Altar in Bibarrambla square for the Corpus Christi procession in Granada
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
The altar in the Plaza de Bibarrambla was the most prominent of the four altars that the city council paid for each year to be placed in emblematic places on its itinerary. An engraving from 1760 allows us to discover the monumentality of the ornamentation of this urban space, thanks to the deployment of different ephemeral structures around the central element in which the altar was located.
Keywords
feast of Corpus Christi , procession , ephemeral architecture , city council , music chapel of the cathedral , crowd
En la procesión del Corpus Christi, al igual que en resto de las que se celebraban en la ciudad, era habitual que los residentes en las distintas calles del recorrido adornaran puertas, balcones y ventanas con cuadros, tapices y todo tipo de colgaduras, acordes a su posición social y económica y rivalizando unos con otros. El itinerario era igualmente alfombrado con hierbas aromáticas (juncia) aportadas por las alquerías de la Vega, según se establecía en el título 126 de las Ordenanzas municipales. Las calles también se entoldaban, lo que servía para proteger a la comitiva y a los asistentes del calor; al menos desde 1652, este entoldado estaba a cargo del cabildo de la ciudad. El ornato callejero se completaba con altares particulares en los que se disponían cuadros, esculturas, juegos de agua, etc. La municipalidad costeaba los cuatro altares principales, en los que se detenía la custodia y donde la capilla de música y el organista cantaban las chanzonetas en lengua vernácula alusivas al contenido teológico de la fiesta, compuestas para la ocasión, así como otras obras en latín. El más importante de estos cuatro altares se ubicaba en la plaza de Bibarrambla. Se conservan detalladas descripciones de la complejidad que estos altares desarrollaron en el siglo XVIII, verdaderas recreaciones escénicas inspiradas anualmente por diversos temas conectados con la fiesta. En ellos encontramos desplegado un lenguaje altamente codificado que tiene su máxima expresión en los llamados jeroglíficos. Antonio Palomino de Castro y Velasco en su Museo pictórico y escala óptica (1715, vol. 1, p. 63) recoge una precisa definición de jeroglífico: “El jeroglífico es una metáfora, que incluye algún concepto doctrinal, mediante un símbolo o instrumento sin figura humana, con mote latino de autor clásico, y en versión poética en idioma vulgar”.
Para visualizar la espectacularidad de estos altares contamos con un grabado que nos muestra la decoración de la plaza plaza de Bibarrambla, “principal sitio de los jeroglíficos”, en 1760 (ver recurso), con el “altar de enmedio” como elemento más destacado. Se dispuso un juego de cuatro calles sobre los cuatro lados de la plaza, formadas por arquerías. Sobre los capiteles de las columnas se colocaron unos arcos rebajados, sobre ellos se colocó un segundo cuerpo de arcos y, sobre sus claves, una serie de “figuras de medio cuerpo” las cuales no se identifican. El “altar de en medio” tenía en su centro: “una grande custodia de plata sobre un trono, a quién cubría un primoroso pabellón”. Esta estructura se apoyaba “en un basamento tan grande que admitía en sus cuatro ángulos cuatro torres que tenían por su conclusión cuatro arcos con sus bóvedas y por remate una estatua de menos cuerpo que la de la Fe que coronaba el altar de en medio. Los claros de los arcos de estas torres estaban con cortinas corridas, por no tener la vista allí que ver, solo sí el oído que oír concertada música que para mayor solemnidad estaba desde las vísperas de aquel día prevenida”. El altar estaba rodeado de un primer orden de arcos de columnas salomónicas y una segunda arquería de arrayán. “Este hermoso bulto tenía que ver de día, pero su cabal lucimiento se le llegó aquella noche, porque puestas luces en sus sitios, señaló las dimensiones que la luz del día confundía...”
Las cuatro calles estaban decoradas con “lienzos de pintura al temple”, espejos y cornucopias. Sobre cada espejo “se miraba un jeroglífico en lienzo pintado a el óleo, con su moldura dorada, dando de bulto el concepto y las ideas sagradas, encima una tarjeta con el texto y debajo del espejo otra tarjeta con la letra castellana”. La temática principal de los lienzos era establecer una relación entre la Virgen, la Eucaristía y las Matemáticas. En uno de ellos, titulado “Nuestra Señora de la Escalera”, la simbología está directamente relacionada con la música:
“Estaba esta imagen de María copiada en este jeroglífico, conforme está pintado en su lienzo que está colocado y se venera en la escalera principal del religiosísimo convento del Ángel Custodio de reverendas madres franciscas descalzas de esta ciudad... Estaba colocada esta señora en un trono compuesto de cinco gradas iguales y a sus lados, en uno, repartidas las voces musicales hasta sol que es la quinta voz en esta forma: ut re mi fa sol, y, en el lado opuesto, las palabras de la consagración con la distribución y con la misma subida, en esta forma: Hoc, est, enim, Corpus, meum. En el sitio y grada que estaba la voz sol había una custodia llena de luz representando al sol del Sacramento que por la escala María bajó hasta tocar en la tierra y allí mismo el meum, palabra última que concluida pasa la substancia del pan a la substancia del cuerpo de Christo, uno y otro quedaba explicado como ahora sigue:
Lauda Sion, Salvatorem, lauda ducem,
Et pastorem in hymnis, & canticis
Eccles. In fest. Corp.
Quibus te laudibus efferam nescio.
Eccles. In fest. N.B.V
Octava
El ut, re, mi, fa, sol, la, escala es
Por donde la voz habla y la voz muda,
Ya del ut hasta el sol y ya al revés,
La voz trabaja y el ingenio suda.
Por la escala María que aquí ves,
Bajo el sol hasta el ut, punto sin duda,
Desde adonde tocando al sol su grada
La transustanciación queda acabada”.