Procesiones de disciplinantes y otras ceremonias religiosas en Cebú (c. 1595)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
El jesuita Pedro Chirino nos ofrece un testimonio directo de la implantación de las procesiones de disciplina en Cebú (Filipinas) durante la Cuaresma, a cargo del primer obispo de la diócesis, el agustino Pedro de Augurto, así como su participación en otras ceremonias religiosas en esta ciudad a finales del siglo XVI.
Palabras clave
procesión , bautismo , confirmación , fiesta del Nombre de Jesús , fiesta de San Ildefonso , Miserere mei Deus (salmo 51) , Pedro Chirino (jesuita) , Pedro de Augurto (obispo) , ciudadanos , disciplinantes
El sacerdote jesuita Pedro Chirino, natural de Osuna (Sevilla), en su Relación de las Islas Filipinas, nos da buena cuenta de la temprana celebración de procesiones de disciplinantes y otras ceremonias religiosas en Cebú, donde estuvo residiendo antes de ocupar el cargo de rector del colegio que la orden tenía en Manila. Podemos situar cronológicamente su narración en 1595, cuando el asentamiento acababa de renombrarse como Ciudad del Santísimo Nombre de Jesús (1594), ya que esta parece remontarse al año de la erección del obispado de Cebú, sufragáneo de Manila, y a la llegada de su primer obispo, el agustino Pedro de Augurto. Chirino, uno de los fundadores de la primera escuela primaria en Cebú, nos informa que los seis jesuitas que formaban la misión fueron muy favorecidos por el nuevo obispo, a cuya instancia se abrió en el colegio jesuítico la “escuela de latinidad” que permitía continuar los estudios a los niños que ya había en él. Los nuevos alumnos representaron en la catedral una pieza que se enmarcaría en la tradición del teatro doctrinal jesuítico:
“Y para bien de la buena venida del obispo, con los nuevos estudiantes representó una acción a su señoría en su catedral, que duraría dos horas, muy graciosa erudita, grave y devota y que dio singular gusto a todos los ciudadanos que jamás tal cosa habían visto en su ciudad”.
Los jesuitas desarrollaban su labor evangelizadora principalmente con la población local, los bisayos, y con los chinos establecidos en Cebú que eran muy numerosos y que vivían en el barrio donde estaba la casa de la Compañía. El obispo Pedro de Augurto celebró sus primeras confirmaciones en la iglesia de los jesuitas, así como la solemne ceremonia del bautismo de los nuevamente convertidos que se celebraba en la Pascua, oficiando en ella las misas pontificales de las fiestas del Nombre de Jesús y de San Ildefonso (al que estaba dedicada la iglesia), mientras que los padres de la Compañía, con frecuencia, predicaban sus sermones en la catedral.
Chirino se detiene especialmente en las celebraciones de la Cuaresma en las que participaban fervorosamente los españoles residentes en la ciudad. Fue Augurto el que introdujo, a imitación de lo que se hacía en Manila, las procesiones de disciplinantes de Cuaresma:
“Vino [el obispo] el primer viernes [de Cuaresma] con otra mucha gente a comenzar con una plática que hizo muy devota, la cual, acabada, viendo que con ser ya entrada la noche estaba la iglesia clara, a que ayudaba ser luna llena, determinó dejarlo por entonces, y así se volvió habiendo cantado el Miserere su capilla. Y porque por el calor de esta tierra los templos se fabrican claros y airosos y así poco dispuestos para tomar disciplina, mudó traza y convidó a los niños de las escuelas y estudiantes, con los cuales y otros muchos del pueblo se ordenó todos los viernes de esta Cuaresma una procesión de sangre, en que iba el mismo obispo descalzo, que salía de la catedral a prima noche y llegando hasta otra iglesia de la limpia Concepción de Nuestra Señora, algo distante, mientras los demás se disciplinaban y sacaban sangre, cantando la capilla el Miserere, el santo obispo, a solas, se azotaba en la sacristía”.
La capilla que interpretaba el Miserere parece ligada al obispo y posiblemente a su catedral, es posible que formada por algunos cantores que hubieran llegado con el propio obispo a la ciudad.