Procesión del traslado de los restos del arzobispo de Sevilla Gonzalo de Mena al monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas (1594)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
El 26 de enero de 1594 tuvo lugar la procesión del traslado de los restos del arzobispo de Sevilla Gonzalo de Mena desde la catedral hispalense al monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas. En el nutrido cortejo, la capilla de música catedralicia, a cuyo frente se encontraba Francisco Guerrero, interpretó salmos, himnos y motetes que él había compuesto para la ocasión. Participó también en la solemnización musical de las exequias, celebrabas en el citado monasterio, donde probablemente se cantó la Missa pro defunctis compuesta por Guerrero y publicada en 1582 en el Missarum liber secundus.
Palabras clave
Sacerdos et Pontifex (antífona) , Non est inventus similis illi (antífona) , Serve bone et fidelis (antífona) , Ecce sacerdos magnus (antífona) , procesión , exequias , cartografiando Francisco Guerrero , salmo , himno , Gaudeamus omnes in Domino (introito) , obras manuscritas de Francisco Guerrero , misa de réquiem , motete , Hei mihi Domine (motete) , Sicut cervus (motete) , arquitectura efímera , Gonzalo de Mena (arzobispo) , cabildo de la catedral , clerecía , Orden de los cartujos , capilla musical de la catedral , mozos de coro , Francisco Guerrero (compositor, maestro de capilla) , Cristóbal Calvo (cartujo) , Alonso Coloma (canónigo, obispo)
En la Sumaria relación del insigne monasterio de Santa María de las Cuevas de Sevilla, el abad Alonso Sánchez Gordillo da cuenta del traslado del cuerpo del arzobispo Gonzalo de Mena desde la catedral hasta la cartuja en 1594. Gonzalo de Mena, nombrado arzobispo de Sevilla en 1392, fundó este monasterio en 1398. Tras su fallecimiento en 1401, fue enterrado en la capilla de Santiago de la antigua catedral mudéjar hispalense.
La traslación de los restos de Mena a la cartuja tuvo lugar el 26 de enero de 1594. Veamos la narración que Sánchez Gordillo nos hace de este acontecimiento:
“Aunque el día fue tormentoso de truenos y agua, se celebró la procesión del tránsito con mucha pompa, y para ello se convidaron todas las religiones observantes y a doscientos clérigos seculares, y a cada uno se les dio un escudo de limosna, y la iglesia catedral dio velo rico con cruz alta y acólitos vestidos de blanco, y salió el cabildo acompañando el cuerpo con capas blancas hasta la puerta de la iglesia catedral que está enfrente del Estudio de San Miguel desde la capilla mayor, donde el cuerpo del arzobispo se había colocado la noche antes, sacado de su sepulcro, y cuando se abrió hallaron el cuerpo entero, vestido de pontifical y muy poco encenizado y desecho y un cáliz de plata y unas ampollas de plata con un plato, que todo se puso en la caja nueva de cedro que se había labrado para llevarlo.
Desde la dicha puerta de la iglesia se ordenó la procesión de traslación. Iba en primer lugar la cruz de la iglesia catedral, siguiéndola religiosos de diversas órdenes; luego los clérigos seculares con los curas del Sagrario que presidían; luego veinte y cuatro cirios blancos que llevaban mozos de coro; seguíase la caja con el cuerpo del arzobispo cubierta con un rico paño de brocado que hizo el convento.
El cuerpo llevaban en los hombros los religiosos de las Cuevas, monjes y frailes a quienes es permitido salir del convento y por no ir contra el instituto vinieron los priores y procuradores mayores y menores y frailes de la Cartuja de Jerez y de Cazalla, que con los de Sevilla hicieron número de nueve monjes y veinti y cuatro frailes, los cuales de este convento se hicieron casi todos, y así se hizo antes en el año 1579 en la célebre traslación de los cuerpos reales a su capilla, porque el rey don Felipe segundo mandó que no se excusase, vinieron ocho ordenantes de los tres conventos que se ordenaron el sábado víspera de la fiesta de la Santísima Trinidad, que fue el día que se hizo dicha traslación, y con el prior de las Cuevas y sus procuradores y los de los dichos conventos y los frailes de Sevilla se formó el cuerpo de la comunidad para el acompañamiento.
Para tener bastantes capas de buriel se las prestaron en el convento de la Santísima Trinidad quitándoles las cruces, y así se hallaron por todos en esta traslación casi trescientos y cuatro religiosos negros y pardos, con que pudieron remudarse y llevar siempre el cuerpo del arzobispo como a fundador y patrono suyo, que el defender este derecho les había costado mucho.
Hizo el cabildo el entrego del cuerpo del arzobispo por mano e instrumento público de notario, y díjose por mí cierto que en muy breve tiempo se arrepintieron...
La procesión se encaminó con muy lindo concierto y orden por la calle de las Gradas a la calle Génova, plaza de San Francisco, donde estuvo el convento en forma de procesión y le cantó la antífona Sacerdos et Pontifex y el verso In memoria eterna, etc., y la oración Deus qui inter apostolicos sacerdotes, etc. Pasaron a la calle de la Sierpe y entraron en la calle ancha de la Magdalena, de plubial al recibimiento de su prelado y cantaron la antífona Non est inventus similis illi, etc., y el verso Amavit eum, etc., y la oración Deus qui inter apostolicos, etc. De allí fueron por la calle de San Pablo, donde el convento de Predicadores estaba en forma con preste y cruz alta y cantaron la antífona Serve bone et fidelis, y el verso In memoria eterna, etc., y la oración Deus qui inter apostolicos. Salió por la puerta de Triana la procesión a dar a la puente que con el cuidado de los religiosos cartujos estuvo bien aderezado y firme. En llegando a la plaza del Altozano, en Triana, estaban allí los clérigos y capellanes de las iglesias de San Jorge y Santa Ana, que son unidas, con la cruz alta y preste al recibimiento de la procesión y cantaron la antífona Ecce sacerdos magnus y el versiculo In memoria eterna, y la oración Deus qui inter apostolicos. De allí se encaminó a la calle de las Almonias, de allí a la Alcantarilla de los Ciegos y Cruz de las Cuevas, de allí al convento.
