Festivities celebrated in San Cristóbal de la Laguna on the occasion of the proclamation to the throne of King Carlos IV (1789)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Abstract

The city of San Cristóbal de la Laguna celebrated the proclamation to the throne of King Carlos IV, in 1789, with six days of festivities. From September 1 to 6, in parallel to the sacred aspect of the festival, the town hall and the guilds displayed chariots, dances and theatrical performances in the Carrera and the main squares of the city, full of historical and mythological references connected with the territory to proclaim and show the loyalty of the city to the new monarch.

Keywords

artillery salute , the pealing of bells , bustle in the street , mass , royal proclamation , Te deum laudamus (hymn) , procession , dances , dances , theatre performance , musket salute , ephemeral architecture , illuminations , instrumental concert , sarao ( a party with instrumental music and courtly dances) , Matachines dance , Torch dance , Indian dance , Monteriones dance , dance of the Forces of Hercules , canarios (dance) , cheers , Carlos IV (king) , city council , crowd , music chapel , triumphal chariot , farmers' guild , dances , firing squad , horses , nobility , phlebotomian's guild , metallurgy guild , carpenters guild , coopers' guild , silversmiths guild , brass' guild , guilds , birds , blacksmiths' guild , military band



La planificación de los festejos que se organizaron en San Cristóbal de la Laguna con ocasión del ascenso al trono de Carlos IV en 1789 se debe a Bartolomé Benítez de Ponte Lugo, VII señor de la isla de Alegranza y regidor perpetuo de la de Tenerife. La imposibilidad de los gremios de labradores y artesanos para tener sus carros y danzas dispuestos para los días previstos (del 25 al 30 de agosto), “por varios incidentes que han acaecido”, obligó a postergar las reales fiestas a los seis primeros días del mes de septiembre. Así lo recoge ya el texto completo que se publicó en el número de octubre del Mercurio de España.

* 1 de septiembre.

La jornada se vio salpicada con tres salvas de la artillería del ayuntamiento, colocada sobre el risco de San Roque, que tronaron por la mañana, al medio día y por la tarde para recordar a la ciudadanía el acontecimiento que se celebraba. Esta faceta sonora de vocación a la fiesta se complementaría con tres repiques de campanas de todas las iglesias de la ciudad que se repetirían los cinco días siguientes, con igual función, a la salida del sol, al medio día y por la noche, cuando en encendieran las luminarias de la ciudad, en la que se resaltarían, especialmente, las casas consistoriales. La vertiente sacra comenzó por la mañana, en la iglesia de los Remedios, con una solemne misa que el monarca había ordenado en acción de gracias por el nacimiento de la infanta María Isabel (6 de julio de 1789). La misa fue solemnizada con una capilla de música y en ella se canto el himno de acción de gracias Te Deum laudamus

Por la tarde, tuvo lugar el desfile del carro y comparsa del gremio de Labradores, exaltación de la isla y su mitología histórica, “todo guarnecido de tropa”. Abría la comitiva la figura de una “noble matrona, con el pendón de sus armas”, a caballo, que representaba a la ciudad, escoltada por labradores y seguida por “diez y seis nereidas que hicieron un vistoso baile [con música], delante del carro”. El carro, elemento central del cortejo, representaba a la isla de Tenerife sobre el océano, tirada por cuatro caballos marinos, cuyas riendas llevaba Neptuno montado sobre un delfín. Estaba presidido por la imagen del pico del Teide y, sobre una nube, se había dispuesto el retrato del rey; en la falda del pico debía ir sentado “el Gran Tinerfe, rey universal que fue de esta isla, sobre nueve montañetas de ella estaban sentados los nueve hijos legítimos de este Gran Mencey, que entre sí dividieron el reino, y en la punta que forma la isla el hidalgo pobre, hijo bastardo de Tinerfe”. Se recogía así la tradición o leyenda de los nueves reyes o Menceyes que gobernaban en Tenerife antes de su conquista para la corona de Castilla por Alonso Fernández de Lugo, en 1496. Rodeaban el carro veinticuatro faunos con aperos agrícolas, cerrando la comparsa la persona que representaba al adelantado Alonso Fernández de Lugo, a caballo, acompañado de los integrantes del gremio de labradores.

