Cantes y bailes en la casa de Monipodio
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
Escena del ambiente musical germanesco en la casa de Monipodio que Miguel de Cervantes recrea en su Novela ejemplar Riconete y Cortadillo.
Palabras clave
música doméstica , Miguel de Cervantes Saavedra (escritor)
Cervantes nos proporciona en Rinconete y Cortadillo una escena del ambiente musical germanesco en la casa de Monipodio, la cual sitúa en la trianera calle de la Cruz (actual calle Troya). Prostitutas y ladrones tañen y cantan, acompañándose de improvisados instrumentos, diferentes seguidillas que debían ser populares a finales del siglo XVI:
“–Todos voacedes han hablado como buenos amigos, y como tales amigos se den las manos de amigos.
Diéronselas luego. Y la Escalanta, quitándose un chapín, comenzó a tañer en él como en un pandero. La Gananciosa tomó una escoba de palma nueva, que allí se halló acaso, y, rascándola, hizo un son que, aunque ronco y áspero, se concertaba con el del chapín. Monipodio rompió un plato y hizo dos tejoletas, que, puestas entre los dedos y repicadas con gran ligereza, llevaba el contrapunto al chapín y a la escoba.
Espantáronse Rinconete y Cortadillo de la nueva invención de la escoba, porque hasta entonces nunca la habían visto. Conociólo Maniferro y díjoles:
–¿Admíranse de la escoba? Pues bien hacen, pues música más presta y más sin pesadumbre, ni más barata, no se ha inventado en el mundo. Y en verdad que oí decir el otro día a un estudiante que ni el Negrofeo, que sacó a la Arauz del infierno, ni el Marión, que subió sobre el delfín y salió del mar como si viniera caballero sobre una mula de alquiler, ni el otro gran músico que hizo una ciudad que tenía cien puertas y otros tantos postigos, nunca inventaron mejor género de música, tan fácil de deprender, tan mañera de tocar, tan sin trastes, clavijas ni cuerdas, y tan sin necesidad de templarse; y aun –¡voto a tal!, que dicen que la inventó un galán desta ciudad, que se pica de ser un Héctor en la música.
–Eso creo yo muy bien –respondió Rinconete–. Pero escuchemos lo que quieren cantar nuestros músicos, que parece que la Gananciosa ha escupido, señal de que quiere cantar.
Y así era la verdad, porque Monipodio le había rogado que cantase algunas seguidillas de las que se usaban. Mas la que comenzó primero fue la Escalanta, y con voz sutil y quebradiza cantó lo siguiente:
–Por un sevillano rufo a lo valón,
tengo socarrado todo el corazón.
Siguió la Gananciosa cantando:
–Por un morenico de color verde,
¿cuál es la fogosa que no se pierde?
Y luego Monipodio, dándose gran priesa al meneo de sus tejoletas, dijo:
–Riñen dos amantes; hácese la paz:
si el enojo es grande, es el gusto más.
No quiso la Cariharta pasar su gusto en silencio, porque, tomando otro chapín, se metió en danza, y acompañó a las demás diciendo:
–Detente, enojado, no me azotes más;
que si bien lo miras, a tus carnes das.
-Cántese a lo llano -dijo a esta sazón Repolido-, y no se toquen estorias pasadas, que no hay para qué: lo pasado sea pasado, y tómese otra vereda, y basta.
Talle llevaban de no acabar tan presto el comenzado cántico, si no sintieran que llamaban a la puerta apriesa; y con ella salió Monipodio a ver quién era, y la centinela le dijo cómo al cabo de la calle había asomado el alcalde de la justicia, y que delante dél venían el Tordillo y el Cernícalo, corchetes neutrales.
Oyéronlo los de dentro, y alborotáronse todos de manera que la Cariharta y la Escalanta se calzaron sus chapines al revés, dejó la escoba la Gananciosa, Monipodio sus tejoletas, y quedó en turbado silencio toda la música. Enmudeció Chiquiznaque, pasmóse Repolido y suspendióse Maniferro; y todos, cuál por una y cuál por otra parte, desaparecieron, subiéndose a las azoteas y tejados, para escaparse y pasar por ellos a otra calle”.