En la procesión se cantaban salmos, y himnos de pontífices muy graves, ordenados por el maestro Guerrero, singular persona y grave, natural de Sevilla, que nació en ella el día de San Francisco, 4 de octubre de 1528, maestro de capilla de la santa iglesia que quiso en esta ocasión hacer muestra de su ingenio.
Cuando llegó la procesión a la puerta del convento, que es la primera junto a las cadenas que la cercan, estaban todos los religiosos en forma de procesión sin capas para su recibimiento en número de más de treinta monjes, frailes y legos, con cruz alta y candelas grandes de cera blanca en las manos y el prior don Cristóbal Calvo con una muceta rica bordada y una cruz en las manos, y llegando el cuerpo lo cogieron los monjes en sus hombros y lo metieron dentro de su iglesia donde, en medio, estaba un túmulo muy bien aderezado de paños ricos de brocado con muchas almohadas de los mismo, cercado de blandones y hacheros de plata, donde pusieron al arzobispo, y luego comenzaron a cantar con mucha solemnidad una misa de festividad de Todos Santos, cuyo introito fue Gaudeamus omnes in Domino, diem festum celebrantes sub honore sanctorum omnium de quorum solemnitatem gaudent Angeli et collaudant etc.
Hizo todo el oficio el dicho padre prior Cristóbal Calvo... quedóse el cuerpo en aquel lugar algunos días, en que se ajustó y dispuso hacer exequias. Hubo aquel día hospedería general en todos los refectorios para todos cuantos quisieron tomar refacción, y a las personas de cuenta eclesiásticas y seculares se les dio de comer con mucho regalo y abundancia.
Las exequias se celebraron con muy gran pompa, convidáronse para ellas muchas personas graves de títulos, prebendados y oficiales de la ciudad, eclesiásticos y seculares, y la capilla de música de la catedral, predicó el Illmo. señor don Alonso Coloma, insigne predicador, obispo que fue de Barcelona, Murcia y Cartagena y entonces canónigo magistral en esta Santa iglesia. Hízose el oficio como el primer día... Dicen que gastó el convento en esta traslación más de tres mil ducados en los gastos referidos y en limosnas y muchas misas por el ánima del arzobispo y en hacimiento de gracias por la consecución de cosa tan deseada como tener en su compañía a su fundador.
En los días desde que se llevó el cuerpo hasta que se hicieron las exequias se llevó el sepulcro que se le había quedado en la iglesia y se limpió y aderezó y estaba en la catedral en la capilla de Santiago y se puso en la dicha iglesia y acabado el oficio en el día de las exequias, se llevó el cuerpo por los monjes sacerdotes en procesión y se colocó en el sepulcro con contento de todos”.
La documentación catedralicia nos proporciona algún detalle más al respecto de este traslado. Unos días antes, el prior de las Cuevas pidió que se le permitiese abrir el sepulcro que estaba en la capilla de Santiago, a lo cual se procedió ante numerosos testigos: “estaban los huesos completos en una caja y se llevaron con luces y rezando salmos a la sacristía mayor... quedaron depositados próximos al altar de la reliquias. La víspera de la traslación se colocaron en una caja de ciprés forrada de raso verde con franjas y herraje dorado... En seguida se condujo a un túmulo elevado, que se había erigido entre los dos coros y se puso sobre dos cojines con las insignias arzobispales”.
En sus Memorias sepulcrales, Juan de Loaysa, bibliotecario y archivero de la catedral de Sevilla, recoge textualmente algunos fragmentos del texto de Sánchez Gordillo, pero al referirse al pasaje relativo a las obras polifónicas que Francisco Guerrero compuso para la ocasión introduce un pequeño matiz, producto, quizás, de la fuente textual consultada:
“En la procesión de dicha translación se iban cantando psalmos, himnos y motetes muy graves, ordenados por el maestro Guerrero... que quiso en esta ocasión hacer muestra de su ingenio”.
Como hemos visto, la capilla musical de la catedral, a cuyo frente se encontraba Francisco Guerrero fue la encargada de cantar las exequias en el convento de las Cuevas. Es muy probable que se interpretara la Missa pro defunctis de Guerrero, copiada en uno de los manuscritos catedralicios, en 1576, y que fue publicada en su impreso de misas de 1582. Esta misa de réquiem, incorporada al canon musical de la catedral, “es la que se canta en todas las honras”, como se indica en un inventario de 1721. Continuó interpretándose hasta bien entrado el siglo XIX, como pone de manifiesto la última copia manuscrita conservada. En el impreso citado se incorpora el motete Hei mei Domine, el cual se reimprimió también en las colecciones de motetes de 1589 y 1597. Este motete o el tracto Sicut cervus de su Misa de réquiem de 1566, convertido en motete tras la reforma tridentina, pudieron cantarse durante la Elevación en la celebración de la misa en el monasterio de las Cuevas.