Ceremonias litúrgicas y reuniones del Capítulo General de la Orden Franciscana celebrada en el convento de San Francisco de Valladolid en 1740 (II)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
En este artículo, el tercero de la serie dedicado a las ceremonias litúrgicas y reuniones del Capítulo General de la Orden Franciscana celebrado en el convento de San Francisco de Valladolid en 1740, me centraré en las que tuvieron lugar entre el 4 y el 12 de junio de 1740, fecha en la que se dio por concluido ese Capítulo.
Palabras clave
Capítulo General , fiesta de la llegada del Espíritu Santo (Pentecostes) , tañido de campanas , misa , vísperas , villancico , cantada (= cantata) , sermón , Veni creator spiritus (himno) , Te deum laudamus (himno) , reloj , dispositivos pirotécnicos , bullicio en la calle , procesión , procesión general , tañer órgano , salmo , maitines de difuntos (= vigilia) , misa de réquiem , responso , luminarias , Orden de los franciscanos descalzos , gentío , clarinero , caja , acólitos , gremios , nobleza , clerecía , capilla musical del Santuario franciscano de Aránzazu , capilla musical del convento de San Francisco de Bilbao , capilla musical de la catedral , cabildo de la catedral , cabildo de la ciudad , Andrés de Algarabel y Arroyo (compositor, maestro de capilla)
En este artículo, el tercero de la serie, proseguiré con la descripción de las ceremonias litúrgicas y reuniones del Capítulo General de la Orden Franciscana celebrado en el convento de San Francisco de Valladolid en 1740, desde el cuatro de junio, décimo día del Capítulo, hasta la finalización del mismo.
Véase: https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1581/valladolid.
https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1582/valladolid.
* 4 de junio, víspera de la festividad del Espíritu Santo. Este día estaba prevista la elección del Ministro General de la Orden Franciscana. Para ello, a las cuatro de la mañana, se tocaron “festivamente” las campanas por espacio de media hora para que congregados todos los electores asistiesen a la Misa del Espíritu Santo, en busca de inspiración e iluminación en esa elección. Los que no cabían en el coro se bajaron a la iglesia. Ofició la misa fray Francisco Benítez, Secretario General de la Orden en España: “cantándola la música con tal armonía, composición y destreza que aún sabiéndose eran voces humanas suspendían como si fueran angélicas”. Se interpretó en esta jornada el villancico (pp. 423-424): Recitado: “Ya el día deseado a los mortales” / Areas: “Cupido enamorado”.
A las seis, con la campana mediana, se convocó a los vocales para la elección, los cuales se congregaron en el salón bajo, acomodado y adornado para la ocasión, que en uno de sus extremos tenía la capilla de la Porciúncula (fundada por Luis de Vitoria hacia 1620). Predicó la exhortación Ad Frates, en latín, fray Martín Caylle Desfontaines, cerrándose posteriormente la sala. Tras entonar el himno Veni creator spiritus, se procedió a la votación. Pasadas las diez de la mañana, se abrieron todos los canceles y puertas para proclamar el resultado de la misma. Obtuvo la mayor parte de los doscientos y ochenta y seis votos fray Cayetano Laurino, de la provincia observante del principado en el reino de Nápoles:
“Apenas se acabó de publicar la elección cuando en repiques alegres y festivos la notificaron y dieron a saber por toda la ciudad el reloj y campanas de este real convento a las que correspondieron en el mismo punto todas las de la santa iglesia catedral, cuyos campaneros estaban esperando la señal de nuestro convento para este mismo fin. Disparose al mismo tiempo en el capacísimo patio de la iglesia del convento mucho vistoso peregrino artificial fuego… para que con sus fogosos abundantísimos repentinos truenos y ecos hiciesen plausible salva al recién electo ministro, publicando al mismo tiempo nuestras alegrías y regocijos”.
Este despliegue sónico convocó a una multitud que se congregó en el convento para visualizar y participar en la celebración. Se entonó después el Te Deum laudamus que cantó la capilla de música, la cual, junto a una serie de sacerdotes, la cruz y el palio, estaban en la puerta de la capilla que daba salida al claustro. Formada la procesión, prosiguió por el claustro hasta la nave de Santa Juana, desde donde entró en la iglesia para dirigirse al altar mayor, en el cual se sentó el nuevamente electo, lo que llevó más de media hora: “arrodillados ya los dos reverendísimos en esta última grada (y estando ya cubierto el Santísimo Sacramento desde que se empezaron a tocar el órgano y las campanas…) cantó su Ilma. las oraciones y versos que para tal función asigna el Ritual Franciscano…”. Comenzó entonces la ceremonia del juramento y entrega del sello de la Orden, tras lo cual el nuevo electo procedió a la bendición, uno por uno, de los vocales y demás religiosos congregados. Por la tarde no hubo conclusiones y se ocupó en los preparativos de la festividad de Pentecostés y de la procesión que recorrería las calles de la ciudad. A las ocho de la noche se iluminó la torre del convento, se tocaron el reloj, las campanas, clarines y cajas, a los que respondieron las de la catedral, disparándose en el ínterin “mucho lucidísimo artificial fuego… que sirvió de aviso público y reseña para la procesión general del día siguiente”.