Sucesivamente, en las plazas del Adelantado, de la Concepción y de los Remedios, tuvo lugar una representación teatral con el siguiente argumento:

“El gran Tinerfe se queja a sus hijos de la división que hicieron del reino y les promete perdonarles el atentado si le ofrecen rendir sus dominios a un excelso monarca nombrado Carlos IV que él ha soñado dominará en España y hará afortunadas estas islas. Ellos prometen y juran la obediencia y fidelidad a este benéfico soberano futuro y el gran Tinerfe lo proclama según el rito y ceremonias con que lo ejecutaban los guanches. La ciudad acepta el ofrecimiento de los Menceyes y jura la obediencia de toda la isla. El adelantado toma posesión de ella, a nombre de los señores reyes católicos, y todos explicaron su júbilo con respectivos vivas”.

Por la noche, siguiendo el mismo recorrido por la calle de la Carrera, fueron varias danzas “de diversas ideas campestres” a cargo de los labradores de los pueblos vecinos, acompañados de cien aldeanos que vestidos de librea llevaban hachas de viento (se llamaban así porque estaban hechas de esparto y pez y resistían el viento sin apagarse), iluminación que se repetiría en las jornadas siguientes.

* Día 2 de septiembre.

Por la mañana, los regimientos provinciales hicieron sus descargas a los tres actos de la real proclamación en las tres plazas principales de la ciudad, como era costumbre.

Por la tarde, desde los balcones del consistorio tuvo lugar el primero de los actos solemnes de proclamación en los que se exhibían al pueblo los retratos del rey y la reina. Terminado este, la comitiva del ayuntamiento, a caballo, siguiendo la calle real de San Agustín, se dirigió a la plaza de la Concepción, donde, sobre un castillo que se había construido, tuvo lugar la segunda proclamación. Por la calle de la Carrera, llegarían a la plaza de los Remedios, donde se ejecutaría el tercer acto de la real proclamación sobre otro castillo dispuesto para la ocasión. Proseguiría la comitiva por la dicha calle hasta las casas consistoriales donde depositarían el pendón real con el que se había conquistado la isla. El recorrido y las plazas estaban aderezadas con colgaduras y tres arcos triunfales ubicados en las plazas citadas y dedicados uno al Amor, otro a la Lealtad y el tercero al Honor, decorados por Cristóbal Afonso y Félix Padrón, en los que se habían colocado los retratos de los monarcas.

Por la tarde, una comitiva del ayuntamiento, acompañada de la nobleza, trasladó los retratos de los reyes a la parroquia de los Remedios, donde fueron recibidos por el clero “con música e iluminación”, colocándose en un lugar preferente, bajo dosel, con sillas y sitial donde estaban colocadas las insignias reales de cetro y corona.

Al tiempo de las proclamaciones y al salir los retratos de las casas consistoriales, la artillería de San Roque repitió las salvas que se fundieron con los repiques generales de campanas de todos los templos de la ciudad. De regreso al ayuntamiento, se sirvió un espléndido refresco, acompañado de “un concierto de música”.

Por la noche de este segundo día, por la calle de la Carrera, se bailó una danza de las Islas Canarias, compuesta por milicianos del regimiento de esta ciudad:

“Presidida del dios Océano, que llevó un víctor a honor de nuestros soberanos, y le acompañaron seis ninfas [oceanias] con instrumentos músicos. Canarias fue representada por Vesta, Tenerife por Palas, la Palma por Latona, Fuerteventura por la Fortuna, Lanzarote por Ceres, la Gomera por Diana, el Hierro por Vulcano, la Alegranza por una Nereida, Lobos por un Tritón, la Graciosa por una de las tres Gracias, Montaña Clara por una Napea y el Roque del Este por un Sátiro”. 

Terminado el paseo en la plaza del Adelantado, fijaron el víctor en las casas del ayuntamiento con una descarga de la tropa de milicias que escoltaba la comitiva.

* Día 3 de septiembre.

