Exequias del emperador Carlos V en México (1559)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
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Resumen

En 1559, un año después de su fallecimiento, tenían lugar en México las exequias del emperador Carlos V. En torno a un grandioso túmulo y un extraordinario despliegue de medios, se celebraron numerosos oficios y misas funerales a cargo de diferentes órdenes religiosas que culminaron con las oficiadas por más altas jerarquías de la iglesia del virreinato de Nueva España. En ellas estuvo presente la música de Cristóbal de Morales y del maestro de capilla de la catedral mejicana, Lázaro del Álamo.

Palabras clave

pregón , tañido de campanas , sermón , exequias , arquitectura efímera , misa de réquiem , maitines de difuntos (= vigilia) , motete , llanto , Circumdederunt me (antífona) , Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón (virrey de Nueva España) , Alonso de Montúfar (arzobispo) , Real Audiencia , cabildo de la ciudad , Claudio de Arciniega (arquitecto) , clerecía , gentío , capilla musical de la catedral , Vasco de Quiroga (obispo) , Pedro Gómez Maraver (obispo) , caballos , Lázaro del Álamo (maestro de capilla) , Orden de los franciscanos descalzos , Orden de los dominicos , Orden de los agustinos


En 1560, Antonio de Espinosa imprimía en México la obra Túmulo imperial de la gran ciudad de México, escrita por Francisco Cervantes de Salazar. En ella, nos describe con todo lujo de detalle el túmulo funerario y las distintas manifestaciones cívicas y religiosas que tuvieron lugar en la ciudad, en 1559, tras el fallecimiento del emperador Carlos V.

El virrey Luis de Velasco, junto con la audiencia real, el arzobispo Alonso de Montúfar y el cabildo de la ciudad fueron los encargados de organizar los solemnes actos funerales. Veinte días antes de la celebración de las exequias, el virrey ordenó, en pregón público, que la ciudadanía “hombres y mugeres de qualquier estado y condición que fuessen truxessen luto en muestra del fallescimiento de tan gran monarcha, lo qual se cumplio con gran voluntad”. Desde ese momento, en la catedral, iglesias y monasterios de la ciudad, se mandó:

“Se clamase tres vezes al día, la vna por la mañana, y la otra al medio dia y la otra a la oracion... lo qual se hizo con tanta solenidad, que verdaderamente, tanta multitud de campanas tocadas todas a un tiempo mouian a tristeza y memoria de la muerte, al que como era razon paraua en ello”.

Debido a que la catedral de México “era pequeña y baxa”, por lo que no se podía instalar en ella un túmulo de las dimensiones previstas, y a la cercanía del palacio del virrey, lo que impedía un vistoso cortejo entre ambos lugares, se decidió que la exequias tuvieran lugar en la capilla abierta de San José de los Naturales y en el patio del monasterio de San Francisco. La realización del túmulo se encargó a Claudio de Arciniega, maestro mayor de las obras de la ciudad, el cual estuvo ocupado en su construcción tres meses. Se instaló en el patio del convento de San Francisco. Este espacio tenía en el centro una cruz de tal altura que “de fuera de la ciudad se vee de tres o quatro leguas”; en uno de sus laterales, por la puerta situada al norte, estaba la capilla de San José:

“A la qual se sube por dos gradas, es muy grande, y esta fundada sobre muchas colunas que hazen siete naues: las quales para hermosear el architetura del Tumulo se jaspearon. Cabran en esta capilla y patio quarenta mill hombres, porque mas que estos se hallaron de Españoles y Naturales, quando las honras se celebraron. Hizose el Tumulo fuera de la capilla, pero cerca della, porque el officio funerario se auia de hazer en la capilla y auia de estar en ella toda la ciudad, y el Tumulo fuera della se pudiesse leuantar tan alto quanto conuino, y los que estuuiessen en la capilla en el patio pudiessen a plazer gozar del Túmulo”.

Cervantes de Salazar describe minuciosamente la arquitectura y el elaborado adorno del túmulo imperial con esculturas y emblemas y nos proporciona su planta y alzado. Precisa que para su iluminación se consumieron más de doscientas arrobas de cera en velas de diferentes calibres. La capilla de San José y el patio se cubrieron con paños negros y se dispusieron escudos imperiales y diversas “figuras de muertes”. Se hicieron de madera cuarenta altares para cuatrocientos sacerdotes de diferentes órdenes que debían oficiar misas el día de las exequias. Estos se dispusieron “de diez en diez” alrededor de la capilla. El arzobispo mandó a todos los niños del colegio de los huérfanos a que acudiesen con su lobas para ayudar en la celebración de las misas. Para acomodar a la ciudadanía según su jerarquía (“calidades y estados”), se dispusieron bancos y escabeles, cubiertos de negro, para las diferentes autoridades. La capilla de música de la catedral, situada en una galería superior y divida en dos coros, fue la encargada de solemnizar musicalmente las exequias:

“... Y estuuo la capilla y musica de la yglesia mayor, al lado de la qual en vnos corredores altos que caen a la capilla de sant Ioseph se sentaron todos los Indios...”.

