Instrumentos y músicas indias enviados a la corte de la reina María Ana de Austria en Viena
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
Entre los regalos que el rey Felipe IV remitió a su hermana María Ana de Austria, residente en Viena desde 1631, la documentación conservada en el Archivo General del Palacio Real de Madrid recoge una serie de instrumentos y cuerdas que el monarca dio a “cuatro indias músicas” que envió a la corte imperial vienesa.
Palabras clave
música doméstica , guitarra , arpa , rabel , proyecto mujeres y redes musicales , María Ana de Austria (infanta, emperatriz, reina) , Felipe IV (rey) , Francisco Frías (maestro de danzar) , Onofre Guerra (músico de cámara) , Catalina de Vargas (música) , María Castrejón (música) , músicas indias
María Ana de Austria partió de Madrid para la corte de Viena en 1630, escoltada por mil ochocientas personas. Establecida en esa ciudad, su servicio se redujo a unas setecientas y hacia 1639 se había estabilizado en torno al centenar, de los que sesenta eran españoles, ya que un buen número de sus servidores procedían de la casa de su marido, el emperador Fernando III de Habsburgo, rey de Bohemia y Hungría.
Su hermano, el rey Felipe IV, le había dejado por escrito unas detalladas instrucciones, en las que la nominaba como su mayor “embajadora” en la corte vienesa, para dictarle los principios rectores de su misión diplomática. La entrada de María Ana en Viena no se produjo hasta el 26 de febrero de 1631.
En el cortejo de María Ana viajaron dos músicos españoles que Fernando II se negó a sufragar al asumir que solo sabrían tocar la guitarra. Probablemente fueron Francisco de Frías, maestro de danzar, y Onofre Guerra, músico de cámara, los cuales, al parecer, se quedaron en Alemania. Entre las siete señoras de su cámara se encontraban Catalina de Vargas y María Castrejón, músicas. Las damas de su corte mantuvieron un cierto aislamiento y conservaron sus señas de identidad españolas que exhibían en los actos públicos. Al parecer, a la reina consorte no le resultó fácil incorporar las tradiciones festivas hispanas ni la música y las danzas de la corte madrileña en una Viena en la que predominaba el estilo italiano.
En este contexto y posiblemente para paliar o compensar ese aislamiento también musical podemos situar el regalo que Felipe IV envió a su hermana desde Madrid: “Una arpa, dos guitarras y un rabel y un mazo de cuerdas, de todo lo cual su majestad hizo merced a cuatro indias músicas que se enviaron a la reina de Hungría”. Todo apunta a que la formación musical de estas cuatro mujeres las capacitaba para tañer estos instrumentos y para interpretar el repertorio “a la moda” en la corte madrileña. Este repertorio se refleja, por ejemplo, en el Cancionero de la Sablonara [D-Mbs Cod.hisp. 2], escrito por Claudio de la Sablonara, copista de la Capilla Real de Madrid, para Wolfgang Wilhelm, Conde de Neuburg y Duque de Baviera, durante su estancia en la corte madrileña de Felipe IV, entre los años 1624 y 1625. Cabe imaginar el impacto que el “exotismo” de estas cuatro músicas pudo causar en la corte imperial vienesa y en el simbolismo implícito que aparejaba de los territorios americanos incorporados a las coronas hispanas.
El término “indias” no deja lugar a confusión ya que estaba establecido como gentilicio de las poblaciones aborígenes del continente americano. Más frecuentes son las referencias a ministriles “indios”, pero es la primera referencia que conozco a músicas “indias” al servicio de la nobleza o de la casa real española.