Música en la casa de Filipo de Carrizales
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
Miguel de Cervantes en El celosos extremeño nos trasporta a la casa del indiano Filipo de Carrizales y al poder de la música para franquear puertas y doblegar voluntades.
Palabras clave
canciones populares , bailes populares , zarabanda (baile) , passamezzo (baile) , Miguel de Cervantes Saavedra (escritor)
Miguel de Cervantes ambienta El celoso extremeño en Sevilla, pero no nos proporciona ninguna ubicación concreta para la residencia del indiano Filipo de Carrizales, en la que transcurre la acción de esta novela ejemplar, limitándose a decir que “estaba en un barrio principal de la ciudad” y que por ella había pagado la abultada suma de 12.000 ducados. Carrizales, rico hidalgo cercano a cumplir los 70 años, se casará con Leonora, joven “de trece o catorce años”, a la que encierra en la nueva casa, convertida en bastión que proteja su honor, rodeada de esclavas, doncellas y aya, que “no se vio monasterio tan cerrado, ni monjas más recogidas, ni manzanas de oro tan guardadas”. Pronto entrará en acción Loaysa, joven de la clase acomodada, descritos por Cervantes como ociosos y holgazanes, “gente baldía, atildada y meliflua”, que tomará como reto personal “expurnar, por fuerza o por industria fortaleza tan guardada”. Para su objetivo, se valdrá de su condición de músico diletante y remedando a Orfeo conseguirá traspasar todas las barreras que le separan de su objeto de deseo, la joven Leonora. Cervantes nos acerca en esta novela a una música popular que no conoce las fronteras de la sociedad estamental, ni de la exclusividad de la calle o los recintos cerrados a los que es igualmente permeable. Loaysa, disfrazado de pobre tullido y acompañado de su guitarra, empezará a cantar en la calle, a la puerta de la casa de Carrizales, “romances de moros y moras”, para embaucar al negro Luis, viejo eunuco que vive en el zaguán de la casa, aprovechándose de su afición a la música y de su deseo de aprender a tocar la guitarra. Con sus tonadas y romances y la promesa de sus enseñanzas entrará en la casa de Carriales y allí, todavía separado por una puerta, enloquecerá a esclavas y dueña, que “no quedó vieja por bailar, ni moza que no se hiciese pedazos” cuando le oyeron tocar “el passamezo y terminar con el endemoniado son de la zarabanda nuevo entonces en España”. Loaysa, finalmente, penetrará en la sala principal de la casa, tras haber hecho que la servidumbre drogue al dueño, con consentimiento de su mujer, seducida, sin distinción de clase, igualmente por la música y allí esclavas, dueñas y señora bailarán, cantado esta última acompañada a la guitarra por Loaysa unas copillas “que entonces andaban muy validas en Sevilla, que decían:
Madre, la mi madre,
Guardas me ponéis"
La fiesta llegará a su término y la historia girará para concluir en un final inesperado.
Véase también: http://www.historicalsoundscapes.com/evento/281/sevilla/es.