Los actos funerarios se programaron para el 30 de noviembre de 1559, festividad de San Andrés. La ciudad se llenó con gente procedente de pueblos de hasta “ochenta leguas”. El arzobispo convocó a los capitulares de las catedrales sufragáneas y a los curas, vicarios y clérigos de su arzobispado y recibió en su casa a los que vinieron la víspera de San Andrés, exhortándolos a que acudieran a las exequias y celebraran las misas en los altares que para ello se habían dispuesto en el monasterio de San Francisco y, oficiadas estas, dijeran un responso en el túmulo, lo cual hicieron siguiendo su mandato.

Para la procesión hasta el túmulo imperial, la calle de San Francisco se cerró dos días antes a los caballos y se limpió, barrió y regó, para que quedase sin polvo “por el mucho luto que auia de arrastrar” [se refiere a la cauda o capuz del vestuario que debía llevarse para la ocasión]. El cortejo cívico comenzó a formarse a la una de la tarde del día de San Andrés en el palacio virreinal. Iba encabezado por los maceros de la ciudad que habían llegado al palacio desde las casas del ayuntamiento. En el desfile se portaban las insignias imperiales y el estandarte real. Al mismo tiempo, en la catedral, estaba el arzobispo  Alonso de Montúfar con el obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga [obispado con sede en esa fecha en Pátzcuaro], el de Nueva Galicia, Pedro Gómez Maraver [obispado con sede en Guadalajara], y toda la clerecía.

La procesión tenía cuatro secciones. En la primera, “yuan los naturales, los quales al entrar de la calle de sant Francisco, con altos sospiros y solloços hizieron tan gran sentimiento, que demas de la tristeza que los nuestros tenian les prouocaron a lagrimas”. Los gobernadores de México, Tlacuba, Tezcuco y Tlaxcala “llevaban lobas y capirotes de luto con faldas largas tendidas”. En la segunda sección iba la clerecía (hasta cuatrocientos sacerdotes) que había salido por la puerta del Perdón de la catedral, al final de la cual se encontraba el arzobispo vestido de pontifical, flanqueado a su derecha por el obispo de Michoacán y a la izquierda por el de Nueva Galicia. En la tercera sección, encabezada por Bernaldino de Albornoz que portaba el pendón de la ciudad, iba el virrey, acompañado de los miembros de la administración real que llevaban las insignias imperiales, los integrantes de la corporación ciudadana, de la audiencia real y de la universidad, los ciudadanos y los mercaderes. La última sección estaba constituida por la caballería, tras la cual iba un nutrido acompañamiento popular:

“Yrian por todos de lobas y capuzes mas de dos mill hombres, y fue tan larga la procession, asi de los Españoles, como de los naturales, que rodeando por la puerta de Sant Francisco que mira al Occidente, y ser el trecho desde la casa real a Sant Francisco bien largo estaua la mitad de la procession ya en el monesterio quando la otra parte començo a salir de la casa Real... tardo hasta acabar de entrar dos oras y media”.

Mientras procedía la procesión, doce frailes de cada orden, en tres partes de la capilla, “sin estoruarse vnos a otros”, oficiaron la vigilia, de tal manera que cuando terminó de llegar la procesión ya habían acabado. Se colocaron las insignias, el pendón y el estandarte imperial en el túmulo. Sentados ya todos, cada uno en su sitio, se procedió a oficiar la vigilia mayor del siguiente modo:

“El maestro de capilla haziendo dos coros de musica para el inuitatorio, que en el vno se dixo, circundederunt me y en el otro el psalmo exultemus, todo en canto de organo compuesto por Cristobal de Morales, començosse la vigilia con tanta deuocion y suauidad de vozes que leuantaua los spiritus. Acabado en inuitatorio, dixeron los caperos la antiphona primera de canto llano, y el primer psalmo verba mea auribus percipe domine, començo el sochantre del coro con los mismos ocho caperos la primer antiphona de canto llano prosiguiendo a coros los frayles y clerigos el psalmo con toda solenidad el qual acabado dixeron los cantores la antiphona de canto de organo diziendo los caperos la segunda antiphona en canto llano y luego el sochantre en tono el antiphona y psalmo de canto llano hasta la mediacion del verso, y el otro medio verso respondio el maestro de capilla con seys muchachos, a quatro bozes compuesto de su mano y ansi prosiguieron el psalmo cantando el vn verso de canto llano todo el coro y el otro de canto de organo el maestro de capilla con seys muchachos, respondio el sochantre con los caperos de canto llano solamente. Acabado este psalmo se dixo el antiphona de canto de organo y luego la otra de canto llano con el psalmo de canto llano por sus coros, acabado el psalmo, el antiphona se dixo de canto de organo, a la mitad deste postrer psalmo, fueron los caperos al altar mayor, a encomendar al Arçobispo el pater noster, el qual acabado se dixo el Parce mihi domine, de canto de organo compuesto por de morales: que dio gran contento oyrle, dixo luego el responso en canto llano, el verso del qual dixeron los caperos, junto al altar mayor donde se auian quedado, los quales por su orden, fueron adonde estaua el Obispo de Mechuacan, a encomendar la segunda lecion: la qual acabada se canto Qui lazarum resucitasti, en canto de organo: y en medio del fueron los caperos a encomendar al Arçobispo la postrera lecion: y su señoria baxo junto al Tumulo a dezilla acompañado de canonigos y dignidades. Acabada esta licion començaron los caperos el psalmo De profundis hasta que se pusieron los clerigos y frayles en procesion: dixosse luego el responso Liberame domine, que fue cosa de gran deuocion. Dicho este responso, subio el Arçobispo al Tumulo, con todos los ministros y puesto cerca de la tumba, dixo la oracion y respondiendole los cantores con toda solemnidad se acabo la vigilia y officio deste dia y dexando la estandartes & insignias en el Tumulo se boluio la procession por el orden que auia venido.”

