Feast of the Forty Hours devotion (1601-1753)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Keywords
Forty Hours devotion , carnival , vespers , mass of the Conception of Our Lady , motet , Christmas song (villancico) , psalm , hymn , Pange lingua (hymn) , pyrotechnic devices , procession , sacred concert , congregation of the priests of the Immaculate Conception , music chapel of the cathedral , wind players , clarion player
En 1600, Fernando Núñez fundaba la venerable congregación de sacerdotes, con el título de la Inmaculada Concepción de María, en la casa profesa de la Compañía de Jesús en Sevilla. El 4 de marzo de 1601, primer día de los tres de las carnestolendas de ese año, esta congregación iniciaba la celebración de lo que sería, poco después, la fiesta de las Cuarenta horas:
“Adornado el gran templo de lo más precioso que tenía Sevilla y era mucho, vestidas sus paredes y columnas de costosos brocados y alfombrado todo el pavimento, dispuesto el altar mayor con bellos y exquisitos tisúes en frontales, erigida sobre él una elevada máquina (pegma llama el latino y griego) sobre que ardía gran número de luces en blandones de plata entre otras primorosas piezas del mismo metal que facilitaban la vista de varios relicarios, repartidos por ella… rematando el todo, dentro de majestuoso solio, el Señor Sacramentado entre un Etna de brillantes antorchas, a donde iban los humos de todas las especias aromáticas que usaba aquel siglo en las iglesias en las mayores fiestas, en braseros, pomas, incensarios y pebeteros. Hacía parecer un trasunto de la Gloria el armonioso adjunto de músicos instrumentos de cuerda, boca y viento que acompañaban las voces de los más diestros cantores en bien concertadas letras al intento, dando a todo alma y espíritu la venerable congregación con sobrepellices, velando de seis en seis por horas, arrodillados sus hermanos a la majestad sacramentada, porque así como fue la autora de esta solemnidad, así era la primera en la asistencia, reverencia y devoción en rendir cultos al señor patente”.
Al parecer, en este primer año, los actos se limitaron a la exposición del Santísimo durante los tres días de carnestolendas. Asistieron varias jerarquías eclesiásticas y algunos de los miembros más destacados de la nobleza titulada, como el duque de Alcalá y el marqués de Montes Claros con sus esposas. En 1602, se especifica que los actos cultuales fueron solemnizados con la capilla de música de la catedral, instituyéndose las vísperas y misa dedicada a la Inmaculada Concepción y cerrándose cada uno de los días con “la celebrada música de la matriz, con su dulce y devoto canto del Tantum ergo y alabado, con que finalizaba la asistencia del día”. Los años siguientes siguió igual, “con la concurrencia de la música a todas las funciones”. En 1606 se añadió la Indulgencia Plenaria para todos aquellos que visitaran la iglesia de la casa profesa de la Compañía de Jesús y que hicieran en ella un rato de oración los tres días de carnestolendas: “en que la congregación de sacerdotes tenía el Santísimo Sacramento manifiesto, a fin de evitar los pecados que se cometen en la profanidades bacanales”.
