Sermones en el Patio de los Naranjos de la catedral de Sevilla (c.1400-c.1920)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

Los sermones predicados desde el púlpito del patio de los Naranjos de la catedral de Sevilla, adosado al exterior de los arcos de la nave del Lagarto o de la Granada, el cual la tradición remonta al siglo XIV, se constituyeron en una de las señas de identidad de su paisaje sonoro, acompañados siempre del contrapunto generado por el agua de la antigua fuente de las abluciones de la Mezquita Mayor que ocupa su parte central.

Palabras clave

sermón , sonido del agua , aplausos , risas , llanto , salmo , rosario , proyecto cofradías , predicador , Vicente Ferrer (dominico, predicador) , Francisco de Borja y Aragón (IV duque de Gandía, predicador) , Fernando de Contreras (predicador) , Juan de Ávila (predicador, escritor) , Fernando de Mata (predicador) , Diego José de Cádiz (predicador) , Francisco de Vargas (predicador) , Pedro de Córdoba (preedicador) , Constantino de la Fuente (predicador) , Hernán Rodríguez Pinal (predicador) , Francisco Meléndez (predicador) , Gonzalo Millán (predicador) , Nicolás de Salas (predicador) , Luis de Medina (dominico, predicador) , Cristóbal de Alderete (trinitario, preacher) , cofradia de Jesucristo coronado de espinas y Nuestra Señora de la Esperanza (= del pecado mortal)


La disposición de un púlpito en un espacio abierto, anexo a una iglesia, tuvo como principal objetivo el permitir la asistencia masiva de fieles a la predicación. Este fue el caso del púlpito que encontramos en el patio de los Naranjos de la catedral de Sevilla, adosado al exterior de los arcos de la nave del Lagarto o de la Granada y sostenido por una columna de mármol, el cual la tradición remonta al siglo XIV, sin que haya podido determinarse a ciencia cierta el momento de su instalación. La fuente más temprana que recoge esa tradición, en la que se relata que en este lugar predicó San Vicente Ferrer, son los Anales Eclesiásticos y Seculares de la ciudad de Sevilla, de Diego Ortiz de Zúñiga (Madrid, 1677), el cual, al referirse al santo valenciano dice: “y que el púlpito de la nave de Nuestra Señora de la Granada en esta Santa iglesia fue su más repetido lugar a la predicación de la Doctrina Evangélica y de la sagrada penitencia”. La biografía de este santo, redactada por fray Francisco Vidal (1735), lo sitúa en Sevilla en 1407, basando su paso por la ciudad en la obra citada de Ortiz de Zúñiga. Otras fuentes lo situán en 1408 o en 1410.

El púlpito del patio de los Naranjos está cubierto con un sólido tornavoz pétreo que protege al predicador de los rayos del sol y de la lluvia y favorece la difusión del sonido. Su acceso aparece cerrado con una reja que se adapta al arco conopial que adorna la entrada de la escalera y veta el acceso a los que no estuvieran autorizados a predicar desde él.

José Gestoso nos proporciona la referencia más antigua y fiable que conocemos de este púlpito, la cual procede de un Libro de Fábrica de la catedral de 1497, en el que se recoge el siguiente libramiento: “Pagué a Gonzalo Díaz, pintor, porque pintó una imagen de Nuestra Señora para poner en el púlpito del corral de los Naranjos, 10 reales”. Con ella, probablemente una escultura, se sacralizaba este espacio y se trasmitía al auditorio la presidencia divina del sermón y la autoridad eclesiástica del que lo impartía.

Gabriel de Aranda, en su Vida del siervo de Dios exemplar de sacerdotes el venerable Padre Fernando de Contreras (Sevilla, 1692), hace alusión también al púlpito del patio de los Naranjos, al que se refiere como púlpito de la Granada, así como a algunos de sus predicadores más destacados. Debía conocerlo desde antes de 1650, ya que estudió en el colegio jesuítico de San Hermenegildo, en Sevilla, ciudad en la que volvió a residir años después. Lo califica: “de fábrica muy antigua”.

