The octave of feasts during the inauguration of the Discalced Trinitarians’ new church in Malaga (1715)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
After the procession of the Holy Sacrament’s transfer to the Discalced Trinitarians’ new church in Malaga, the octave of feasts organized on the occasion of this event began. Different religious communities were invited to officiate the Mass and preach the sermon on each day, accompanied by a musical chapel, probably that of the cathedral. In the afternoon, there were sacred concerts during the public exposition of the Holy Sacrament, in which cantadas and villancicos composed for the occasion were sung, supplemented one of the days with a poetry contest. At night, the fireworks, accompanied by the ringing of bells and clarions, preluded the next day.
Keywords
octave , mass , sermon , sacred concert , street music , artillery salute , the pealing of bells , pyrotechnic devices , bustle in the street , illuminations , literary competition , teaching , cantata , Christmas song (villancico) , clarion player , bell-ringer , crowd , cathedral chapter , Manuel de Santo Tomás y Mendoza (bishop) , carriage , Order of Discalced Trinitarians , music chapel of the cathedral , dances , Order of Dominicans , Order of Discalced Franciscans , Order of Saint Augustine , wind players , Order of Calced Mercedarians , Order of Minims , Society of Jesus , children , Francisco Sanz (chapel master, composer) , Order of Calced Trinitarians
Tras la procesión del traslado del Santo Sacramento a la nueva iglesia de los trinitarios descalzos de Málaga, se inició el octavario de las fiestas organizadas con motivo de este evento, las cuales nos describe con todo detalle el cronista fray Lucas de la Purificación en su Octavario sacro de las solemnes y sumptuossas fiestas... en la traslación del SSmo. Sacramento a su nueva iglesia dedicada... Maria SS. De Gracia... (Málaga: Juan Vázquez Piedrola, 1716).
Véase: http://www.historicalsoundscapes.com/evento/1050/malaga/es
* Domingo, día 22 de septiembre:
Al amanecer, el sonido de las salvas, probablemente desde los mismos lugares que se habían lanzado el día anterior, campanas, clarines y cohetes, anunciaron la primera jornada de los festejos previstos. La iglesia conventual se llenó con toda la ciudadanía que había acudido a los actos que iban a celebrarse. Las campanas y clarines avisaron de la llegada solemne de veinticuatro coches en los que iban el cabildo catedralicio y el obispo de Málaga, fray Manuel de Santo Tomás y Mendoza. Habían salido acompañados del repique de campanas de la catedral y seguido un recorrido que les había llevado al convento de San Agustín y por la calle de Granada hasta la plaza Principal (actual plaza de la Constitución), la cual atravesaron para descender por la calle Nueva hasta llegar a las “quatro esquinas”, justo enfrente de la nueva iglesia. Allí, la comunidad trinitaria descalza les esperaba para recibirlos y entrar con ellos en procesión al templo. La música, probablemente interpretada por la capilla musical de la catedral, estuvo acompañando la celebración litúrgica de la misa que ofició el prebendado Juan de Mendieta. El sermón, el cual aparece impreso íntegramente en la crónica citada, fue predicado por el canónigo Juan Agustín del Casal y Montenegro:
“Y estaba patente aquel Divino bocado que embidian los Espiritus Angelicos, quando al compas de sonoros instrumentos ocupo el Altar, el señor Prevendado Don Juan de Mendieta, que acompañandole diversidad de ministros, y Religiossos se manifestaban a la vista tan graves formando en Theatro tan decoroso, que pudiera embidiar Roma tanta Magestad, y triunfo. Apenas se llegaba a las vltimas lineas de la Epistola, quando la musica excediendose en esta ocasion a si mesma, no parecio sino es, que avian dejado lo terreno para imitar las melodias Celestiales. Escuchola atento el numeroso concurso, aunque impaciente esperando las dulçuras del Panegyrico del Señor Don Juan Augustin del Casal, y Monte-Negro Canonigo Magistral de esta Santa Iglesia”.
