Honras celebradas a la muerte del rey Felipe IV en el convento de San Jerónimo (1665)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Palabras clave

exequias , procesión mortuoria , maitines de difuntos (= vigilia) , misa de réquiem , Verba mea auribus percipe, Domine (motete) , tañido de campanas , capilla musical de la catedral , capilla musical del convento de San Jerónimo (Granada)


Las noticias sobre las honras fúnebres oficiadas en los conventos granadinos por el fallecimiento de los monarcas hispanos son mucho más escasas que las que tenían lugar en la catedral y en la capilla real, ya que a ellas les correspondía la celebración oficial de este tipo de eventos. Por este motivo, cobran especial interés las que aquí traemos organizadas en el convento granadino de San Jerónimo por su “patrón” el rey Felipe IV y que ejemplifican la manera en que estas se celebraban habitualmente en este establecimiento sacro.

Felipe IV falleció en Madrid el 17 de septiembre de 1665. Cuando las noticias llegaron al monasterio de San Jerónimo:

“Al punto se dijo por su alma un novenario de misas, con repetidos clamores de las campanas, al amanecer, a medio día y al anochecer de todos ellos”.

Poco después, llegó una carta de la reina “en que mandaba se hiciesen en esta comunidad los sufragios acostumbrados por las personas reales”. 

El documento describe con toda precisión el túmulo que se levanto en la capilla mayor de la iglesia del convento:

Tiene esta [la capilla mayor] de largo desde la reja a las gradas del altar mayor doce varas [una vara castellana equivalía a 0,836 metros] y así, para dejar libre el uso de las puertas de la capilla y asimismo el de las gradas que se fabricaron para subir al primer cuarto del túmulo, no se le pudo dar a este más que diez varas de largo, ni de ancho más que siete, para guardar la debida simetría. Coronose todo el contorno de varandillas de madera, pintadas de negro y oro, fijándose en ellas unos hacheros de los mismos, en que se afianzaban las hachas. Subíase a este primer cuarto por siete gradas, por tener dos varas de alto, y dejando en el plano todo alrededor vara y media de espacio hasta las barandillas de la coronación, para que se pudiese celebrar sin embarazo la misa y hacer las demás ceremonias del agua bendita e incienso.

Sobre este se fabricó otro segundo cuerpo de vara y media de alto que servía por la parte anterior del túmulo de altar para celebrar la misa. Sobre este segundo cuarto se levantaron otros dos de vara y tercia de alto cada uno, pero más recogidos en lo ancho y largo con debida proporción, asentándose en el último una tumba de más de vara y media de alto y sobre ella un dosel o solio de tela competente, afianzado con  cuatro varas de plata, las cuales fijadas en el último cuarto dejaban muy descubierta la tumba, por tener cada vara de plata cinco de largo y por el consiguiente más de doce de alto el túmulo [10 metros].

Acabose en lo material viernes trece de noviembre y gastose todo el día siguiente en adornarlo, cubriendo la tumba de un paño rico de brocado que para celebrar sus honras reales guarda esta comunidad, aunque sin avaricia, pues nunca lo niega a quien lo pide para semejantes funciones.

Sobre el paño de brocado se pusieron dos almohadas de lo mismo y sobre estas un cetro y una corona de plata sobredorada. El cuarto inmediato a la tumba se cubrió de terciopelo negro, los dos inmediatos de paño fino del mismo color y el último con el suelo de la capilla, en contorno del túmulo, de bayetas negras, de que también se vistieron los cuatro pilares principales de la capilla mayor, fijándose sobre cada uno dellos un escudo de las armas reales de vara y media de alto y una de ancho, y en el cuarto último del túmulo, debajo de la tumba, se pusieron otros cuatro escudos dorados, de vara en cuadro, el uno de tusón, con su collar coronado, en la parte anterior del túmulo, cuya dedicación se leía en su centro, en una letra que decía: PHILIPPO MAGNO. En la posterior, otro escudo de las armas de Castilla y León y por los lados, a cada vanda el suyo, otros dos escudos de la religión, a quien, después de muerto, pareció estaba abrigando y amparando el yerto cadáver representado en el cetro y la corona.

Repartiéronse en los cuatro cuerpos del túmulo doscientas velas de cera amarilla, como se practica en la corte en semejantes actos, y asimismo cuarenta y ocho hachas de la misma cera, a doce por vanda, en las dos órdenes que se formaron dellas, el uno en el suelo de la capilla con blandones y el otro sobre las barandillas que coronaban el primer cuarto del túmulo, acomodándose entre una y otra hacha deste orden dos velas, fijándose así estas como todas las demás en candeleros de plata, con que por lo que en ella brillaban las luces y por lo bien repartidas que estaban aún parecían más de las que por la suma carestía de cera en estos tiempos pudo esta comunidad consagrar en obsequio de tanto monarca difunto”.

