Procession of the transfer of the image of Our Lady of Grace and the Blessed Sacrament to the new temple of the Discalced Trinitarians of Granada (1635)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Abstract

On 13 September 1635, the image of Our Lady of Grace and the Blessed Sacrament was transferred to the new temple of the Discalced Trinitarians in Granada in a solemn procession that exemplifies the sensorial elements characteristic of this type of event.

Keywords

procession for the transfer of images , feast of the dedication or reopening of a church , proclamation of the feast , announcement , the pealing of bells , to shout , bustle in the street , cheers , ephemeral architecture , pyrotechnic devices , illuminations , dances , dance of the devils , Order of Discalced Trinitarians , Order of Calced Trinitarians , Third Order of Saint Francis , city council , Pedro de Molina (deán) , Juan de Fonseca (veinticuatro) , children , priest , drum player , clarion player , shawn player , drum player , nobility , horses , tarasca (dragon) , giants , fife , music chapel , birds


Finalizada la obra del nuevo templo de los trinitarios descalzos de Granada, en julio de 1635, se planificó el traslado al mismo de la imagen titular de Nuestra Señora de Gracia y del Santísimo Sacramento. Tras la discusión pertinente, el cabildo de la ciudad y la comunidad trinitaria decidieron que ese traslado se llevaría a cabo el 8 de septiembre, haciéndolo coincidir con la festividad mariana de la Natividad de la Virgen. Esta procesión sería el punto de partida de los festejos que seguirían para celebrar la dedicación del templo que incluyeron un octavario solemne, fiestas de toros y cañas y un certamen poético y literario, de los que me ocuparé en otro artículo.

El jueves 2 de agosto, tuvo lugar el desfile de proclamación de los festejos, con los elementos sónicos habituales y el recorrido por las principales calles y plazas de la ciudad:

“A las doce del día señalado, dieron aviso las campanas, cajas, clarines y chirimías con multitud de cohetes rompiendo el aire; daban sus truenos voces y gritos que excitaban el ansia de ver ya roto el nombre y hecho público lo que tanto deseaban. Serían las cinco de la tarde cuando se dio principio a la marcha con los clarines, chirimías y atabales, a que seguía toda la nobleza a caballo… coronado el lucido concurso el nobilísimo don Juan de Fonseca que con el rojo estandarte tremolaba en señal de tan glorioso triunfo… Llegó lo lucido del paseo a la plaza de Bibarrambla, donde por lo dilatado del sitio esperaba toda Granada… al oír el pregón que publicaba la translación, fiestas y certamen fue tal el alborozo que prorrumpiendo en gritos, voces y víctores todo era una confusión festiva y alegre. De aquí subió e paseó por el Zacatín a la Plaza Nueva y enfrente de la Real Chancillería dieron otro pregón a vista del señor presidente y de muchos señores que le acompañaban para gozar del festejo. De aquí pasaron a las casas de el Ayuntamiento, donde se repitió el pregón, que acabado se oyó la misma gritería y confusión que se oyó la primera vez. Aquí se concluyó la publicación, aunque no el paseo, porque con el mismo orden, majestad y grandeza que habían venido se volvieron acompañando el estandarte hasta el convento”.

Las proclamaciones de distintos tipos de festejos tenían en la plazas citadas, Bibarrambla, Nueva y la del Ayuntamiento, los escenarios principales del pregón, ya que en ellos se encontraban o tenían sus respectivos balcones las instituciones civiles y sacras más importantes de la ciudad, y en el caso de Bibarrambla, contaba con la capacidad, como señala el documento citado, para alojar a un gran número de personas.

Según el trinitario descalzo fray Juan de la Natividad, principal cronista de este evento y fraile en el convento granadino de Nuestra Señora de Gracia, la difusión realizada de estos festejos convocó a un gran número de forasteros, “movidos unos por devoción y otros de la curiosidad”, de tal manera que el día 3 o 4 de septiembre, las posadas y mesones, “siendo tantos los que hay en esta ciudad”, ya no tenían cabida para alojar a más visitantes.

Los días previos se estuvieron preparando las calles y los altares que se dispusieron en distintos lugares del recorrido procesional, pero un incidente entre la justicia ordinaria y el juez eclesiástico, motivado por el ahorcamiento el día 5 de un hombre, Matías Gómez, al que la primera había sacado de la iglesia de Santa Ana, derivó en que se decretara la cessatio a divinis con la consecuente suspensión de los festejos. Francisco Henríquez de Jorquera, en sus anales de 1635, nos proporciona más detalles de este suceso que él precisa que fue el día 6. Las presiones de las autoridades, de los vecinos de las ciudad y de los que habían llegado de fuera hicieron que el día 12, a las siete de la tarde, se quitaran las censuras impuestas, lo cual se publicó con “el armoniosos ruido de las campanas de toda la ciudad que con sus alegres toques y repiques convirtieron la tristeza en gozo, el llanto en júbilo y el desconsuelo en alegría”.

