Entrada de Carlos V e Isabel de Portugal en Granada (1526)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
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Resumen

La estancia en Granada de Carlos V e Isabel de Portugal fue un acontecimiento de gran relevancia para la ciudad. En este artículo nos centraremos en los preparativos y en la entrada que los monarcas hicieron en ella el 4 de junio de 1526.

Palabras clave

entrada real , música heráldica , zambra (danza morisca) , procesión general , música en las calles y plazas , Carlos V (rey) , Isabel de Portugal (reina) , cabildo de la ciudad , cabildo de la catedral , nobleza , escuadra militar , trompeta , ministriles , trompetas del conde de Cabra , ministriles del conde de Ureña


La estancia en Granada de Carlos V e Isabel de Portugal fue un acontecimiento de gran relevancia para la ciudad. En este evento nos centraremos en los preparativos y en la entrada que los monarcas hicieron en ella el 4 de junio de 1526.

Los meses antes, la ciudad vivió una actividad frenética. El 30 de abril comenzaron las obras para arreglar los lugares por los que tenía que pasar la comitiva y los principales escenarios festivos. Se allanaron la plaza de Bibarrambla, el camino desde esta hasta el paseo de San Sebastián, la puerta de Guadix y la subida a la Alhambra y al Generalife para que los reyes bajaran a la ciudad sin riesgo alguno. Se arregló la fuente de la Teja, se demolió una torre que había cerca de la puerta de Guadix, a la subida del Albaicín, porque amenazaba ruina, y una casa por donde se ascendía a la Alcazaba para ensanchar una calle. Se contrató la reparación de la puerta de Elvira y de plaza Nueva, donde se hizo un pretil para evitar que durante los festejos que tuvieran lugar en ella pudiesen caer personas al río. Se limpió el cauce del río Darro, para evitar los malos olores que perjudicaban a las posadas situadas en su ribera, así como las acequias del camino por el que llegarían los reyes. 

Los jurados Juan de Trillo y Pedro de Morales fueron los encargados de los preparativos de las fiestas que debían hacerse en Bibarrambla, construyéndose para tal fin un magnífico tablado cubierto con vistosos paños, en el que se colocó un gran dosel, y se alquilaron ventanas en esta plaza para presenciar las referidas fiestas. El caballero veinticuatro Luis de Meneses recibió el encargo de regar el camino desde Santa Fe, quitar las piedras que hubiesen desde San Lázaro a la puerta de Elvira y allanar la rambla del río Genil donde se proyectaba celebrar escaramuzas en honor del emperador. Hubo que buscar toros bravos, comprar trajes para las zambras, brocados para el palio que había de cubrir a los reyes en el recibimiento, etc.

Los encargados de hospedar a los integrantes de la corte fueron el cabildo de la ciudad y el marqués de Mondéjar, alcaide de la Alhambra, lugar en el que se instalarían los soberanos con la alta servidumbre de la casa real. El cortejo que los acompañaba era numerosísimo, lo cual generó no pocos problemas para su acomodo, en el que ayudaron también los aposentadores reales. Entre los personajes destacados a los que había que buscar alojamiento se encontraba el duque de Calabria y el conde de Nassau, el cual se quejaba de que le habían quitado dos mesones que se les habían reservado poco antes de llegar los reyes. Llegado el emperador a Santa Fe, el 1 de junio, recibió la noticia de que el asunto del hospedaje de su nutrida comitiva no estaba del todo ultimado.

Los cronistas de la llegada a Granada de los reyes son varios, pero no siempre muy prolijos en los detalles, los cuales se completan con los documentos conservados en el Archivo Municipal de Granada. Entre los testigos directos cabe destacar a Juan Negro, secretario del embajador veneciano Andrea Navajero.

El 4 de junio, salía de Santa Fe el séquito real, cuya composición no conocemos con detalle, aunque sí el nombre de algunos de los destacados personajes que viajaban acompañando a los reyes; a las 5 de la tarde se encontraba a media legua de Granada. Allí se hizo un alto para que, por el lado opuesto, avanzase la colorida comitiva que salió de la ciudad para recibir a los monarcas. Esta venía encabezada por los maceros, con sus mazas doradas y vistiendo dalmáticas con las armas de Granada, seguidos de los trompetas del conde de Cabra y los ministriles del conde de Ureña, con capuces de paño morado, y sus trompetas con pendones de tafetán con las armas de la ciudad bordadas en plata y oro. Les seguían diecinueve jurados, vestidos de terciopelo naranja con forros de raso plateado y, a continuación, veintiuno de los caballeros veinticuatro, con el corregidor Íñigo Manrique, el alcalde mayor de la justicia y el escribano mayor del cabildo de la ciudad, ataviados de raso carmesí con forros de damasco blanco, a los que se unieron numerosos caballeros destacados de la ciudad vestidos de sus mejores galas y el cabildo de la catedral, sin la presencia del arzobispo Pedro Portocarrero que se encontraba enfermo. Iban acompañándolos la tropa encargadas de guardar la costa, formada por doscientos jinetes con sus lanzas, vistiendo capas rosa y amarillas y muchas compañías de infantes con sus banderas y armas. También se encontraban allí, según Juan Negro:

“Los que batían moneda en esta ciudad de Granada con su tesorero, vestidos de capa de paño morado, y diversas compañías de algunos de los que hacen juegos a la morisca que iban blandiendo en la mano sus espadas desnudas y haciendo muchos círculos y evoluciones a capricho y usanza de los moros”.