El adorno del túmulo estaba finalizado el sábado por la noche, día 14. El domingo por la mañana, se invitó:

 “A lo más de la nobleza de Granada y a todas la religiones que la ilustran, que son todas las que se conocen en España, menos las de San Benito y San Bernardo. Y aunque el convite se hizo para el lunes diez y seis de noviembre a las nueve de la mañana, se dio principio a las honras el domingo antecedente, cantando la comunidad en su coro desde las cuatro de la tarde hasta las siete todos los maitines de difuntos por su magestad, con la que siempre se acostumbra celebrar en nuestros coros los divinos oficios y en especial cuando se dicen por los señores reyes nuestros fundadores y patronos, repitiéndose los clamores en todos los responsos del oficio y continuándose por toda la noche del domingo.

Despertó la comunidad el lunes siguiente con las funestas voces de las campanas y al primer clamor que dellas se oyó, después de las nueve de la mañana, se juntó en la sacristía, donde tomando yo la caparica de difuntos y vestidos los demás ministros nos encaminamos todos, guiados de la cruz en procesión, y con la modestia que en ellas se observa, por el lienzo del claustro inmediato a la iglesia a ocupar en el cuerpo della el coro que para este fin se había prevenido, con capacidad para admitir en él los convidados que no cupiesen en la capilla mayor, como sucedió por lo numeroso del concurso, así de la nobleza y ciudadanos como de los más lustroso de todas las religiones y en tan crecido número que habiendo de muchas más de ocho y diez sujetos de ninguna asistieron menos que seis sino fue de sola una.

Ocupó la comunidad su coro, al tiempo que la cruz se puso en su lugar en el túmulo y luego comenzó a cantar el invitatorio de los maitines de difuntos, prosiguiendo el primer nocturno, hasta llegar a las lecciones que, a canto de órgano, cantó la capilla de la santa iglesia que para este efecto estaba en el coro alto, de que usamos comunmente.

Acabado el nocturno, se comenzó la misa, cantándola toda la comunidad, menos los kyries, sanctus y agnus que con un motete, al alzar, cantó la capilla a canto de órgano. Acabada la misa y antes del responso último dijo su oración panegírica el padre Vicario”.

El impreso concluye con el texto íntegro del panegírico de fray Gonzalo de San Miguel, predicador y vicario del convento de San Jerónimo de Granada.

Es posible que la capilla de música de la catedral interpretara algunos de los ítems contenidos en el Libro de polifonía nº 6 de su librería musical que contiene el repertorio polifónico necesario para el oficio y misa de difuntos. Entre esos ítems, anónimos, están los responsorios Ne recorderis de Francisco de la Torre y Libera me, Domine, de Juan de Anchieta. El motete que debió interpretarse en la misa, durante la Elevación, fue Verba mea auribus percipe, Domine, de Santos de Aliseda que, igualmente anónimo, se encuentra también en este libro y en los libros manuales conocidos como “libros negros”, donde lleva la siguiente anotación:

“In missis de réquiem, cuando missae sunt conventuales” [en tiple y tenor]  y “... cuando sunt de aniversario” [alto y bajo].

Fuente:

El sagrado, y real nombre de Philippo, celebrado en las honras que el Real Monasterio de S. Geronimo de Granada hizo a la muerte del Rey nuestro señor, Philippo Quarto el Grande, su Patron, lunes a 16 de nouiembre de 1665 años. Por el P.Fr. Gonzalo de San Miguel..., Granada, Baltasar de Bolivar, 1655.

Bibliografía:

Creado: 30 Abr 2017
Modificado: 23 Jun 2019
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "Honras celebradas a la muerte del rey Felipe IV en el convento de San Jerónimo (1665)", Paisajes sonoros históricos, 2017. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/643/granada.
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Recursos

Coro del convento de San Jerónimo

Capilla mayor del convento de San Jerónimo. Fotografía de Alberto Donaire

El sagrado, y real nombre de Philippo, celebrado en las honras que el Real Monasterio de S. Geronimo de Granada hizo a la muerte del Rey nuestro señor, Philippo Quarto el Grande, su Patron, lunes a 16 de nouiembre de 1665 años. Por el P.Fr. Gonzalo de San Miguel...

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Libera me, Domine, de morte aeterna. Juan de Anchieta

Edicto de la Reina Gobernadora por el que se comunica la muerte del rey Felipe IV y se manda guardar una semana de luto a los habitantes de Granada (1665)

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