Los actos matutinos comenzaron con el traslado del pendón real a la parroquia de los Remedios, donde se celebró una función de acción de gracias por la feliz exaltación del monarca al trono, la cual fue solemnizada con una procesión del Santísimo Sacramento, el cántico del Te Deum laudamus, misa solemne y oración panegírica. Concluido este acto regresaron a las casas consistoriales con el acompañamiento habitual.

Por la tarde, correspondió a los gremios de metalurgia, arquitectura y flebotomía (cirujanos-barberos-sangradores) el pasear el carro que habían elaborado por la Carrera, el cual estaba inspirado por la mitología clásica:

“El trozo primero de los sangradores principió por las cuatro estaciones del año con sus banderas que llevaron los signos del zodiaco en que entra cada una. Siguió la música y una danza de Cupidos, luego la serpiente Pithón asistida de ocho jugadores píthicos y cerró esta división Chiron [= Quirón] centauro, con catorce estrellas que le acompañaron. El trozo segundo de carpinteros, fragüeros, toneleros y pedreros iban precedidos de cuatro figuras que representaban estos oficios, con banderas en que llevaban pintados sus principales instrumentos. Seguía Anfión, tocando su cítara, y a este diez y seis figuras de árboles, piedras y ríos. Luego se veía Atlante, con sus siete hijas, las Pléyades, que danzaban al derredor de un tonel adornado de flores y yedra. Tres matronas griegas representaban el Número, el Peso y la Medida, y cerraba esta división Cibeles, acompañada de catorce Coribantos. Al tercer trozo de plateros y latoneros, presidía Vulcano, con sus dos Cíclopes que llevaban banderas rojas y en ellas empresas y motes correspondientes a estos oficios. Orfeo tañía a una danza de las nueve Musas y Venus, asistida de doce Céfiros esparciendo rosas, iba delante del Carro del Sol. En el testero de este se descubría debajo de un pabellón el real retrato de nuestro monarca circundado de rayos, a su pie, el Valor y la Justicia, al derredor volaban pájaros canarios y se percibirán fragancias y armonías. Enfrente del rey iba sentada la sacerdotisa Pithia que vaticinaba [con furor poético] en las tres plazas las felicidades que anuncia este Real Planeta. El carro tiraban los caballos Pirois, Eous, Flegón y Etonte, las doce horas caminaban a sus lados y la tropa guarnecía toda esta comparsa”.

Concluido este festejo y llegada la noche, la comitiva del ayuntamiento fue a buscar los retratos reales a la parroquia de los Remedios para devolverlos al consistorio, donde se dispusieron en la sala capitular, todo ello “con la mayor pompa posible, la escolta competente, música, repiques e iluminación de cien hachas de cera”. La jornada se cerró con el refresco y sarao que tuvo lugar en la casa del regidor Juan de Castro que ejercía de alférez mayor por ausencia de su titular.

* Día 4 de septiembre.

Durante la tarde y la noche, fueron los gremios de obra prima, de herreros y herradores los encargados de amenizar la fiesta. Para ello pasearon por la calle de la Carrera y las tres plazas ya citadas el carro y las danzas que habían preparado las cuales representaban “las cuatro partes del mundo”:

“Marchó delante la tropa, despejando la calle, siguió la orquesta, y luego la danza de la Antorcha, que corresponde a la de Europa, la de Indios, que pertenece a América, la de Monteriones que corresponde a Asia y la de Matachines que pertenece al África y se bailó al derredor de un drago. Detrás iba el carro, con cuatro matronas que representaban esta cuatro partes, y un español, un indio, un chino y un etíope, tocando instrumentos músicos de sus países, en el testero se veía el real retrato de S. M. bajo de un pabellón, cuyas cortinas recogían dos antiguos españoles, y un león y un caballo, un elefante y un dromedario tirarán del carro, al que servía de escolta una compañía que imitaba las de guardias de Corps. Las cuatro partes del mundo recitaron elogios poéticos a nuestros amados soberanos en las plazas y calles en que hacían sus bailes las danzas, los cuales terminaron con repetidos vivas y descargas de la fusilería [que los escoltaba]”.

