Motete en las procesiones dominicales
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Palabras clave
procesión , motete , procesión dominical , Baltasar del Río (canónigo, arcediano de Niebla, obispo de Escalas) , capilla musical de la catedral , organista , sochantre
En el primer cuarto del siglo XVI se dotó otra de las capillas señeras de la catedral, la conocida como capilla Escalas, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación y los doce apóstoles, patrocinada por Baltasar del Río, canónigo, arcediano de Niebla y obispo de Escalas, en la que se estableció también una cofradía. Desde su fundación se la dotó de un órgano y libros de polifonía y en ella se desarrolló una continuada e importante actividad cultual solemnizada con los efectivos musicales de la catedral. En 1531, el papa Clemente VII concedió a Baltasar del Río la facultad de tener en su capilla un altar portátil privilegiado. Este hecho suponía el que las misas que el sacerdote celebrare en él, por las ánimas del purgatorio, consiguiesen las indulgencias que poseían una serie de iglesias romanas, en virtud de las cuales con cada misa se rescataba un alma del purgatorio. La capilla poseía igualmente una buena cantidad de reliquias procedentes de Santa María del Popolo y de otras iglesias de Roma, las cuales habían sido dadas por el mismo pontífice al obispo de Escalas. Esta capilla contaba con un acceso directo al patio de los naranjos; se otorgaba también indulgencia para aquellos que dejaban limosna al cepillo entrando por una de sus puertas y saliendo por la otra, elementos todos estos que la revistieron de un potente atractivo para la ciudadanía, lo cual favoreció el establecimiento en ella de fundaciones que contribuyeron a incrementar su culto y, por ende sus rentas, de manera similar a lo ocurrido en la capilla de la Virgen de la Antigua. Habitualmente, la procesión dominical capitular hacía estación enfrente de la capilla de Escalas. Allí, la capilla de música cantaba el motete de San Sebastián Beatus es, et bene tibi erit de Francisco Guerrero, ya que la nave colateral en la que se encontraba la capilla estaba dedicada a esta advocación. En los días de las festividades anuales más importantes, cuando la procesión pasaba por delante de la capilla de Escalas, su capellán mayor y el resto de los capellanes debían estar dentro, debajo de la puerta, revestidos con sus sobrepellices para hacer la correspondiente salutación. El capítulo 36 de los Estatutos especifica que esos días, una vez que el sochantre que iba en la procesión terminara de cantar lo correspondiente a esa estación, ellos debían ordenar, siempre que pareciera bien al Cabildo: «tañer y cantar en el órgano alguna cosa devota de Nuestra Señora o de la fiesta que fuere, según el libro que para ello está puntado en la dicha capilla y si no huviere quien cante, al menos nunca falte el que tañe». En esos días, se cuidarían también de poner «algún buen olor de perfumes al pasar los señores», de colocar el paño en la tribuna, a manera de señal, de desplegar los ornamentos más ricos y de tener encendidas todas las lámparas de la capilla, las dos velas del altar, el candelero alto y las seis velas de la reja, reforzando así la vertiente sensorial, olfativa y visual de la fiesta, al mismo tiempo que se ponía de manifiesto ante los presentes la destacada posición que la capilla Escalas tenía dentro del recinto de la Catedral.