Los sonidos del mercado de la Feria en Sevilla

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

El mercado de la Feria se extendía entre las plazas del Omnium Sanctorum y del Caño Quebrado y es el más antiguo de los que han podido documentarse en Sevilla. Se celebraba los jueves y en él concurrían todo tipo de vendedores que junto al gentío que acudía a realizar sus compras, ciegos copleros, los sonidos de las campanas de los establecimientos sacros cercanos y de los animales que pululaban por él crearían un colorido, vibrante y característico paisaje sonoro urbano en esta zona de la periferia urbana.

Palabras clave

bullicio en la calle , sonido de animales , tañido de campanas , actividad comercial , gentío


El mercado de la Feria es el más antiguo documentado en Sevilla, ya que se tienen noticia de él desde el siglo XIII. Se estabilizó el jueves y, en el siglo XVI, se extendía desde la plaza de Omniun Sanctorum hasta la del Caño Quebrado (hoy plaza de los Maldonados). Se le conocía también como “feria de la ropa” y acudían a él todo tipo de vendedores que ponían sus tenderetes en la calle.

El historiador Alonso Morgado da cuenta de este mercado en su Historia de Sevilla (fol. 58v):

“Demás de la otra Feria harto notable de todas la Mercaderías que se hace todos los jueves en la plaça y alrededor de la iglesia parrochial de Omnium Sanctorum”.

José de Maldonado Dávila, en el capítulo segundo de su obra manuscrita Tratado verdadero del motín que hubo en la ciudad de Sevilla este año de 1652, nos proporciona una segunda descripción del lugar que ocupaba el mercado de la Feria y de sus actividades comerciales:

“El sitio que llaman de la Feria es un barrio apartado del comercio principal de la ciudad en casi lo más remoto de ella, ocupa desde una plaça principal hasta otra más pequeña del convento de Nuestra Señora de Montesión del orden de Predicadores. Las calles que comprehende en este medio son la calle Ancha de la Feria, la de las Boticas, la de la Cruz de Caravaca y Cruz Verde y la Correduría. En su plaça principal tiene la iglesia parrochial desta collación su vocación Omnium Sanctorum que es aislada, por frontera principal las casas principales del estado del Marques del Algaba. Cercaban esta plaça y la iglesia en contorno portalillos de tiendas, tabernas, bodegones, panaderos, verduleros y fruteros. Llámase la Feria no porque en las ventas fuese franco, sino que los jueves por la mañana de todo el año hasta a medio día está introducido ocupar las calles referidas de mercadurías que traen a vender en ellas como traperos, carpinteros, caldereros, l[roto]seros y admonederos y otros deste género con que estos días se proveen de los necesario los barrios del contorno de lo que no pueden traer cada día del cuerpo de la ciudad. Y en llegando a medio día, cada uno recoge su matalotage y se vuelve a sus casas y solos quedan los vecinos que tienen tiendas destos trastos en ella”.

Ceán Bermúdez nos proporciona una interesante información sobre la actividad pictórica y su comercio en este lugar durante el último cuarto del siglo XVIII, el cual conoció  de primera mano en sus prolongadas estancias en Sevilla:

“Llaman la Feria en Sevilla a un barrio de la parroquia de Omnium Sanctorum, por que hay en él mercado todos los jueves de muebles viejos y nuevos, de ropas usadas y de otras mil cosas de baratillo. Viven en este barrio muchos artistas y artesanos, que proveen con sus obras a casi toda la Andalucía, especialmente con pinturas, tan informes como las de la calle de Santiago de Valladolid, de modo que llaman aquí por proverbio pintura de feria a todo cuadro mal pintado. Las executaban antes con tal presteza que ha sucedido más de una vez pintar el asunto o santo que el devoto comprador pedía mientras se ajustaba el precio o transformar, por exemplo, el que representaba a San Onofre en San Cristóbal, o a la Virgen del Carmen en San Antonio de Padua o en ánimas benditas del Purgatorio. Antiguamente era mucho mayor el tráfico y despacho de esta pinturas que ahora, porque se embarcaban infinitas para América, lo que era otro nuevo estímulo para los progresos del arte, pues entonces no eran tan malas como las que en el día se pintan y muchos profesores de mérito, cuando no tenían que hacer, acudían a los cargadores a Indias, que jamás dexaban de ocuparlos, pagándoles en proporción a su habilidad ¿Creería Vm. que en esta Feria pintando tan de priesa y sin ningún dibujo, se pudieran formar artistas, cuyas obras son ahora muy estimadas? Pues sí señor, yo las conozco... Murillo aunque consiguió gran facilidad en expresar sus ideas, pintando mucho y con presteza para la Feria, sabía antes dibuxar, inventar y ordenar un cuadro”.

Un poco antes, había dicho Ceán Bermúdez: “Con motivo de haber este [Juan del Castillo] trasladado su residencia a Cádiz, quedó Bartolomé [Murillo] sin maestro, sin director y sin obras, por lo que se vio en la necesidad de ir a la Feria a pintar lo que en ella le encargasen”.

El mercado de la Feria fue un colorido escenario, propicio para que los ciegos copleros recitaran y cantaran sus menudencias de imprenta, donde el bullicio de la gente, el trajín y vocear de los vendedores, el sonido de los animales y de los carros y el doblar de las campanas de la iglesia de Omniun Sanctorum y otros establecimientos sacros de los alrededores constituirían sus elementos sónicos más destacados.

Recursos

Iglesia de la Feria en Sevilla. Genaro Pérez de Villaamil (1865)

Niños comiendo uvas y melón. Bartolomé Esteban Murillo

Tañido de las campanas de la iglesia de San Juan de la Palma. Vídeo de Alex Bohoyo