The Taking of Granada (1492)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
Various chronicles provide us with numerous details about the events that took place at the capture of Granada on 2 January 1492, from which we have extracted the most outstanding sonic elements that were incorporated into the soundscape of the conquered city.
Keywords
mass , O crux ave, spes unica (hymn) , Te deum laudamus (hymn) , procession , artillery salute , heraldic music , the pealing of bells , women and musical networks project , Isabel l (queen) , Fernando II de Aragón y V de Castilla (king) , Hernando de Talavera (first archbishop of Granada) , music chapels of the Catholic Kings
Según las distintas crónicas, los detalles sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en la toma de la ciudad de Granada, el 2 de enero de 1492, ofrecen pequeñas variantes. Expondremos, de forma breve, los principales eventos que sucedieron ese día y sus elementos sónicos más destacados, partiendo de la narración de Bernardo del Roi, testigo presencial de los hechos en el recinto de la Alhambra y de la Crónica de Fernando del Pulgar. El primero de estos sucesos tuvo lugar, según Bernardo del Roi, en el palacio real. Un grupo de nobles, liderados por Gutierre de Cárdenas, comendador mayor de León, y acompañados de parte de la tropa de caballería e infantería entraron en la Alhambra de madrugada y fueron recibidos por Boabdil que les hizo entrega del recinto; al alba: “súbitamente fue aderezado un altar en el palacio [torre de Comares], donde se celebró una misa”. Terminada esta, acontecía el primero de los elementos acústicos que anunciaba a la población granadina la toma efectiva de la ciudad. En la “torre más alta”, según del Roi, y más precisamente “de Comares”, según Hernando del Pulgar”, se elevó una cruz y se tremolaron los pendones real y de Santiago, y “levantada en alto la cruz, todos a una voz comenzaron a cantar O crux ave spes unica”. En este acto se encontraban el conde de Tendilla y fray Hernando de Talavera, que posiblemente fuera el que alzara la cruz, además del arzobispo de Calgliari y los obispos de Málaga y Guadix. Finalizado el himno:
“Un heraldo de armas, puesto sobre la torre en alta e inteligible voz, gritó:
–¡Santiago, Santiago, Santiago, Castilla, Castilla, Castilla; Granada, Granada, Granada, por los muy altos y muy poderosos señores don Fernando y doña Isabel, rey y reina de España, que han ganado esta ciudad de Granada y todo su reino por fuerza de armas de los infieles moros... terminado el dicho grito, pareció que la tierra temblaba, por el gran ruido que hicieron las lombardas y cañones, que en señal de alegría y de victoria descargaron todos a un tiempo. Y luego se oyeron trompetas y clarines, y toda suerte de sones y de instrumentos belicosos, sonar muy altamente, en señal de fiesta y de alegría”.
Para completar la escena, todos los presentes se arrodillaron y cantaron el himno de acción de gracias Te deum laudamus. Hieronymus Münzer añade un elemento sónico más a este acontecimiento que alguien debió narrarle en su visita a la ciudad en 1494: “Tañeron luego una campana que allí se colocó a toda prisa y los moros al oírla lloraban sus miserias porque jamás habían visto ni oído otra en aquel sitio".
Ese día, la comitiva de los Reyes
Católicos se dirigió desde el campamento de Santa Fe al arenal del Genil, donde
a las tres de la tarde se encontraban con Boabdil para proceder al acto
simbólico de entrega de las llaves de la Alhambra. Fernando del Pulgar, o el
continuador de la Crónica, si no son
suyos los dos últimos capítulos, puntualiza: “Vista la cruz por la reyna, los
de su capilla que allí estaban cantaron el Te
Deum laudamus. Fue tanto el placer, que todos lloraban”. Justino Antolínez
de Burgos, en su Historia Eclesiástica de
Granada, precisa del mismo modo que fue la capilla de música de los reyes
la encargada de cantar el himno de acción de gracias.
Por la tarde se liberaban los cautivos cristianos que estaban en el “corral” de Granada, en un número que las fuentes cifran entre 400 y 700, coincidiendo todas ellas en que la procesión de cautivos, con tres cruces y una imagen de la Virgen, se dirigió a las afueras de la ciudad cantando el Te Deum laudamus, donde fueron recibidos por el Rey, con el cual esperaron a la reina que llegaba con el arzobispo de Sevilla ¿Pudo ser esa imagen mariana, a la que años más tarde se daría la advocación de Virgen de la Antigua, la que presidió el altar de las primeras sedes catedralicias? Este emblemático evento anticipaba el que iba a convertirse en uno de los componentes esenciales de un nuevo paisaje sonoro urbano: los numerosos recorridos procesionales que provistos de su correspondiente acompañamiento musical tomarían y sacralizarían el territorio recién conquistado.