La procesión tuvo lugar el jueves 13 de septiembre. Como era acostumbrado, uno de los elementos más destacados fue la iluminación artificial de la ciudad con luminarias y hogueras de todo tipo. Se aderezaron con tapices las casas, ventanas y balcones y se dispusieron en el recorrido los consabidos altares y arcos triunfales. La noche del día 12, toda la ciudadanía disfrutó del paseo por las calles y plazas del recorrido procesional para gozar:

“La variedad hermosa de las colgaduras, lo jocoso de muchos juguetes, fuentes, saltadores y burladores, lo artificioso de los arcos triunfales, que eran muchos y todos muy ricos y vistosos, lo suntuoso de ocho altares que compitiendo la riqueza y primor con la majestad y grandeza embelesaban la atención de cuantos los miraban”.

El cronista describe con especial detalle el espectacular altar que se había situado en la plaza de Bibarrambla, que se componía de cuatro lados y estaba culminado por una imagen mariana dotada de un mecanismo que le permitía girar, la cual: “ocupaba un trono majestuoso, con tal disposición y traza que al pasar la procesión fuese la imagen dando vuelta, mostrando el camino de la estación y señalando la majestad que celebraban y conducían”.

A las dos de la tarde, tuvo lugar la concentración en el convento de Nuestra Señora de Gracia de los que iban a integrar el cortejo, anticipándose la numerosa comunidad de los trinitarios calzados. A ellos se unió la corporación del cabildo de la ciudad y la nobleza granadina. La procesión comenzó a las tres de la tarde. Estaba encabezada por:

“La danza que llaman de diablillos, que con sus horrorosas figuras, golpes y estruendo, espantando a la gente, hacían calle para dar paso a la tarasca, que con desmedida grandeza, exquisita, y nueva figura ponía terror y causaba más miedo el verla escoltada de ocho horribles gigantes, coronados con imperiales diademas y montados en diferentes brutos monstruos, que haciendo alarde de su brío, en lo excesivo de su grandeza, escudos que embrazaban y en las armas que blandían publicaban la majestad y soberanía que ostentaban y servían”.

Estos elementos identitarios de la procesión del Corpus Christi, unida a la presencia de las autoridades municipales, revestían el cortejo de especial pompa y relevancia. Para este evento, se había construido un ingenioso artefacto móvil, estructurado en tres cuerpos que disminuían en tamaño y que estaba coronado de almenas, el cual, dada su excepcionalidad, es descrito por el cronista con especial detalle y que debía servir para portar una imagen de Nuestra Señora de Gracia:

“Un castillo con pies, una torre portátil, un baluarte movible y un torreón volante que sobre seis ruedas caminaba… sobre el tercer baluarte… se levantaban cuatro hermosas columnas que sustentaban un riquísimo dosel, para solio excelso de la majestad, que ocupaba el trono eminente en que señoreaban la soberana imagen hermosísima de María Santísima de Gracia”.

El interior estaba provisto de “toda su artillería, bombas, carcasas, cohetes y granadas, en tanta copia que pudiera abrasar una ciudad”, la cual se lanzaría una vez terminada la procesión.

La Virgen iba escoltada por un “escuadrón” de setenta y dos niños, de 9 a 10 años, dispuestos en tres filas y vestidos de “arte militar a emulación de Marte, que representaban “los años que vivió nuestra divina Reina en nuestra terrestre esfera”. Desfilaban al son de “pífanos y clarines con gran concierto y militar orden”.

A continuación iba Juan de Fonseca, veinticuatro de la ciudad, con el estandarte, acompañado de la nobleza de la ciudad, los cuales, dispuestos en dos filas, portaban hachas de cera. Después iba situado fray Juan Ortiz, provincial de los trinitarios calzados, con un estandarte blanco en el que estaba bordada la figura de la Virgen de Gracia, seguido de las comunidades calzada y descalza, cerrando la comitiva fray Isidro de San Juan, ministro general de los trinitarios descalzos, llevando todos igualmente los cirios correspondientes.

Seguidamente, bajo un palio carmesí y portada por varios sacerdotes, iba la imagen de Santa María de Gracia que presidiría el altar mayor del nuevo templo, para la que se había confeccionado una especial custodia en forma de nave en la que se había depositado la sagrada forma y que portaba sobre la mano derecha. Detrás de ella iba Pedro de Molina, deán de la catedral, el cual, siendo canónigo, había sido el encargado de poner el Santísimo en el primer templo de la orden trinitaria descalza. A la salida de la imagen de Nuestra Señora de Gracia, tuvo lugar la primera explosión sonora de la ciudadanía. Cerraba la comitiva el cabildo municipal con el corregidor de la ciudad, todos portando hachas de cera.