* 5 de junio. La jornada empezó a las ocho de la mañana con el tañido de campanas del convento, a las que hacían eco las de la catedral, por el que se convocaba a la solemne procesión general. Previamente se habían solicitado los permisos oportunos e invitado a las corporaciones religiosas y civiles más importantes de la ciudad, así como a los representantes del estamento nobiliario que se sumarían al cortejo procesional. Según el cronista, el número de personas asistentes al evento fue extraordinario, tanto de la ciudad como procedentes de localidades cercanas:
“Que en ningún tiempo, ni fiestas reales públicas, ni ferias ni procesiones solemnísimas, festivas, se vio ser tan numeroso como este día, tanto que no solo por el convento, sus claustros y atrios sino ni aún por las espaciosas calles de la ciudad, por donde había de ir la procesión se podía andar, sino con grandísimo embarazo y dificultad, por ser tan innumerable la multitud, además de la que en los balcones, rejas y ventanas se había prevenido ansiosa para verla”.
Como era habitual, todo el recorrido se había adornado con telas, tapices, cuadros, etc. Se le concedió el itinerario procesional más solemne existente en cualquier ciudad moderna y que no era otro que el del Corpus Christi:
“A la ida por la plaza Mayor a la Lencería, de aquí a la Platería, luego a la calle de Cantarranas, después a la plazuela de las Angustias, de aquí a la calle de Esgueva, luego a la plazuela de Santa María y desde aquí a la santa iglesia catedral, donde se celebró la misa y se predicó el sermón, a la vuelta, al hospital de los Inocentes o calle de los Orates, de aquí a la Fuente Dorada, después al Ochavo, luego a la plaza Mayor por Lencería y de aquí a casa”.
Abrían el cortejo los acólitos, ciriales y un subdiácono que portaba la Cruz que para las procesiones más solemnes usaba la comunidad franciscana. Seguía la nobleza, destacando entre ella el conde-duque de Benavente, representante del poder real, que portaba el estandarte franciscano. A continuación iban los ciento y cincuenta y cuatro donados franciscanos que acompañaban la imagen de San Luis Duisco (uno de los jesuitas martirizados en Nagasaki en 1597). La Orden Tercera portaba las imágenes de San Luis, rey de Francia, Santa Isabel de Hungría, Santa Isabel de Portugal y Santa Rosa de Viterbo, escoltadas cada una de ellas por ministros de distintas provincias de esta rama de la Orden. Los legos de la comunidad de Valladolid portaban a San Diego de Alcalá (véase recurso) y otros religiosos llevaban la imagen del beato Pedro Regalado. Acompañando la procesión también iban representantes “de los siempre devotísimos liberares y bizarros gremios vallisoletanos”. La comunidad de San Diego llevaba en andas de plata que formaban un arco del mismo material a San Pedro de Alcántara. Frailes del convento de Valladolid portaban la imagen de San Bernardino de Siena y de San Antonio de Padua (la cual se veneraba en una capilla de este convento). Religiosos de otros conventos de la provincia llevaban la imagen de San Luis, obispo de Tolosa, a la que seguía la de San Buenaventura. Otra imagen, la de Santa Clara, procedente del convento homónimo (véase recurso), iba a continuación: “se llevó de nuevo los aplausos y admiración”. Inmediatamente seguían las imágenes de Santo Domingo y San Francisco, portados por tres religiosos dominicos y tres franciscanos: “en unas solas capacísimas andas… sin poderse contener al verlos la devoción de algunos prorrumpieron afectuosos en vítores, alabanzas, aplausos y elogios de sus órdenes apostólicos y sagrados”. Finalmente, “por corona de la procesión”, la imagen de la Purísima Concepción del convento de Valladolid, sobre unas andas de plata. Se trataba de la imagen esculpida por Gregorio Fernández en 1617, la cual se encuentra actualmente en paradero desconocido. El cronista se detiene, de nuevo, en el acompañamiento musical:
“Principiaba en medio de este claro [el último tramo del cortejo] la acorde y sonora música de nuestros religiosos con los correspondientes suaves, armoniosos instrumentos a quienes cantando en música un verso de los salmos de vísperas de Nuestra Señora (los que se repitieron algunas veces por la distancia) correspondía en canto llano con otro toda la numerosa multitud de religiosos de todos los claros (= tramos), cuyo número entre todos parecía ser de mil y doscientos, poco más o menos, sin contar los donados ni los terceros. En este último tramo iban los principales representantes de la comunidad franciscana y el Ministro General electo. Cerrando la comitiva, se colocaron los representantes del cabildo ciudadano.
