A party night at the prison of Seville at the end of the 16th century
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
The description of a night of revelry in the prison of Seville, at the end of the 16th century, with food, music and sex, shows the laxity of customs in this institution.
Keywords
traditional songs , traditional dances , meal , prisoners , Cristóbal de Chaves (writer)
Entre las anécdotas que narra el procurador o abogado de la Audiencia Cristóbal de Chaves, en su Relación de las cosas de las cárcel de Sevilla y su trato, escrita entre 1585-1597, una de ellas nos traslada a la manera de festejar que tenían los reclusos en su interior y que debía ser muy similar a la que debía darse en los innumerables mesones y tabernas distribuidos por toda la ciudad. En el interior de la cárcel, de hecho, había cuatro tabernas, arrendadas por catorce o quince reales de alquiler cada día. En una ocasión:
“Siendo las diez de la noche dieron noticia a un juez que en la galera (que es un aposento muy grande [letras Y y J en la planta de la cárcel]) había más de cincuenta mujeres con los presos, que aquella noche después de haber banquetado, tañido y cantado, se habían quedado a dormir. Y más por pasar tiempo y descubrirlas, que no porque esto se castiga, se fue a la cárcel con un escribano y mucha gente que por gusto fueron a ello. Luego se dio la voz que venía juez y dieron con el cabo de la llave en la reja y muy apriesa, que a aquella hora es señal que juez viene a visitar la cárcel o hacer alguna averiguación, y con una presteza increible acomodaron los presos de la galera las camas unas junto a otras, desviadas de la pared y las cabezas todas a una banda; y encorvando las piernas, hicieron hueco y pusieron sobre las rodillas y pechos las mantas y capas, descubriendo parte de las piernas como era verano; y en el hueco de las piernas metieron a la hila las mujeres, como si fueran tarugos de madera, las cuales tendidas cupieron muy bien, sin que el juez ni otra personas cayeran en ello, aunque entraron con un hacha encendida y miraron muy bien. Salió el juez injuriando al que había dado el soplo y los presos dieron grita, y corrido desto tornó a decir el que lo había dado que las buscasen, que dentro estaban. Tornó el juez y miró la cara y barba uno a uno a todos y tornose a salir sin hallar mujeres algunas. Corrido desto, el soplón, descubriendo que él lo hacía, tornó a dentro tercera vez con el juez y haciéndoles levantar a todos y quitando la ropa fueron halladas las mujeres en camisa y otras en carnes, y por dar los presos tantas voces que si las detenían les quitaban la comida y porque dos de ellas eran casadas las dejaron todas”.
El jesuita Pedro de León (1544-1632), capellán de la Cárcel Real de Sevilla, entre 1578 y 1616, en su Compendio de algunas experiencias en los ministerios que usa la Compañía de Jesús, terminado de redactar en 1616, narra el mismo episodio y nos informa de que este hecho no debía ser tan excepcional: “suelen entrar más de cien mujercillas cada noche a quedarse a dormir con su amigos”. Ambos testimonios dan cuenta de la laxitud de ciertas costumbres que en este recinto carcelario debían ser bastante frecuentes.