Transfer of the Blessed Sacrament to the new church of the Discalced Trinitarians in Salamanca (1667)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
Following the completion of the work on the new church of the Discalced Trinitarians in the city of Salamanca, on 5 June 1667 the Blessed Sacrament was transferred from the old church. Both on this day and on the two following ones, the masses were solemnised by the cathedral's music chapel, performing villancicos probably composed by its chapel master Juan de Torres Rocha. On the three afternoons, sacred concerts were held in the aforementioned church, performed by the same musical chapel and also with the performance of villancicos composed especially for the occasion.
Keywords
the pealing of bells , illuminations , vespers , mass , procession , Christmas song (villancico) , sacred concert , bustle in the street , street music , litany , salve , Order of Discalced Trinitarians , cathedral chapter , city council , bell-ringer , wind players , music chapel of the cathedral , nobility , clergy , Juan de Torres Rocha (composer, chapel master) , crowd
En junio de 1667, se concluía la nueva iglesia que los trinitarios descalzos de Salamanca habían construido en la plaza de San Adrián, gracias al patrocinio de la baronesa Beatriz de Silveira y Paz, cuyas armas se esculpieron en la fachada. La narración de los festejos de la inauguración del templo se debe a Diego de Vera y Tasis, veinticuatro de la cárcel real de Salamanca, impresa con el título: Días solemnes en la traslación que se hizo del santísimo sacramento a la iglesia nueva de los padres trinitarios descalzos de la ciudad de Salamanca (Salamanca: José Gómez de los Cubos, 1667). Para la celebración del traslado del Santísimo Sacramento al nuevo templo se convidó a los cabildos catedralicio y secular de la ciudad, fijándose para este evento el domingo cinco de junio de ese año. Los festejos se prolongaron durante tres jornadas, ofreciendo el cabildo de la catedral de Salamanca a la comunidad trinitaria: “predicador, ornamentos, cera y música para la celebración del día”. El consistorio municipal dio una considerable cantidad de dinero para “aliñar la plazuela que quedaba delante de la iglesia”.
El sábado día 4 de junio, con el oficio de vísperas, comenzaron las celebraciones. El tañido de campanas dio el correspondiente aviso y por la noche las luminarias y hachas dispuestas en el convento y en las ventanas de las casas del marqués del Cardeñosa, del chantre de la catedral y del señor de Carabias se agregaron a la “multitud de hogueras y fuegos artificiales… tantas que no se pudo sumar”. Todo ello amenizado por “la diferencia de chirimías y sonoros acentos [que] fue innumerable”.
La elección del día 5 como fecha del traslado estuvo motivada por coincidir ese año con la festividad de la Santísima Trinidad. Se había adornado también la “iglesia antigua de la Santísima Trinidad”, disponiéndose un tablado en la capilla mayor, en el que se había colocado el Santísimo Sacramento, “con majestad de luces y ramilletes… [y] ricas colgaduras”. En la calle y la plazuela por la que transcurriría la procesión se habían echado “yerbas olorosas”. La comitiva formada por treinta y dos monjes trinitarios descalzos, portando velas encendidas, iba presidida por fray Juan de la Asunción, provincial de la orden, y por su ministro fray José de Jesús María, precedidos por la cruz y los ciriales. Salieron a las ocho de la mañana para recibir a los cabildos catedralicio y secular en el arco de San Adrián, los cuales iban acompañados “de las cruces de las parroquias”, con la asistencia del obispo Gabriel de Esparza y del corregidor Juan Tello Dávila y Guzmán. Se dirigieron a la antigua iglesia, quedando las cruces con el guión y la comunidad trinitaria fuera. En el interior, fue Juan de Pineda Maldonado, canónigo y arcediano de Medina, flanqueado de otros dos capitulares, el encargado de portar la custodia con el Santísimo Sacramento:
“[En la puerta] La capilla de la catedral (en todo acorde y real, por su maestro Juan de Torres) cantó lo siguiente:
Estribillo: Una jornada hace Dios…
[Copla] A la Trinidad Descalza…
Celebrose la letra, aclamáronla diversos ministriles…”
El Santísimo Sacramento iba bajo palio, portado por ocho caballeros regidores, que tuvo que lidiar en su desplazamiento con el numerosísimo público que había acudido al lugar. A la entrada a la nueva iglesia, decorada suntuosamente, los trinitarios le formaron un pasillo hasta que se colocó en el sanctasanctórum, para dirigirse posteriormente al coro. La misa fue oficiada por Juan Pineda Maldonado, asistido por el racionero Diego Sánchez que cantó la epístola, tras la cual, la capilla de música:
“Entonó las cláusulas de este villancico:
Estribillo: Volad, lucid, corred, parad…
[Coplas]: Astros, fuentes, flores, aves…”
El evangelio estuvo a cargo del racionero Antonio Rosal y el sermón del canónigo magistral Pedro Cardoso Valdés. Finalizado este, la música canto el villancico:
“Estribillo: Lindo cuento en verdad…
[Coplas]: Sabed quisiera señor…”
Terminada la misa, los trinitarios, “sin cruz ni ciriales”, acompañaron al cabildo catedralicio hasta la catedral, quedándose en el espacio de entre coros, mientras aquel ingresaba en su coro, disponiéndose el cabildo secular en el altar mayor. Durante todo el trayecto: “la catedral había ido cantando desde que salió de la Santísima Trinidad la letanía y concluyó en su casa con una salve, con su verso y oración”.
