Altar en Plaza Nueva para la procesión de Corpus Christi
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Palabras clave
fiesta del Corpus Christi , procesión , arquitectura efímera , cabildo de la ciudad , capilla musical de la catedral , gentío
En la procesión del Corpus Christi, al igual que en resto de las que se celebraban en la ciudad, era habitual que los residentes en las distintas calles del recorrido adornaran puertas, balcones y ventanas con cuadros, tapices y todo tipo de colgaduras, acordes a su posición social y económica y rivalizando unos con otros. El itinerario era igualmente alfombrado con hierbas aromáticas (juncia) aportadas por las alquerías de la Vega, según se establecía en el título 126 de las Ordenanzas municipales. Las calles también se entoldaban, lo que servía para proteger a la comitiva y a los asistentes del calor; al menos desde 1652, este entoldado estaba a cargo del cabildo de la ciudad. El ornato callejero se completaba con altares particulares en los que se disponían cuadros, esculturas, juegos de agua, etc. La municipalidad costeaba los cuatro altares principales, en los que se detenía la custodia y donde la capilla de música y el organista cantaban las chanzonetas en lengua vernácula alusivas al contenido teológico de la fiesta, compuestas para la ocasión, así como otras obras en latín. El tercero de los altares se instalaba en Plaza Nueva. Se conservan detalladas descripciones de la complejidad que estos altares desarrollaron en el siglo XVIII, verdaderas recreaciones escénicas inspiradas anualmente por diversos temas conectados con la fiesta. En ellos encontramos desplegado un lenguaje altamente codificado que tiene su máxima expresión en los llamados jeroglíficos. Antonio Palomino de Castro y Velasco en su Museo pictórico y escala óptica (1715, vol. 1, p. 63) recoge una precisa definición de jeroglífico: “El jeroglífico es una metáfora, que incluye algún concepto doctrinal, mediante un símbolo o instrumento sin figura humana, con mote latino de autor clásico, y en versión poética en idioma vulgar”. En 1607, el altar erigido en plaza Nueva representaba “el milagro de los corporales de Daroca” y para ello se dispuso “una peña y encima della, un altar y un sacerdote vuelto al pueblo, con un roquete y estolas, que tenga en las manos unos corporales y en ellos seis formas del Santísimo Sacramento ensangrentadas: dos que tomen parte una de otra y otras dos casi juntas y otras dos apartadas un poco una de la otra. A los dos lados ha de haber seis soldados vestidos con sus armas, hincados de rodillas, puestas las manos adorando las misteriosas hostias. Los morriones con sus penachos, puestos en la delantera del altar”.