* Día 5 de septiembre.

Este día, fue la ciudad la encargada de organizar la “composición dramática” que se representó en las tres plazas de la ciudad. En ella se escenificaba, en tres actos, la conquista de la isla por Alonso de Lugo, apoyándose en una tramoya en la que se recreaban sus embarcaciones y el vestuario de la época tanto de los castellanos como de los guanches naturales de la isla, la cual finalizaba con la preservación del glorioso estandarte con el que se efectuaría la proclamación de los sucesivos monarcas hispanos.

La tarde se unió a la noche con el paseo que tuvo lugar en las calles de la Carrera, donde:

“Formaron la comparsa la tropas guanchinesas, presididas de sus cinco Menceyes, danzando y saltando con sus danzas, delante de las embarcaciones. En estas iba la música militar, el todo escoltado por las milicias.

A la noche, al tiempo de la iluminación, las cuadrillas de guanches, con sus Menceyes detrás y delante la música que usaban pasearon la Carrera, haciendo en las tres plazas la danza de las Fuerzas de Hércules, con el baile canario”.

* Día 6 de septiembre.

Este día concluyeron los elaborados festejos que se habían preparado con otra representación a cargo también del cabildo de la ciudad, en la que se escenificó el ataque que sufrió el puerto de Santa Cruz por parte de la armada inglesa, comandada por John Jennings, en 1706. Para ello se reutilizaron las embarcaciones de la jornada anterior y se dispuso en las plazas una estructura efímera que representaba el castillo de San Cristóbal. Al llegar la escuadra a la plaza del Adelantado, se hizo en ella la primera representación del coloquio dramático La Lealtad de Tenerife de José de Viera y Clavijo, en el que se daba cuenta de este acontecimiento histórico. La función concluyó con la Lealtad coronando con laureles a los narradores del evento en lo alto del castillo,  los cuales arrojaban sus guirnaldas al cercano arco de triunfo donde estaban los retratos de Carlos IV y María Luisa de Parma. Terminada la actuación, se formó una comparsa para trasladar la tramoya y los actores a las otras plazas, “llevando a la vanguardia la música marcial y a la retaguardia la Lealtad”.

Por la noche, se dieron por finalizados los regocijos con el desfile conjunto de los tres carros de los gremios, en los que se habían colocado los retratos de los monarcas y del príncipe de Asturias, acompañados de sus respectivas danzas que recorrieron la Carrera, al tiempo que los ciudadanos expresaban su “amor y fidelidad… a estas reales personas en repetidos vivas, loas y aclamaciones”.

Todo un variado despliegue festivo multisensorial plagado en sus distintas manifestaciones de referencias históricas y mitológicas conectadas con el territorio para proclamar y mostrar la fidelidad de la ciudad al nuevo monarca.


Source:

Plan general y noticia previa de las reales fiestas con que la ... ciudad de S. Christoval de la Laguna ... va á solemnizar en el presente mes de agosto la augusta proclamacion de ... el Señor Don Carlos IV … La Laguna: Miguel Ángel Bazzanti, 1789.

Mercurio de España (número de octubre de 1789). Madrid: Imprenta real, 1789, 163-175.

Bibliography:

Gallardo Peña, María, “Fiesta de Exaltación al trono y retratos de Carlos IV en La Laguna”, Anuario de Estudios Atlánticos 41 (1995), 271-285.

Created: 14 Mar 2021
Modified: 20 Mar 2021
Referencing: Ruiz Jiménez, Juan. "Festivities celebrated in San Cristóbal de la Laguna on the occasion of the proclamation to the throne of King Carlos IV (1789)", Historical soundscapes, 2021. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/en/evento/1286/san-cristobal-de-la-laguna.
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Resources

La Carrera street

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Town hall

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Real de San Agustín street

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Portrait of Carlos IV. Félix Padrón (1789). Town hall of San Cristóbal de la Laguna

Plano de la ciudad de La Laguna (1779)

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Mercurio de España. Octubre de 1789, p. 163

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Canarios. Gaspar Sanz