, a mi parecer podría entretenerse con diez enemigos y aún matallos, vean si es menester ir bien en orden los que fueren contra esta gente”.
Ubica el lugar de ese encuentro junto “a un valle que se llama Terebinthi, donde David mató a Golial Philisteo” ( Samuel 17: 2, 9) e incluso hace referencia a que atravesaron el conocido como arroyo Terebinto: “pasamos un rio que casi no llevaba agua, adonde yo imaginé que David cogió las piedras que puso en su zurrón con que hizo su batalla con el gigante. Aquí hay una puente medio destruida que debió ser hermoso edificio”. Según Miquel Matas, en la Devota peregrinación (1604), este lugar estaba a unas tres leguas (unos 12 km) de Jerusalén y los locales le llamaban “Culunia”. Como ocurre en numerosas ocasiones, las distancias que proporcionan los distintos viajeros desde los mismos puntos geográficos de referencia presentan las lógicas diferencias derivadas de las fuentes de información que tuvieran o de percepciones establecidas con mayor o menor grado de fundamento.
El paso por este enclave es citado de la misma manera por otros peregrinos, entre ellos el ya citado Bácia Pavón, fray Eugenio de San Francisco (1703-1704, Itinerario y segunda peregrinación a Jerusalén, Sevilla, Lucas Martín de Hermosilla, 1712, p. 61), que dice se encuentra a media legua de Jerusalén, y fray Juan del Sacramento (Viaje y peregrinación de Jerusalén, Lisboa, Domingo Gonsales, 1744, pp. 84-85), el cual lo sitúa “como [a] tres leguas de Modin [Soba]”. Este lugar se ubica en la actual Qalunya (= Kulonieh = Qaluniya), a unos seis kilómetros al oeste de Jerusalén. El riachuelo era el wadi Beit Hanina.
La clave de su identificación está en un grabado contemporáneo al viaje de Guerrero que se imprimió en el Il devotissimo viaggio di Gerusalemme de Jean Zuallart (Roma: Francesco Zanetto & Giacomo Ruffinelli, 1587). Zuallart realizó el viaje a Tierra Santa en 1586, acompañado de Philippe de Mérode, baron de Frentzen, y de otros peregrinos. En 1608, se publicó en Amberes la traducción francesa del texto, acompañada de la misma colección de grabados, con el título Le tres devot voyage de Jesusalén. Uno de estos grabados tiene como título “Vallis Terebinthi” (p. 121 de la edición italiana; libro III, p. 23, edición flamenca). En la ladera del valle, se sitúa “Calonia” y en él podemos ver la fuente, el riachuelo y el puente al que aluden los peregrinos (véase recurso). Actualmente, el valle del Terebinto (en alusión a alguno de los árboles del género Piscacia: Pistacia terebinthus L. o Pistacia atlantica Desf.), conocido también como valle de Ela, se sitúa a unos 40 km de Jerusalén, al suroeste, muy alejado del que acabo de identificar y de la ruta de Jafa a Jerusalén.En su narración, todos los viajeros citados inciden que pasado el arroyo subieron “una grande cuesta que duró una legua”. Después de la subida de la cuesta, se produce uno de los momentos más emotivos del viaje:
“En lo alto está llano, aunque es pedregoso… desde aquí descubrimos un pedazo del muro y las torres del castillo, luego que lo vimos fue tan alegre vista y tan extraordinario el contento que todos los peregrinos latinos y griegos nos apeamos, besando muchas veces la tierra, dando mucho loores a Dios y mil suspiros devotísimos, diciendo cada uno su devoción a la sancta ciudad, reiterando muchas veces Urbs beata Hierusalem”.
El muro y las torres del castillo al que Guerrero hace mención son ya de la ciudad de Jerusalén, probablemente la puerta de Jaffa y la torre de David. Matas precisa que desde lo alto de la cuesta hasta Jerusalén:
“Noya sino algunes dos o tres milles poch mes… Esta ditxosa ciutat esta posada y asentada sobre del monte Sion, mirant al llevant, y pendent sobre la vall de Iosaphat, y axi quant se descobre se veu solament un poch de muralla, y lo castell que esta al costat del portal que es la fortaleza, y part de una torreta a manera de campanar de una mosquea, y antes de arribar per lo cami verem moltes sepultures de turchs molt ben acabades”.
Zuallart recoge en otro de los grabados de su libro también esta escena (p. 123 de la edición italiana; libro III, p. 25, edición flamenca). En este enclave, los franciscanos, que tenían noticia de la llegada del grupo de peregrinos con el que viajaba Guerrero, enviaron a su encuentro a su trujamán Baptista, un cristiano “que sirve de lengua a los frailes con los moros y turcos que habla italiano”, para que los acompañara hasta las puertas de la ciudad. Se confirma también en este pasaje que el italiano fue el idioma que Guerrero y Sánchez usaron habitualmente para comunicarse, como ya se ha visto en otras etapas del viaje.
En la puerta de Jaffa, tuvieron que esperar una media hora hasta que “el padre guardián [fray Gian-Battista de Montegiano], que es el que el Papa tiene puesto por cabeza de los latinos,” les mandó dos frailes italianos que los saludaron y les comunicaron que debían aguardar hasta que “los turcos” les diesen licencia de entrada. Llegados estos últimos, les revisaron el equipaje y pagados los dos cequíes de oro (1.020 maravedís) que les pidieron pudieron ingresar en la ciudad, separándose en este punto de sus compañeros peregrinos griegos, “más caseros y vasallos del gran Turco”, los cuales se fueros a ver a su “patriarca”. El grupo “latino” de Guerrero era de seis personas. Llegaron a Jerusalén el 22 de septiembre de 1588, precisando el compositor que habían tardado treinta y siete días desde Venecia.
Véase también: https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1615/jerusalen.