Por la tarde, en la nueva iglesia, tuvo lugar un concierto sacro, con una gran concurrencia ciudadana:
“Eran las tres de la tarde y las suaves voces y sonoros instrumentos que se previnieron en el templo de la Santísima Trinidad, convidaron a que se les oyesen, fue el concurso sin número, los versos que se cantaron de buen aire, pero entre todos se llevaron la gala estos que al retirarse entre velos carmesíes el coronado León de Judá, se explicaron por la capilla de la catedral:
Estribillo: Digan cual, digan cual…
[Coplas]: Qué ufano que corre el Tórmes…”
De nuevo, por la noche, las luminarias dieron continuidad a la fiesta.
El lunes, día 6, siguieron los actos celebrativos de inauguración del nuevo templo trinitario que se dedicaron al Espíritu Santo. Se invitó a miembros de la nobleza, del clero regular y de los colegios. La misa fue oficiada por fray José de Jesús María, profesor del colegio de la Santísima Trinidad de descalzos que formaba parte del complejo conventual. La epístola estuvo a cargo de fray Juan de San Martín y finalizada esta, como el día anterior, la capilla de música de la catedral cantó un villancico:
“Estribillo: Serafín hermoso que vuelas…
[Coplas]: Pues es todo el día suyo…”
El evangelio fue cantado por fray Pedro de San Pablo y el pregón fue de fray Juan de la Cruz. Después se cantó la letra: “Mi villancico le tengo…”.
De nuevo, por la tarde, la capilla de la catedral ofreció un concierto sacro, en el que se canto “este vejamen que se compuso a la iglesia vieja: Cómo se mira de gala…”. Finalizó la sesión musical vespertina con la interpretación del villancico:
“Estribillo: Atalayas, alerta, alerta…
[Coplas]: A eucaristía y Trinidad”.
Por la noche, las luminarias coronaron la nueva iglesia, sumándose las hogueras dispuestas en la plaza de San Adrián.
El martes 7 fue el tercer y último día de los festejos organizados por la comunidad trinitaria. La misa fue oficiada por fray Juan de la Asunción, provincial de la orden, el cual había estado presente en la ceremonia de poner la primera piedra del edificio el 8 de junio de 1645. Cantó la epístola fray Pedro de la Visitación y el evangelio fray Pedro de la Encarnación. Tras este, la música de la catedral interpretó el siguiente villancico:
“Estribillo: Suene la fama…
[Coplas]: Hoy está en su iglesia nueva…”
Predicó el sermón fray José de Jesús María.
La capilla cantó un segundo villancico:
“Estribillo: ¡Oh que tarde, que mira el mayo…
[Coplas]: El estruendo de cristal…”
Una vez más, como en los dos días anteriores:
“A las dos de la tarde ya la música de la Santa Iglesia en diversos coros se esmeraba sonora en presencia de un Dios hombre… la real capilla de Salamanca que creciendo el número de oyentes multiplicó voces, realzándose en estas quintillas:
Estribillo: Novedad, novedad…
[Coplas]: Pues tienes tantos primores…”
Se cerró el concierto sacro con la interpretación de un último villancico:
“Estribillo: Qué bien suenan las cláusulas dulces…
[Coplas]: Viva aqueste Fénix…”
Los villancicos debieron ser compuesto por el citado Juan de Torres Rocha que fue maestro de capilla de la catedral de Salamanca desde 1654 a 1679 y el compositor más destacado del momento en esta ciudad.