Procession of the Holy Burial (1742)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
A printed account, published at the expense of the confraternity of Our Lady of the Three Necessities and the Burial of Christ, allows us to know all the details of the penitential station that took place in 1742 through the streets of Granada.
Keywords
Holy Week procession , confraternities project , penitential confraternities , music chapel of the capilla real , music chapel , singers , trumpets , drum player , clergy , member of the brotherhood , confraternity of Our Lady of the Three Necessities and the Burial of Christ
Publicadas a su propia costa, se conservan dos relaciones impresas (1742 y 1743) que describen, minuciosamente, la estación de penitencia que realizaba, en la tarde del Viernes Santo, la cofradía de Nuestra Señora de las Tres Necesidades y Entierro de Cristo, la cual, desde 1641, tenía su sede en la desaparecida iglesia de San Gil.
Véase: http://www.historicalsoundscapes.com/evento/453/granada/es.
En 1742, un nutrido grupo de personas que formaban el cortejo iban con un elaborado vestuario acorde al personaje que representaban, portando sus atributos y llevando cartelas con textos alusivos al mismo extraídos de diferentes libros sacros, en latín y en romance, todo lo cual facilita su identificación, en una suerte de desfile bíblico pasional (todos los detalles pueden verse en el texto de la relación impresa incorporada como recurso asociado). Estos personajes y otros elementos icónicos de la procesión eran variables de un año a otro y estaban en relación con la “idea” según la cual se desarrollaba ese año el acompañamiento de los pasos, la cual, en 1742, se expresa en una octava: “Cielo, Tierra, Planetas y Elementos / [quienes] se obscurecen, arrastrando lutos... Lloran a un Dios despojo de las Parcas / Serafines, Profetas, Patriarcas”.
Abría el cortejo el “Paso del Estandarte”, portado por un miembro de la nobleza, en este caso Luis de Carvajal, señor de Torralba, “hombre de la cámara de su majestad, señor de la Llave Dorada [de la cámara del rey]” y teniente y hermano mayor de la Real Maestranza de la ciudad, acompañado de un grupo de maestrantes que llevaban hachas amarillas y de una “ronca sordina que a intercandente eco de su pavoroso clamor, cause lamentable acento aún a el oído más duro”. Este es el primero de los numerosos elementos sónicos presentes en esta procesión: una trompeta con sordina para oscurecer o atenuar su timbre.
Precediendo al “Paso del Sepulcro”, en 1742, se dispuso una escuadra de cuarenta hombres vestidos de romano, pero con capas con la encomienda de Santiago, los cuales llevaban:
“Por tierra arrastrando las picas, señal de sentimiento que fue muy familiar a los romanos en los entierros de sus generales y soberanos príncipes. En el sitio correspondiente e inmediato de la escuadra, según estilo de guerra, irá una una tropa de bélicos músicos instrumentos que se compone de abues, trompas de caza y bajones dulces, cuyos acordes acentos promulguen lo lúgubre de tales aparatos”.
Detrás, iba un séquito de ciento ochenta hombres portando cirios (al igual que en el paso siguiente), entre los que se intercalaban las personificaciones de los cuatro elementos, a los que se relaciona simbólicamente con cuatro santos que van junto a ellos: El Fuego –San Antonio Abad–, la Tierra –San Dionisio Areopagita–, el Aire –San Juan Evangelista– y el Agua –San Pedro–. A continuación, se situaban diez personajes (“simulacros”) del Antiguo Testamento: Abel, Sansón, Jesé, David (en la mano izquierda lleva una cítara), Salomón, Job, Jonás Isaías, Daniel y Jacob. Todos ellos hacían alusión a la muerte de Cristo y a su propia condición mortal a través de las tarjetas que portaban, creando una especie de “vanitas” viviente con una clara misión moralizante para los que contemplaban la procesión. Detrás iba la cruz de la parroquia, con los ciriales y cuatro comunidades de religiosos con estolas y cirios. Repartidos por el cortejo del paso se colocaban: “seis [personas] arrastrando pendones negros de bayeta y otros seis tocando cajas destempladas y enlutadas y una sordina”. A continuación, dieciocho chías armadas con “hachas amarillas de a cuatro pavilos” y los personajes de José de Arimatea y Nicodemo, seguidos del Sepulcro, el cual lleva maniatados, con cadenas, a la Muerte y al Diablo, representando su victoria ante ellos. A los lados del sepulcro se disponían también cuatro “armados con alabardas las que en demostración de sentimiento llevarán arrastrando”. Cerrando este tramo de la procesión, iban la capilla de música de la capilla real y el clero, “llevando sus ministros paramentos negros”.
El tercer y último paso era el de “Nuestra Señora”, acompañado de otros ciento ochenta penitentes con cirios, entre los cuales había “músicas con sordina” y otros personajes: la viuda de Sarepta, las siete “hijas de Jerusalén o viudicas”, representadas por siete niñas, cuatro viudas que escoltan al personaje de Raquel, a la que preceden sus hijos José y Benjamín, un feretro en el que irá un niño, al que sigue la viuda de Nain. Tres de las niñas “viudicas” van detrás:
“Cantando, acompañándolas diversos instrumentos (y excitando a llanto a las demás compañeras) puesta en música muy lamentable y sonora la siguiente letra: Nuestros ecos tristes, sean / hoy de nuestro mal remedio / y pues murió nuestro Esposo / lloremos, viudas, lloremos”.
Todavía había en el cortejo otras tres viudas más y “prenunciará el llanto de la gran Madre, que corona este paso, una sordina, cuyo fúnebre eco, si mueve a compasión los piadosos, no menos excita a dolor los compasivos”. Se disponían seguidamente nueve niños vestidos de ángeles que representan a los nueve coros angélicos, cada uno con el distintivo de su jerarquía: ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades y principados. Los tres últimos:
“con dulce y acorde melodía cantarán en los intermedios y pausas indispensables de la procesión la siguiente letra, acompañándolos instrumentos, cuyo designio será, acompañando a la Virgen en su sentimiento, sino minorar, consolar su dolor, alivio que aún sentencioso, conocido, cantó Ovidio en un verso: Reina amada, si es alivio...”(véase el texto completo en el recurso correspondiente).
Justo delante del paso de la Virgen, iba una niña que personificaba a la Iglesia. Con otra capilla de música y el clero que iba detrás de la Virgen de las Tres Necesidades se cerraba la el cortejo. No se precisa en el documento el itinerario que siguió la procesión del Santo Entierro el Viernes Santo de 1742 que cayó el 23 de marzo, aunque sabemos que hacía una de sus estaciones en la catedral.