Menos crédito merece la referencia que encontramos en la obra Vida chronologica de S. Ignacio de Loyola : con notas marginales eclesiasticas de lo acaecido en Sevilla en los mismos años / por uno de la Compañía de Jesús ... que se lo dedica, ofrece y consagra año 1754 (En Sevilla: en la imprenta de la Universidad de José Navarro y Armijo), donde se dice que, en 1556:

“Predicó S. Francisco de Borja en el púlpito de la Granada, en la catedral, si bien para poderlo oír mejor el cabildo mudaron el púlpito (no era de piedra ni fijo como hoy sino portátil) a la puerta del coro y acabado el sermón lo volvieron a su lugar”. No conozco otra referencia que confirme que, a mediados del siglo XVI, fuera una estructura móvil, y el traslado al que se refiere el texto no tiene mucho sentido, ya que, desde su instalación en 1532, la catedral hispalense contaba con los dos ricos púlpitos situados a ambos lados del altar mayor, construidos por fray Francisco de Salamanca.

Justino Matute y Gaviria, en sus Noticias relativas a la Historia de Sevilla (1828, pp. 147-148), nos proporciona el testimonio de la renovación del púlpito en 1692:

“D. Juan de Loaysa, canónigo de nuestra catedral, y gran devoto del venerable Fernando de Contreras, trató este año [1692] de renovar el púlpito en que este virtuoso varón había predicado, en el Patio de los Naranjos, el cual anteriormente habían santificado San Vicente Ferrer y San Francisco de Borja, cuya obra, como al presente se ve, se concluyó el 18 de septiembre de este año, no habiendo quedado del antiguo más que la techumbre, que era de piedra negra. Para perpetuar esta memoria, mandó fijar en el suelo la siguiente inscripción en mármol blanco, que así lo refiere, la cual rodeó con reja de hierro para mayor conservación:

D.O.M. / EN ESTE SITIO PREDICABAN Sn / VICENTE FERRER, Sn FRANCISCO DE / BORJA, EL V.P. FERNANDO DE CON / TRERAS, EL V.P. JUAN DE ÁVILA, / Y EL V.P. FERNANDO DE MATA, / Y OTROS GRANDES VARONES QUE CON / SU APOSTÓLICO ZELO LOGRARON MA / RAVILLOSOS FRUTOS DE ESTA CIUDAD”.

A esta misma lápida hacen alusión Gestoso y Mariano de la Cuesta Paulín, en su Descripción del templo catedral de Sevilla y de las principales festividades que en él se celebran (Sevilla, 1850, p. 170), el cual, además, nos dice que este pulpito: “de mármol blanco, rodeado de rejas, sirve para predicar la doctrina el domingo de Pasión y cuando hay misiones”.

En la lápida actual, la cual está colocada verticalmente debajo del púlpito, se añadió, probablemente en el siglo XX: Y EL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ, DIGNIDAD HONORARIO DE LA CATEDRAL.

Desde este púlpito de la Granada, además de las prédicas extraordinarias, se catequizaba a lo largo de todo el año, siendo especialmente significativos los sermones de los lunes, miércoles y viernes de cuaresma, para los cuales el cabildo de la catedral contrataba a reputados predicadores a los que pagaba las cantidades establecidas. José Antonio Ollero Pina nos proporciona el nombre de algunos de los predicadores a los que el cabildo pagó estos sermones de cuaresma a mediados del siglo XVI, entre los que encontramos a destacados personajes de los círculos reformistas sevillanos: Francisco de Vargas (1544), Pedro de Córdoba (1544), Constantino de la Fuente (lunes, 1552; nombrado para el viernes 1554; lunes, 1555, 1556), Hernán Rodríguez Pinal (miércoles, 1552; miércoles, 1555), Francisco Meléndez (nombrado para el miércoles, 1554), Gonzalo Millán (nombrado para el lunes, 1554), fray Nicolás de Salas (viernes 1555), fr. Luis de Medina, dominico (1556), fr. Cristóbal de Alderete, trinitario (1556).

Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (alias Fernán Caballero) en su cuento Un sermón bajo naranjos, publicado en Madrid, en 1863, nos trasporta al ambiente de uno de los sermones del domingo de Pasión, predicados en este púlpito, a los que debió acudir en más de una ocasión durante sus largas estancias en Sevilla. Evoca el sonido del agua de la fuente y el olor de los naranjos, sicomoros y cipreses que en su tiempo daban sombra a este espacio. Hace referencia a la losa de mármol, en la que no estaba grabado el nombre de Diego José de Cádiz, pero que indica que está: “colocada a espaldas del púlpito”. Al sermón, que sitúa el 17 de marzo, llegan los niños del Hospicio de San Luis y las niñas del de Santa Isabel: “cantando salmos o el Rosario”. Estos ocuparán las primeras filas, colocándose detrás las autoridades civiles y eclesiásticas, y el resto de los que acuden a este evento. Identifica al predicador, el jesuita Tomás Fausto Esclapés Huerta. La escritora nos proporciona unas referencias muy precisa a algunos elementos propios de la predicación a los que me referiré más adelante:

“… [Esclapés] de continente severo sin tiesura, y de un timbre de voz tal, que sin esforzarla llegaba a oídos de la mayor parte del auditorio… y teniendo presente el orador que se dirigía a ánimas juveniles, que era necesario tanto convencer como conmover… Hubo entonces un bello y solemne momento. Aquel en que al excitar el orador a sus oyentes a pedir a Dios perseverancia en nuestra santa fe y resignación, se arrodilló espontáneamente todo el auditorio bajo los naranjos, y unió su oración a la del sacerdote. Cuando nos pusimos en pie, el púlpito estaba vacío, y los niños emprendían la vuelta a sus hospicios en el mismo orden, y con los mismos cantos que traían a la venida”.

El pintor sevillano José Jiménez Aranda, en su obra Un sermón en el patio de los Naranjos (c. 1876), nos ofrece una colorida visión de un sermón predicado por un franciscano desde este púlpito –cuya cesta aparece revestida de una rico tejido–, el cual gesticula ostensiblemente frente a un nutrido auditorio presidido por los miembros de una cofradía cuyo guión sugiere su carácter mariano, antes de iniciarse o al finalizar una de sus procesiones. Podría tratarse igualmente del sermón del domingo de Pasión, ya que era organizado por la congregación del Pecado Mortal que tenía su sede en el convento de San Francisco y, exclaustrado este, en las iglesias de San Ildefonso y luego de San Buenaventura. Tenían por patronos a la Virgen de la Esperanza y al Cristo coronado de espinas. Faltarían en esta representación pictórica los niños huérfanos que acudían, como hemos visto, a esta predicación, cuya presencia sigue siendo una constante de la que dan testimonio las fotografías que se han conservado de las primeras décadas del siglo XX, en las que también se aprecian los faroles y el guión mariano.

La gestualidad y una elaborada articulación y modulación de la voz –integrantes de la actio-pronunciatio–, eran y son herramientas fundamentales para cualquier orador en la compleja tarea de adoctrinar a un auditorio de procedencias sociales y culturales muy diversas. El proceso se iniciaba con la composición de un sermón, para el que los predicadores contaban con numerosos tratados retóricos que se remontaban a la antigüedad clásica y a la Doctrina christiana de San Agustín y que se multiplicaron a lo largo de toda la Edad Moderna para ayudarles en la compleja tarea de su elaboración. La proliferación de estos discursos generó toda una extensa literatura impresa en la que esos discursos llegaban ya pulidos para servir tanto de lectura piadosa como de modelos a estudiar e imitar.

Enfrente del predicador, se disponía un nutrido auditorio, al que hay que convencer y conmover pero también entretener, es decir, poner en práctica la célebre tríada ciceroniana: docere, delectere y movere. Según los preceptos de la oratoria clásica, reflexionado el contenido que se quería trasmitir (inventio), seleccionadas y ordenadas las ideas (dispositio), elegido el estilo (elocutio) y memorizado el discurso (memoria), quedaba la pronunciación ante los fieles, la puesta en escena (actio), la cual se conjugaba con la modulación de la voz (pronunciatio) para formar un tándem indisoluble.

La oratoria sacra durante el Siglo de Oro mantuvo numerosos puntos de contacto con el género teatral. No podemos olvidar que una de las claves del éxito en la predicación reside, sin duda, en la eficacia de la actio. Desde el mundo clásico se recoge la idea del aprendizaje que los oradores podían adquirir de los actores tanto en la gestualidad como en la proyección de la voz. En la máxima barroca de “mover los afectos”, esta vertiente dramática adquiere especial relevancia, pero también genera una ardiente polémica sobre los trasvases entre sus facetas profana y sacra. Valentín de Céspedes (alias Juan de la Encina), en su sátira Treze por dozena (redactada entre 1649 y 1651), nos proporciona un ejemplo de la posición favorable a esa permeabilidad: “… el predicador es un representante a lo divino, y solo se distingue del farsante en las materias que trata; en la forma muy poco… mudando materia, dándose a la virtud, al estudio, fueran aventajadísimos predicadores”.