Después del sermón, prosiguió la Misa, “alternando la Musica...” Terminada esta, se despidió al cabildo catedralicio “haziendo el clarin, y la polvora la salva...” Por la tarde, con el Santo Sacramento expuesto, la capilla musical continuó amenizando la velada, sumándose las cuatro danzas que habían ido en la procesión el día anterior, las cuales, “a diferentes horas, divirtieron con sus concertados lazos, y enrredos, el gusto de los que atentamente les mirababan”.
Llegada la noche, los fuegos artificiales y las luminarias encendieron el lugar, acompasadas del tañido de clarines y campanas:
“Dieron principio a la batalla los clarines, y campanas, alternando las del real Convento de mi gran Padre Santo Domingo de Guzmán, que con sus luzes, y fuegos nos anunciaban ya las felicidades del siguiente día; resonaban, pues, entre el concurso alboroto de inumerable pueblo, y entre los ecos horrorosos de los truenos... subian tan velozes los voladores... finalizo un castillo exaltando por todas partes tanto fuego, que fue vn prodigio, porque eran sin numero las bombas, cohetes, y truenos con que commovian todo el Emisferio, ocasionando vna general suspension, como vn particular motivo a las admiraciones”.
En el resto de los días de la octava hay una serie de elementos comunes que se repiten. La comunidad religiosa invitada es siempre recibida y despedida con el sonido de clarines, campanas y cohetes. Se acomodaba en un coro portátil (“theatro”) que se había instalado en el centro de la iglesia. La celebración de la misa y la predicación del sermón corre a cargo de dos de los miembros de esa institución, con la participación de una capilla de música, probablemente la de la catedral, la cual preludia siempre el sermón. El impreso recoge el texto íntegro de todos los sermones. Por la tarde, la música interpretaba un concierto sacro durante la exposición pública del Santo Sacramento (las conocidas como “siestas”). Llegada la noche, durante los fuegos, la institución invitada para asistir al convento trinitario en la siguiente jornada, desde su iglesia, hace su particular vocación, sumándose con luminarias, clarines y repiques de campanas.
Lunes, día 23 de septiembre:
Acudió invitada a solemnizar este segundo día festivo la comunidad dominica. La misa fue oficiada por el padre Felipe de la Torre, subprior del convento. El sermón fue predicado por el padre José Cordero, regente de los estudios del colegio dominico y “maestro de la predicación”.
Martes, día 24 de septiembre:
En este tercer día festivo, la comunidad franciscana del convento de San Luis el Real fue la encargada de acudir al convento trinitario a celebrar la misa, oficiada por el padre Andrés de Torquemada, guardián del citado convento. El semón fue predicado por el padre Nicolas de Quintana, lector de Filosofía y “predicador primero” de su convento.
Miércoles, día 25 de septiembre:
La invitada para los actos litúrgicos de este día fue la comunidad agustina “que desde su convento vino acompañada de clarines y cohetes”. Ofició la misa fray Juan Gobin, prior del cenobio agustino. El encargado de predicar el sermón fue fray Juan Licardo, “regente de los Estudios” del convento de San Agustín.
Por la noche, a los habituales fuegos de artificio, desde “la eminente torre” del convento de Nuestra Señora de la Merced, se sumaron las luminarias, cohetes, ministriles y campanas convirtiéndola en el faro nocturno de este cuarto día de fiesta.
Jueves, día 26 de septiembre:
En esta jornada, fray Gabriel Tornel, comendador del convento de Nuestra Señora de la Merced, fue el encargado de oficiar la misa, mientras que el sermón estuvo a cargo de fray Francisco Montañés, lector de Sagrada Teología.
Por la tarde, tuvo lugar una justa literaria, organizada en el marco de los festejos de la inauguración del nuevo templo trinitario. El impreso recoge los textos presentados y los premios que el jurado adjudicó a los vencedores. Durante el certamen poético hubo al menos dos intervenciones de la música, denominadas “estancias”, cuyos textos cantados también se incorporan en este libro (véase recurso):
“PRIMERA ESTANCIA DE MVSICA
Cortesanos del Cielo volad,
...