Esta minuciosa descripción resulta totalmente excepcional para la época y nos permite una precisa reconstrucción litúrgico-musical de esta vigilia, en la que parece que tras el invitatorio solo se cantó el primero del los tres nocturnos de Maitines. El maestro de capilla de la catedral de México y compositor de al menos uno de los salmos era Lázaro del Álamo.

A las siete de la mañana del 1 de diciembre de 1559, se repitió la procesión “por el orden y concierto del dia passado”. En ella, iba revestido de pontifical el obispo de Michoacán, al que se había encomendado oficiar la misa de réquiem, ya que el arzobispo sería el encargado de predicar el sermón. Una hora antes de que llegara la procesión al convento de San Francisco:

“Se adelantaron los tres prouinciales, de las ordenes, con cada treinta frayles: los quales cada orden en su lugar dixeron missa cantada con gran solenidad y deuocion, que cierto prouocauan a lagrimas, a los que presente se hallaron y fue cosa de ver, que al tiempo que el Visorrey y Audiencia, y la demas caualleria llego, començo el prouincial de sant Francisco, a dezir sobre el assiento de la tumba el responso: y luego el de sancto Domingo, y por consiguiente, el de sant Augustin. Reparo la procesion, y estuuieron todos en pie, dentro de los arcos de canteria, hasta que acabados los responsos que enternescian los pechos de los oyentes, se sentaron como el dia de antes en sus lugares. Començose la missa y prosiguiose toda en canto de organo a cinco vozes y acabada la ofenda, el Arçobispo se subio a su cathedra, a predicar... Acabado el sermon se dixo un motete al alçar, cuya letra dezia.

 Nunc enim si centum linguae sint, Carole Caesar

Laudes non possem promere rite tuas

Qui reges magnos multos valdeque; potentes,

Fudisti summo est auxiliante Deo”

Una vez finalizada la misa, cantando un responso (“psalmo”), probablemente Ne recorderis o Libera me, Domine, salieron hasta donde estaba el túmulo, al cual subió para incensarlo el obispo de Michoacán, acompañado del arzobispo y el resto de los ministros que habían oficiado la misa. Terminado el “responso”, recogieron los “estandartes & ynsignias” y volvieron todos en procesión para regresar a sus respectivas residencias con paradas en la catedral, el palacio del virrey y, finalmente, el ayuntamiento.

La misa de réquiem polifónica, a cinco voces, que cantó la capilla de música de la catedral de México fue, con toda probabilidad, la compuesta por Cristóbal de Morales, impresa en el Missarum liber secundus en 1544 (Roma: Valerio y Ludovico Dorico) y en 1551 (Lyon: Jacques Moderne). Especial mención requiere el motete que se canto en la Elevación, en el que se ensalza la figura del emperador y cuya música no se conserva, la cual pudo ser compuesta por Lázaro del Álamo para la ocasión. La relación está plagada de numerosas referencias sensoriales, entre las que destacan las visuales y las auditivas, pero también las olfativas e, indirectamente, las sensaciones táctiles del vestuario, objetos litúrgicos y heráldicos, así como al impacto emocional que causaron en todos los presentes los diferentes actos funerarios celebrados.

Fuente:

Cervantes de Salazar, Francisco. Túmulo imperial de la gran ciudad de México. México: Antonio de Espinosa, 1560.

Bibliografía:

Wagstaff, G. Grayson. “Music for the Dead: Polyphonic Settings of the Officium and Missa pro defunctis by Spanish and Latin American Composers before 1630”. Ph.D. dissertation. The Univerity of Texas at Austin, 1995, 352-57.

Creado: 17 Nov 2019
Modificado: 16 Nov 2024
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "Exequias del emperador Carlos V en México (1559)", Paisajes sonoros históricos, 2019. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1048/mexico.
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Recursos

Túmulo de Carlos V. México. Claudio de Arciniega (1559)

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Plano de México c. 1550 (detalle)

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Convento de San Francisco. Plano de México c. 1550 (detalle)

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Missa pro defunctis, a 5 voces. Cristóbal de Morales (1551)

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Circumdederunt me. Cristóbal de Morales

"Introitus. Requiem aeternam". Missa pro defunctis, a 5 voces. Cristóbal de Morales