Auto de fe in Sevilla (1559)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
On 24 September 1559, the first of a series of autos de fe that took place in the city of Seville was held, aimed at repressing the important Lutheran focus that had been spreading in the city for some years.
Keywords
auto de fe , announcement , procession , bustle in the street , Tribunal of the Inquisition , cathedral chapter , city council , clergy , crowd , Juan Ponce de León (penitenciado) , Juan González (priest, preacher, convicty) , María de Bohórquez (convict) , drum player
Los autos de fe que tuvieron lugar en Sevilla el 24 de septiembre de 1559, el 22 de diciembre de 1560 y el 26 de abril de 1562 estuvieron directamente conectados con la represión del importante foco luterano que se había propagado en la ciudad desde hacía unos años. Formaban parte de esta comunidad reformada algunos miembros de la oligarquía local, entre los que destacaba Juan Ponce de León, hijo del conde de Bailén, primo hermano del duque de Arcos y del señor de Fuentes y pariente de la duquesa de Béjar; Isabel de Baena, en cuya casa se reunían algunos de sus integrantes; María de Bohórquez, hija ilegítima de Pedro García de Jerez, con sólidos conocimientos de las escrituras y de las lenguas latina y griega, o algunos monjes de la comunidad jerónima del vecino monasterio de San Isidoro del Campo, entre ellos Antonio del Corro, Casiodoro de Reina y Cipriano Valera, que junto a otros nueve monjes habían huido el verano de 1557, refugiándose en Ginebra.
El auto de 24 de septiembre de 1559 nos acerca a los principales escenarios urbanos hispalenses en los que se desarrollaba este tipo de eventos que ya a mediados del siglo XVI estaban provisto de una codificación ceremonial bien establecida, con claros objetivos propagandísticos, edificantes y ejemplificantes para una ciudadanía que acudía masivamente a esos espacios rituales. De hecho, en el relato de este auto de fe se deja constancia de la expectación que había despertado entre la ciudadanía de la comarca que desde tres días antes había comenzado a llegar a la ciudad en tal número que era imposible encontrar posada en ella, por lo que muchos de ellos “de necesidad se salieron al campo”.
La plaza de San Francisco era el centro neurálgico de la ceremonia. En ella, en esta ocasión, se construyeron dos “theatros”, estructuras efímeras de madera para acomodar en una de ellas a inquisidores, cabildo de la catedral, audiencia y frailes de San Francisco y en la otra a los penitentes con toda la clerecía de las distintas órdenes, en el cual había un altar “para degradar al licenciado Juan González… clérigo y predicador”. Este clérigo de linaje morisco, ligado a Juan Ponce de León, ya había sido penitenciado por la inquisición en Córdoba cuando tenía doce años por practicar la religión musulmana. Había otros tres graderíos más: uno para el cabildo de la ciudad, otro, al lado del ocupado por los inquisidores, para la duquesa de Béjar “y otros marqueses y caballeros muy principales donde estaban muchas señoras con la duquesa de Béjar”, y un tercero, colindante con el de los penitenciados, “de otros condes y señores y muchas señoras principales”. Alrededor de toda la plaza se habían habilitado también “muchos andamios donde estaba gran multitud de gente”.
El segundo escenario emblemático en los autos sacramentales hispalenses era el castillo de San Jorge, sede del tribunal de la Inquisición. Si asumimos que el itinerario procesional que conducía a los penitenciados se mantuvo estable, según conocemos por un auto de fe de 1660, la comitiva atravesaba el puente de las Barcas, para continuar por la carrera del Arenal, puerta del Arenal, calle de la Mar, esquina de la punta del Diamante, calle Génova, a la plaza de San Francisco. La crónica del auto sacramental de 1559 señala también las estructuras que se colocaron en parte de este recorrido y cómo el cortejo era contemplado igualmente desde las embarcaciones que se situaban en el entorno del puente de las Barcas que, con esta finalidad, quedaba cerrado al tránsito:
“Desde el castillo de Triana hasta el Arenal fue todo lleno de andamios donde estaba gran copia de gente y a la puente de Triana echaron puertas para que la gente no ocupase la vista de las naos y barcos que alderredor [sic] de la dicha puente estaban que era tanto de ver el río como el auto”.