Al llegar la procesión a la catedral, ya estaban tocando todas sus campanas “a vuelo”, como lo habían hecho las de las iglesias por las que había pasado la comitiva: iglesia de la Vera Cruz, iglesia de Nuestra Señora de las Angustias y la iglesia de Santa María de la Antigua. Se colocaron todos los santos y miembros destacados del cortejo en los lugares previstos:
“Acomodándose todos los demás del mejor modo que se pudo, por ser punto imposible dar disposiciones para todos, por la nunca vista multitud y confusión del concurso, siendo este en tan crecido número que se aseguró haber nueve mil solo de forasteros, cuya concurrencia ocasionó tal rumor, estrépito y bulla en toda esta capacísima iglesia que aún los que estaban próximo y de cerca no podían entender una palabra”.
De nuevo, una interesante referencia a las interferencias sonoras y el bullicio que se generaba en los recintos sacros cuando se saturaban con grandes acumulaciones de gente.
En la solemnización de la misa, la capilla musical franciscana se unió a la de la catedral, a cuyo frente se encontraba Andrés de Algarabel y Arroyo: “Empezose inmediatamente la misa, la que cantaron unidos, aunque divididos en distintas tribunas y coros los músicos de esta santa iglesia y los nuestros”. Predicó fray Alonso Bocanegra. La capilla franciscana cantó el siguiente villancico (pp. 59-60, segunda parte): Estribillo a 4 voces: “Tanta elocuencia en los labios” / Estribillo que se repite: “Y así agradecidos rebosan obsequios” / Coplas: “A su influjo soberano” / Area: “Démosle gracias”.
Terminada la misa, mientras se preparaba de nuevo el cortejo estuvo sonando el reloj, las campanas y el órgano mayor. La procesión no llegó al convento hasta pasada la una de la tarde.
Este día sí hubo sesión vespertina de conclusiones y se procedió a la elección de Comisario General, recayendo el nombramiento en fray José Martínez, cuya proclamación fue seguida del Te Deum laudamus, entonado por el obispo y cantado por la capilla de música: “Tocándose al mismo tiempo todas las campanas y disparándose gran parte del lucido artificial fuego que el M.R.P. Proveedor General tenía prevenido, se fue formando desde allí una gravísima festiva procesión para conducir a la iglesia al nuevamente electo Rmo. Comisario General”. En el altar mayor, cantó los versos y oraciones que previene el ritual, se le confirmó en su oficio y se le entregaron los sellos correspondientes.
* 6 de junio. Este día se dedicó al Santísimo Sacramento de la Eucaristía. El altar se concedió a la provincia de Burgos. Ofició la misa fray Pedro Andrés y predicó fray Manuel Garay. Al llegar el Gloria, se descubrió, en la parte superior del altar mayor, el artefacto de la custodia con el Cuerpo de Cristo, probablemente el mismo que ya se había expuesto en jornadas anteriores. Acabada la misa, se cubrió el Santísimo Sacramento, acompañado por el sonido de los villancicos cantados por la capilla de música. El villancico compuesto para esta jornada fue (pp. 97-99, segunda parte): Estribillo a 4 voces: “Muy gracioso sale en nombre” / Estribillo que se repite: “Mirad la traza” / Coplas: “Cuando se vio elegir”.
* 7 de junio. Estuvo este día consagrado a la Inmaculada Concepción. Ofició la misa fray José Martínez y predicó fray Francisco Isabella. El villancico que se interpretó en esta jornada fue (pp. 138-141, segunda parte): Preludio solo y grave a los dos coros: “En el muro de jaspe” / Estribillo: “Alerta serafines” / Estribillo que se repite: “Triunfaréis sí, sí” / Coplas: “Desde su primer instante” / Recitado: “Esta es la ciudad santa” / Area: “Ciudad sagrada”.