COPLAS
Volad a la mansion, donde vereis,
...
SEGUNDA ESTANCIA DE MUSICA
Palomita, que buelas a el trono,
...
COPLAS
Palomita arrulladora,
...
En uno de los textos de esta justa literaria, se recoge una interesante alusión a la enseñanza musical privada femenina en el ámbito doméstico:
“Entró este cavallero en casa de vna señora, que estava tomando leccion de harpa a tiempo, que porque avia errado, vna postura, le dezia el Maestro, ya le he advertido a V.m. señora mia, que es culpa grave dar dos octavas...”
Viernes, día 27 de septiembre:
La comunidad religiosa invitada para la sexta jornada fueron los mínimos del convento de Nuestra Señora de la Victoria. La misa fue oficiada por fray Cristóbal de la Cámara y el sermón predicado por fray Lázaro Quijano de Palma, corrector del citado monasterio.
La Compañía de Jesús se sumo por la noche a los dispositivos pirotécnicos habituales: dispusieron en “todo el promontorio de la fábrica de su Iglesia y torre con tanto numero de luzes, que ellas solas, fuera de los artificiales fuegos, que arrojaron, pudieran ser gustoso entretenimiento de la noche. Alternaban las campanas, y los clarines, y empezó el fuego a desatar sus furias...”
Sábado, día 28 de septiembre:
Este día, penúltimo de la octava, la invitada fue la Compañía de Jesús. La comitiva, encabezada por un numeroso grupo de niños bien formados y engalanados para la ocasión, atravesaron “lo principal de la ciudad” para llegar al convento trinitario, donde fueron recibidos con el clamor de campanas y clarines. El encargado de cantar la misa fue el rector del colegio, José Chinchilla, y durante la misma, ocho niños estuvieron con hachas encendidas, otros tres con pastillas de olor y dos más con pebeteros. El padre Antonio Pérez fue el encargado de predicar el sermón.
Por la tarde, en el habitual concierto sacro durante la exposición del Sacramento, se precisa que “como canoros cisnes repitieron todas las cantadas y villancicos que se avian hecho y cantado todos los dias de la octava”. Probablemente fue Francisco Sanz, maestro de capilla de la catedral, el autor de las obras efímeras en lengua romance compuestas para este octavario. Por la noche, tuvo lugar el último espectáculo pirotécnico, el cual se dispuso en la plaza principal de la ciudad. Los clarines anunciaron el comienzo de “la flamígera competencia” que por la descripción fue más aparatosa que la de días anteriores. La comunidad de los trinitarios calzados se unió con su vocación desde el convento de la Trinidad, disponiendo en todas sus ventanas y balcones luminarias de distintos colores, sumándoseles los vecinos de los alrededores que también pusieron luces en sus ventanas. Además, para subrayar más su generosidad, desde el balcón de campanas de su torre, (“que es de las mas altas”), se quemo un castillo de fuegos de artificio.
Domingo, día 29 de septiembre.
Los encargados de cerrar los actos litúrgicos del octavario fueron los trinitarios calzados. Como era domingo y el último día de los festejos programados la concurrencia fue muy numerosa. Debido a la distancia entre los dos conventos: llegaron “en muchos coches haziendo paso los clarines, chirimias y la polvora”, siendo recibidos de la misma forma que el resto de las comunidades en días anteriores. Asistió a la misa también el cabildo de la ciudad. El encargado de oficiarla fue fray Gregorio Antonio de Aranda y el sermón fue predicado por fray Juan José Palomero.
El octavario terminó con la exposición del Sacramento por la tarde:
“La música sonora repitió con destreza los ratos que daban lugar las danças que en concertado saraos y nuevos bayles, regocijaban el numerosso concurso, hasta que la noche (quizas embidiosa a tanto lucimiento) obligo a que se ocultara en su nuevo y rico sagrario el Pan Divino de los Cielos”.