Juegos de toros y cañas en la fiesta de las Santas Justa y Rufina
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Palabras clave
fiestas de toros , juegos de cañas , bullicio en la calle , ministriles , Miguel de Cervantes Saavedra (escritor)
Cervantes, en su comedia El rufián dichoso, señala la plaza de San Francisco como escenario de juegos de toros durante los festejos en honor a las Santas Justa y Rufina, más concretamente en el romance jácaro que Lagartija recita a Lugo:
“Del gran corral de los Olmos, / do está la jacarandina, / sale Regulete, el jaque, / vestido a las maravillas. /... / va a la vuelta de la plaza / de San Francisco bendita, / que corren toros en ella / por Santa Justa y Rufina.”
Era habitual que en la festividad de las patronas de Sevilla, las Santas Justa y Rufina (17 de julio), se corrieran toros y se hicieran juegos de cañas, sin solución de continuidad, en la plaza de San Francisco. Estos espectáculos, en los que participan destacados miembros de la oligarquía local, cuentan siempre con la presencia de instrumentos heráldicos y ministriles que preludian el inicio de los juegos y acompañan el desfile de los participantes. La gran concurrencia de gente, su grado de excitación con los lances y los fingidos combates generarían un bullicio callejero de considerable intensidad sonora. Pedro Fernández de Andrada, en el capítulo 33 de su libro De la naturaleza del caballo (Sevilla, 1580), nos da una detallada información sobre la forma en la que se desarrollaban los juegos de cañas y de la función que en ellos desempeñaba la música. En la presentación de las armas y los caballos que los escuderos hacían en la plaza: irán “acompañándolos los menestriles y los demás instrumentos que hubiere con la mesma librea y esto solo se ha de hacer que entren por la una puerta de la plaça y que salgan por la otra, dando a entender al pueblo que van de paso adonde sus señores les están aguardando que será en alguna plaça señalada, para que en ella se junten todos. Desde este lugar donde se juntaren, irán en mucha orden hasta la plaça adonde ha de ser el juego, acompañados solamente de los menestriles y otros instrumentos que les regozijen la entrada y les alienten los caballos”. En Andalucía esa entrada se hacía “corriendo”. La vertiente sensorial del espectáculo se complementaba con el lujo del vestuario: “Deben advertir los cuadrilleros que los que buscaren para sus cuadrillas sean muy buenos hombres de a caballo, porque en esto consiste la perfección del juego más que en la costa y vistosidad de las libreas, las cuales deben ser de las colores que más agradaren con la invención que les paresciere ser más curiosa, aunque lo ordinario es ir a la turquesca con marlotas y capellanes y con algunos bonetes albaneses o turcos, caidos atrás como es ordinario, aunque el que en esto más se estrañare hará mejor por sacar invención nueva, que no ponga en ella ninguna imperfección”. Fernández de Andrada, cita en su libro “a los excelentísimos duques de Medina [Sidonia] y de Arcos... por ser lustre y ornamento de la caballería de la gineta”. Entre las habilidades y artes y ciencias que debe tener un buen “caballerizo”, Fernández de Andrada destaca “la música que es provechosa para medir el tiempo de las vueltas y corvetas de los caballos ponedores y del correr y parar, que es lo que vulgarmente por encarescimiento dicen los ginetes que es música”.