La nutrida comitiva se concentró en el castillo de San Jorge. Por un lado, llegaron casi trescientos hombres: “todos muy bien aderezados con sus alabardas y muy bien vestidos y ataviados que era cosa de ver y fueron con sus atabales y bandera delante hasta el castillo de Triana y en la puerta estuvieron esperando a los penitentes con los cuales vinieron hasta la dicha plaza”. Desde la iglesia de Santa Ana, en Triana, salieron “como a las cuatro de la mañana, cincuenta clérigos con su cruz”. Al llegar al castillo se encontraron “hasta cuarenta frailes de todas órdenes”. A estos se unieron los miembros de los cabildos de la catedral y de la ciudad que habían sido invitados por el tribunal de la Inquisición. El cortejo estaba encabezado por la cruz de Santa Ana, luego iban los clérigos regulares y seculares, tras ellos veinte alguaciles, tras los cuales iban el alguacil mayor don Sancho y el de la inquisición, don Luis Sotelo. Tras ellos se situaron los ochenta penitentes “de hábito y candela”, luego “veinte y un quedos con una estatua de un beneficiado, Francisco de Zafra, que se huyó del castillo”. A continuación los maceros del cabildo de la ciudad con los integrantes de esta corporación, seguidos de los pertigueros del cabildo de la catedral y los capitulares que asistieron. A continuación, el guión de la inquisición. Se hallaban en este auto los obispos de Lugo, Tarazona y “Sanabria” (probablemente para referirse al de Astorga, en esta fecha Diego Sarmiento Sotomayor).
La crónica describe con bastante detalle los intentos de conversión por parte de miembros de distintas órdenes religiosas de algunos de los penitenciados más destacados, entre ellos Juan Ponce de León, el clérigo Juan González o María de Bohórquez, los cuales tuvieron lugar a lo largo de toda la tarde. Veintiuno de los penitenciados fueron quemados en el quemadero de San Diego.
El documento no nos proporciona información sobre otros elementos destacados del ritual, ni sobre la música característica que acompañaba al pregón y a las procesiones de la cruz y de penitenciados que seguro estaría presente dada la magnitud que alcanzó este evento, los cuales conocemos por otros autos de fe del siglo XVII.
Véase: http://www.historicalsoundscapes.com/evento/320/sevilla.
Félix González de León, en su libro Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de esta M.N.M.L.Y.M.H. ciudad de Sevilla (Sevilla: imprenta de José Morales, 1839, p. 525) nos proporciona alguna información sobre la estructura que tenía el quemadero de San Diego y sobre su desaparición:
“Fue demolido, sin dejar ni señales, el año de 1809… era un cuadrilongo en alto, formado de ladrillos y en sus cuatro ángulos o esquinas sobresalían cuatro pilares y sobre cada uno hubo en su principio una estatua de barro cocido. En uno de estos pilares había una inscripción latina que no copié en tiempo oportuno, ni la he hallado copiada por nadie. Este pilar lo recogió don Natan Wueterell, lo colocó en su inmediata fábrica de curtidos donde permaneció algunos años y luego fue conducido a Londres… la última que pereció quemada en él (después de muerta) fue la beata ciega Dolores López el día 24 de agosto de 1781…”.
Más adelante (p. 592), matiza y amplia esta información que fue publicada en un artículo por Juan Wueterell en el Diario del Comercio n.º 4371 de 19 de diciembre de 1840: “En el que hacía ver la equivocación que yo había padecido en cuanto a la inscripción, pues no era latina sino árabe y en cuanto a la existencia del pilar que la contiene, pues este se halla en su poder muy bien cuidado…”. González León se puso en contacto con Juan Wueterell, ya que la columna se encontraba en Sevilla y no en Londres. Para intentar descifrar la inscripción se hizo una copia en papel que, tras diversos intentos frustrados, fue transcrita parcialmente por el padre Pedro Martín que residía en Cádiz, dilucidando que pertenecía a un edificio construido en el año 400 de la hégira (1022 del calendario gregoriano). Actualmente, este fuste se encuentra en el Museo Arqueológico de Sevilla. Se han podido estudiar en profundidad las distintas huellas que conserva para concluir que se trata de los restos de una columna romana que perteneció a la antigua mezquita hispalense de Adabbás que luego sería la primera sede de la colegiata del Salvador. Su inscripción da cuenta de la fundación de esta mezquita en el año 829. Existen ciertas dudas sobre la trayectoria que este fuste tuvo desde la colegiata del Salvador hasta el Museo Arqueológico. La ficha catalográfica redactada por Manuel Campos de Munilla (1858-1930), director de citado museo, mantenía la hipótesis de la procedencia del quemadero de San Diego.
En la parte media del lateral izquierdo del lienzo El suplicio de Diego Duro de Lucas Valdés (c. 1705) puede apreciarse la imagen de la estructura que González Léon describe.