Interpoladas entre el cortejo, procesionaban seis danzas “vestidas de ricas telas de oro y plata, con la variedad de colores, instrumentos y vueltas, discurriendo por toda la procesión, que entretenían y deleitaban al gusto”. En distintos puntos del recorrido, se habían dispuesto: “algunos coros de música que en sonoras y suaves canciones suspendían la atención y robaban las almas”.

El cronista nos describe minuciosamente el recorrido y los altares y arcos triunfales que se habían colocado a lo largo de todo el itinerario procesional. Cotejando su descripción con la que nos proporciona Henríquez de Jorquera, pueden detectarse pequeñas discrepancias en el itinerario y en la posición de los altares. Desde la plaza del convento, la comitiva tomó la calle de Gracia, antiguamente conocida como Osorio, donde se ubicó el primer altar. Cruzaron la calle Mesones, donde había un segundo altar, coronado de una nube provista de un mecanismo que, al paso de la imagen de la Virgen, se abría para dejar ver un cielo estrellado, al tiempo que liberaba “infinidad de pajarillos” y dejaba salir “un paraninfo… con una imperial corona en la mano”, el cual se desplazó hasta situarse sobre la cabeza de la imagen a su paso por este altar. Henríquez de Jorquera señala que la procesión siguió la calle de Gracia hasta “el postigo de la Magdalena, y a donde hubo otros tres altares muy curiosos y siguiendo a la puerta de los Cuchillos [arco de Cuchilleros, en la plataforma de Ambrosio de Vico] se hizo otro grandioso altar en los Odreros (calle de los Boteros), junto a las carnicerías”.

Prosiguió el cortejo hasta la plaza de Bibarrambla, punto culminante del recorrido, en la que se había dispuesto, como he señalado, el altar más elaborado y grandioso, en el que la imagen que lo coronaba giraba indicando el sentido que debía seguir el cortejo procesional, el cual rodeó la plaza para salir por la puerta de las Orejas y llegar, de nuevo, a la calle de los Mesones, en la que se había situado un segundo altar. Continuando su recorrido por esta calle atravesó la Puerta Real, girando para pasar delante del convento de San Antón. En el testero de su iglesia habían erigido un suntuoso altar y en el inicio de la calle de las Recogidas un elaborado arco triunfal de orden jónico. La comunidad de franciscanos terceros salió a recibir la procesión. Prosiguió el cortejo su recorrido por la calle de Pontezuelas (Henríquez de Jorquera dice que bajó por la calle de la Verónica, “donde hubo un altar bizarro” y por la calle del Águila) hasta la calle de Gracia, desde donde descendería para llegar a la plaza del convento, en la que se había dispuesto otro arco triunfal de orden corintio. Tenía en la parte superior una estructura piramidal, cuyo vértice coronaba una escultura de la Fama, tocando un clarín.

Terminada la procesión, después de la puesta de sol, al llegar la imagen de la Virgen de Gracia al nuevo templo, hicieron explotar algunos de los dispositivos pirotécnicos que había en el interior del castillo que había desfilado: “le hicieron salva real con todos los pedreros y morteretes, con tal estruendo que, atemorizada la gente, no sabía dónde meterse”. Colocaron la imagen en el trono del altar mayor, al tiempo que la ciudadanía aplaudía: “todo era ruido y confusión de cajas, pífanos, chirimías, clarines, gritos, voces y víctores, diversidad de música en repetidos coros”. De nuevo, todo el templo y la calle de Gracia se incendió con las luminarias y barriles de alquitrán y pez, al tiempo que los vecinos arrojaban cohetes: “que parecía un Etna toda la calle”. Prosiguieron incendiando la plaza con el resto de la espectacular pirotecnia que se ocultaba en el interior del castillo: “concluyose la vocación y fiesta de esta noche con grandes aplausos, víctores y aclamaciones, celebrándola por la mayor que habían visto los nacidos”.

La procesión del traslado de la imagen de la Virgen de Gracia y del Santísimo Sacramento al nuevo templo de los trinitarios descalzos ejemplifica la transformación efímera que la ciudad experimentaba en este tipo de eventos, en el que la riqueza de estímulos sensoriales generaba en la ciudadanía una suerte de asombro e ilusión que los hacía sentirse parte de un transcendente acontecimiento místico.

Source:

Henríquez de Jorquera, Francisco, Anales de Granada, edición Antonio Marín Ocete [1934], estudio preliminar de Pedro Gan Giménez, índices de Luis Moreno Garzón. Granada: Universidad de Granada, 1987, 755-757.

Natividad, Juan de la, Coronada historia, descripción laureada de el misterioso génesis y principio… la milagrosa imagen de María Santísima de Gracia. Granada: Francisco de Ochoa, 1697, 112-127.

Bibliography:

Published: 23 Jan 2025
Referencing: Ruiz Jiménez, Juan. "Procession of the transfer of the image of Our Lady of Grace and the Blessed Sacrament to the new temple of the Discalced Trinitarians of Granada (1635)", Historical soundscapes, 2025. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/en/evento/1681/granada.
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