Palmadas y golpes con los pies solían ser recursos sonoros usados en la predicación. El predicador deberá tener un perfecto control del “tono” de la voz, entendido este término en la doble acepción con la que se usa en la época, a veces de forma bastante confusa: intensidad y altura. En este sentido, como señala Luis Robledo Estaire: “los predicadores de la Compañía de Jesús dedicaron una especial atención al tono de la voz y a su empleo diferenciado atendiendo a los lugares del sermón y a las diferentes emociones suscitados en ellos”. La modulación de la voz será pues un instrumento esencial al servicio de la persuasión en la declamación del mensaje y de las emociones que se quieren transmitir, la cual deberá adecuarse al tipo de público al que se pretende exhortar o reprender. Para completar la escenografía, los predicadores se ayudaban con frecuencia de iconos y objetos que reforzaban las imágenes mentales que trataban de comunicar a la feligresía.

El auditorio también participaba sonoramente en el transcurso del sermón si el orador lograba realmente manipular sus emociones, induciendo, en ocasiones, “aplausos gritados”, como señala el propio Céspedes en la obra citada, llantos con suspiros y otras expresiones que podían hacer imposible seguir el discurso, risas, en fragmentos jocosos de aproximación a la audiencia, pero también con réplicas al predicador cuando este criticaba sus costumbres.

Las prédicas del patio de los Naranjos se constituyeron en una de las señas de identidad de su particular paisaje sonoro, el cual tendría como contrapunto el sonido del agua de la antigua fuente de las abluciones de la Mezquita Mayor que ocupa su parte central. Desde el exterior se accedía a este espacio a través de la puerta del Perdón, pórtico de ingreso en la catedral de numerosas procesiones y entradas reales, las cuales iban acompañadas de una pléyade de elementos acústicos que resonaban en este reducto de la antigua mezquita almohade.

Fuente:

Ortiz de Zúñiga, Diego, Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla. Madrid: Imprenta Real, 1677, 443.

Aranda, Gabriel de, Vida del siervo de Dios exemplar de sacerdotes el venerable Padre Fernando de Contreras. Sevilla: Tomás López de Haro, 1692, 158-160.

Bibliografía:

Gestoso y Pérez, José, Sevilla monumental y artística: historia y descripción de todos los edificios notables, religiosos y civiles que existen actualmente en esta ciudad y noticia de las preciosidades artísticas y arqueológicas que en ellas se conservan, vol. II. Sevilla: Oficina tipográfica de El Conservador, 96-98.

Sánchez Martínez, Francisco Javier, “«El predicador como representante a lo divino»: un aspecto de la teatralización del púlpito en el Barroco”, en María Cruz García de Enterría y Alicia Cordón Mesa (eds.), Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación Internacional Siglo de Oro (AISO) (Alcalá de Henares, 22-27 de julio de 1996), vol. II. Alcalá de Henares: Universidad, 1998, 1455-1462.

Robledo Estaire, Luis, “El sermón como representación: teatralidad y musicalidad en la oratoria sagrada española de la Contrarreforma”, Revista de Musicología 26 (2003), 127-186.

Ollero Pina, José Antonio, “Clérigos, universitarios y herejes. La Universidad de Sevilla y la formación académica del cabildo esclesiástico, en Luis Enrique Rodríguez San Pedro Bezares y Juan Luis Polo Rodríguez (eds.), Universidades hispánicas. Modelos territoriales en la Edad Moderna, vol. 2. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2007, 107-196.

Carrero Santamaría, Eduardo, “Levantaos a Iuizio: topografía y escena de la predicación”, en Maricarmen Gómez Muntané (ed.), El juicio final. Sonido. Imagen. Liturgia. Escena. Madrid: Alpuerto Editorial, 2017, 97-140.

Creado: 18 Jun 2023
Modificado: 27 Jul 2023
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "Sermones en el Patio de los Naranjos de la catedral de Sevilla (c.1400-c.1920)", Paisajes sonoros históricos, 2023. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1560/sevilla.
Recursos

Un sermón en el Patio de los Naranjos. José Jiménez Aranda (c. 1876)

Sermón de la doctrina (1917)

Enlace externo

Sermón de la doctrina (1920)

Púlpito del Patio de los Naranjos

Fernando de Contreras. Martín Bouché

Enlace externo

Fernando de Mata. Francisco Pacheco (1599)