* 8 de junio. Este día la misa estuvo dedicada a las honras funerales de los patronos de la Orden Franciscana. El toque de campanas se trasmutó “en tristes clamorosos ecos”. En la capilla mayor se dispuso “un majestuoso túmulo funeral” rodeado de cirios y doce blandones. Bajaron los vocales al cuerpo de la iglesia: “donde cantaron alternando con la música una solemnísima vigilia”. Sin solución de continuidad, se procedió a oficiar la misa que estuvo a cargo de fray Isidoro de San Joaquín. Predicó fray Manuel de Jesús María. Acabado el sermón: “entonó la música un solemne responso” con la que se concluyó esta función.
* 9 de Junio. La misa estuvo dedicada a Santa Isabel de Portugal, cuya imagen se colocó, como en días anteriores, en el altar portátil dispuesto en la capilla mayor. El altar se concedió a la provincia de Guatemala. Ofició la misa fray Francisco Vidal y predicó fray José Brindial. La capilla cantó este día el villancico (pp. 175-176, segunda parte): Recitado: “Con celestial primor canta el acento” / Areas: “¡Mirad que hermosa!” / Grave: “Y si de tanta eficacia”.
Comenzaron los vocales de algunas provincias a abandonar el convento con la licencia pertinente para regresar a sus respectivos cenobios, lo cual se continuó durante las jornadas siguientes.
* 10 de junio. Este día los cultos estuvieron dedicados a San Diego de Alcalá. El altar se concedió a la provincia de Castilla. Ofició la misa fray José Artalejo y predicó fray Fernando Marrueza y Quintana. El villancico que se cantó esta jornada fue (pp. 202-203, segunda parte): Recitado: Seráfico taller en donde ufana” / Areas: “Vea el mundo, vea el cielo”. Este es el único villancico de todos los que Ibarzabal compuso para este Capítulo General del que se conoce la música, conservada en el antiguo Archivo musical del Santuario de Aránzazu. En la portada: “Area con violines y trompas en Gesolreut a San Diego de Alcalá. Maestro fray Francisco de Ybarzabal”. En el papel del tiple se le denomina “Cantada” y el aria tiene la indicación “Presto”. Los tres papeles del violín para el aria son iguales: “violín primero”, “violín segundo” y violín ripiano”. Las dos partes de trompa, “primera” y “segunda”, están copiadas en un papel diferente. Entre la selección de músicos reclutados por Ibarzábal no se cita ningún trompista. Cabe la posibilidad de que estas partes se añadieran después o que algunos de los instrumentistas que asistieron al Capítulo tañera este instrumento como secundario. Hay otras dos partes, una para el violón y otra para el teclado (cifradas).
Este día ya habían abandonado el convento un tercio de los vocales.
* 11 de junio. Se dedicó esta jornada a Todos los Santos. Se concedió el altar a la provincia de Buenos Aires. Ofició la misa Francisco Quiñones y predicó fray Jerónimo Otálora. La capilla
interpretó el villancico (pp. 224-225, segunda parte): Introducción a solo: “Todo el celestial conjunto” / Estribillo a dos coros: “¡Qué suerte tan buena!” / Coplas: “Para las otras provincias”.
* 12 de junio. Fue el último del capítulo. Se dedicaron los cultos a la Santísima Trinidad. El altar se concedió a la provincia de Cartagena. Oficio la misa fray Antonio de Risso Capistrano y predicó fray Francisco Fernández. El villancico interpretado fue (pp. 260-262, segunda parte): Preludio: “Océano insondable” / Grave: “Espejo de santidad” / Estribillo a dos coros. Coro I: “Partid ciñendo”. Coro II. “Sandalias toscas” / Coplas: “Mirad que gustosos”.
A las tres y media se juntaron para las últimas conclusiones vespertinas: “en este día eran muy pocas ya las provincias que permanecían en este real convento, las que hubieran tomado ya su camino si hubieran hallado oportuna comodidad para esto”.
Finalizaba así este Capítulo General vallisoletano que había supuesto un tour de force organizativo, logístico y físico para muchos de los vocales. Estas reuniones convertían el cenobio en el que se celebraban en figuradas torres de Babel, ya que concentraban a todas las provincias del orbe católico, incorporando el sonido de los múltiples idiomas a su particular paisaje sonoro. Se supone que el latín sería la lengua común en el desarrollo de las sesiones matutinas y durante las votaciones, pero solo la exhortación Ad Frates se hizo en esta lengua. Todos los sermones fueron predicados en español, con la excepción del correspondiente al 9 de junio, dedicado a Santa Isabel de Portugal, que fue en portugués. Igualmente parece que fue el español el idioma en el que se exponían las conclusiones generales o debates literarios en el horario vespertino.