Se conserva una relación detallada de los actos que se celebraron en 1606, escrita por Francisco de Luque Faxardo, secretario de la congregación. Se describe de manera pormenorizada el adorno de la iglesia, destacándose: “es digno de advertir que la imagen famosa de la Virgen purísima que nuestra congregación tiene en particular capilla, dentro del claustro de dicha casa profesa, se saca aquellos tres días a la iglesia, como tan rara y peregrina, en devoción y primor del arte, que la celebran por única entre las que ha hecho aquel gran artífice Josefino de Roma, adonde se hizo a mucha costa [en otro lugar del documento se cita a Joan de Salinas “a quien debe la congregación el inestimable lienzo de la Concepción Purísima que tiene en su capilla y altar, obra del célebre pintor del papa Josephino Arpin, que no se contentó con menos que con cincuenta doblones por hacerlo, después de muy rogado, y no había salido del obrador cuando ya daba el buen gusto cien pesos más por él]. Es [la imagen de la Virgen] de estatura humana, de grave semblante y resplandores de divinidad, la cual como reina a quién se dedica esta festividad hace medio en el altar mayor tan cerca de la custodia del Santísimo Sacramento… En contorno de los dichos altares, demás de los blandones de plata en que ardieron continuamente gran número de hachas de cera blanca, se vían [sic] braseros y pomos ricos de plata que despedían de sí olores suavísimos de especies aromáticas que encontrándose con la fragancia de los muchos pebetes que había en los altares y pastillas de los incensarios causaba una mistura bastante a confortar los corazones por desmayados y caídos que estuviesen… las muchas luces de cera blanca que ardían en los altares”. Las vísperas se celebraban el domingo y la misa de la Concepción el lunes: “la solemne majestad con que se celebró este oficio y misa fue grande porque demás de lo dicho y los ricos ornamentos y plata del altar, tuvimos las dos capillas de músicas de la mesma santa iglesia mayor, de cantores y ministriles, que son de los más lucidos y diestros de estos reinos, lo cuales cantaron extremadamente y mucho (acompañándoles un realejo) con singular satisfacción de todos, no solo estas vísperas y misa, sino también por el discurso de los dichos tres días, tarde y mañanas, con tal variedad de músicos, instrumentos, tanta armonía y consonancia de diversos motetes, villancicos, himnos y salmos que nos alentaban a un nuevo fervor de alabanzas divinas, con lo cual y el jubileo crecieron de manera los concursos que con ser la iglesia capacísima se pasó trabajo en acomodar la gente de respeto que fue mucha… Acabado el sermón, se comenzaron las vísperas de la Concepción de Nuestra Señora, con tal armonía de música, variedad de instrumentos, de salmos, himnos, villancicos y motetes (como dicho es) que causaba extraordinario consuelo y aumentaba la devoción, pareciendo breve el oficio, aunque se acabó con el día y salimos ya noche. Luego, el lunes la misa que se cantó con la mesma solemnidad… La solemnidad del martes, último día, no fue menor… Diose fin al dicho acto de nuestras carnestolendas con la variedad apacible y suave de la música ya referida que duró hasta prima noche, encerrado el santísimo sacramento (que todos los días se traía y llevaba del sagrario a la custodia en procesión de sacerdotes) con doce hachas y dos incensarios como está dicho”. Para sufragar los gastos de cera, música “y demás”, uno de los sacerdotes de la congregación daba cien ducados de limosna. “Aquí se hallan y gozan con extremo, música concertada, devota, alegre en toda suerte de cantoría, aquí la mejor de España”.
En 1607, la celebración fue similar a la del año anterior y en 1608 el jubileo se extendía a las 40 horas de los tres días de las carnestolendas, de nuevo con asistencia de la música de la catedral… “dio la música mucho que admirar a los oyentes con sus bien concertadas y cantadas letras”. En 1609, “se descubrió el Santísimo Sacramento a las cuatro de la mañana entre copiosísimas luces y acorde música de voces e instrumentos…”. Fue un año más la música de la catedral la encargada de solemnizar la fiesta durante los tres días. El año 1614 fue un año especialmente destacado, la música de la catedral “cantó a su hora el Tantum ergo y después el elogio del Santísimo Sacramento y de la Santísima Virgen y este a varios coros y repitiendo muchas veces con grande melodía y estruendo de instrumentos, órganos y voces la cláusula concebida sin mancha de pecado original, ecos que sacaban tantas afectuosas lágrimas a los ojos, como repetición del mismo elogio a las bocas que lo oían”. La fiesta terminó con una procesión por el interior de la iglesia y el claustro, “muy adornado, en la que iba su Majestad debajo de palio, precedido de doce de nuestros hermanos con otras tantas hachas de cuatro pavilos…”
En 1743, al Ofertorio de la misa solemne de la Concepción, como era costumbre, uno de los miembros de la congregación leyó el “voto, juramento y promesa con grande atención del pueblo… el que acabado respondió la música Deo gratias, acompañada del eco de clarines, truenos de fuego y multitud de estampas de la Concepción Purísima que caían de la cúpula al templo…”. Así se siguió en los años siguientes hasta el de 1753 en que acaba la relación en la que se ha basado este evento.
Una vez más, vemos como desde sus orígenes, en 1601, en esta celebración se potencian todos los estímulos sensoriales –visuales, olfativos y acústicos– para atraer a los fieles y hacer aflorar en ellos el sentimiento devocional, conmovidos en especial por la música, en la que los instrumentos y voces se conciertan para la interpretación de obras policorales de distintos géneros en la primera década de la centuria.