El encargado de darles la bienvenida fue Luis Hurtado de Mendoza, marqués de Mondéjar, capitán general de Granada, a la que siguió un besamanos del Regimiento y Justicia de la ciudad, tras el cual se puso de nuevo en marcha la comitiva.

Juan Negro nos proporciona otro interesante detalle de esta entrada:

“Los moros habían hecho sobre algunos árboles grandes plantados en tierra ocho naves no muy grandes, las que iban dando vueltas alrededor y estaban hechas de madera forradas de tela de paños de distintos colores a usanza morisca y sobre ellas había algunos [moros] con diversos instrumentos, los cuales, cuando pasó el César, no hacían otra cosa que tocar y gritar”.

En cuanto a las leilas de las que habla fray Prudencio Sandoval, no tenemos más noticias que la que da este historiador que dice eran un “juego muy regocijado para los que lo miraban y peligroso para los que lo hacían”, lo cual resulta extraño ya que leila era el nombre dado por los moriscos a sus fiestas o bailes. Puede que Sandoval asociara el término leila con “los juegos a la morisca” citados anteriormente.

La ciudad había levantado en el trayecto varios arcos triunfales, uno de los cuales se elevaba cerca de la puerta de Elvira, a donde llegó y paró la comitiva, delante de la cual venían las trompetas y atabales, maceros a caballo, alcaldes de casa y corte, nobles y a continuación sus majestades, seguidos de los embajadores, mayordomo mayor, el capitán de la guardia de arqueros y las compañías de estos con sus libreas amarillas. La puerta de Elvira estaba adornada con escudos de la ciudad y cerca de ella había un altar y sobre él un valioso crucifijo y los Evangelios, donde, ante el escribano mayor del cabildo, juró el emperador guardar y cumplir y mandar guardar y cumplir los privilegios, usos y buenas costumbres de la ciudad como los guardaron y mandaron guardar sus antepasados. Terminada la jura, los caballeros veinticuatro cubrieron a los monarcas con un riquísimo palio de brocado forrado de raso carmesí con fleco de oro, cuyas varas de plata llevaban ellos, y así entraron en la ciudad dirigiéndose a la catedral que en esta fecha se encontraba en la sede de antigua mezquita. Después de orar en ella, se marcharon a la Alhambra, donde el emperador tenía preparado su alojamiento. Todo el trayecto estaba flanqueado de hachones que, como la Alhambra, se encontraba espléndidamente iluminado.

El Archivo de la catedral nos proporciona también información complementaria sobre los hechos narrados. El auto capitular de 5 de junio de 1526, recoge la siguiente noticia:

“Y fue recibido [Carlos V] por los señores deán y cabildo con procesión general e solemne y juro de su majestad en forma como es costumbre de guardar los privilegios e usos e costumbres de esta santa iglesia de Granada, como los guardaron los reyes de gloriosa memoria sus progenitores”.

Sobre los efectivos musicales con los que la ciudad recibió a los monarcas también tenemos más información:

Por un lado, el cabildo catedralicio costeó un grupo de ministriles:

“Los dichos señores ordenaron que a los menestriles que fueron llamados para el recibimiento de su majestad se les den cuatro ducados por su trabajo”.

El resto fue sufragado por el cabildo municipal, como se desprende del desglose de las cuentas  que se han conservado de la entrada de los monarcas en la ciudad:

“Que se dieron a las trompetas del conde de Cabra que vinieron al rescebimiento y entrada de su Majestad los maravedises siguientes:

- Costaron quince varas de tafetán para pendones tres mil y setecientos y veinte maravedís.

- Costaron diez y seis varas de paño morado a trescientos y veinte maravedís la vara que se dieron a los dichos cuatro trompetas para capuces, que son cinco mil y ciento y veinte.

- Que se dieron a los dichos cuatro trompetas mil y ochenta y ocho maravedís por los días que estuvieron en la cibdad fasta la entrada de sus majestades para comer y para la hechura de los capuces.

- Que costó la hechura del asiento de las armas de Granada en los dichos pendones de las trompetas de oro y plata seis ducados.

- Que costaron las flocaduras y manos de los dichos pendones novecientos cincuenta e dos maravedís.

- Que se dio al jurado Camacho seis mil iluminarias y faraones [¿hachones?] que se hicieron la noche de la entrada de su majestad.

- Que se dio a Zacarías y Francisco Hernández, cereros, siete mil y ciento y diez maravedís por la cera que se quemó en las hachas que se pusieron desde la iglesia mayor fasta el Alhambra por luminarias, sin las luminarias que en el Alhambra hizo el señor marqués.

- Que se dieron a seis menestriles del conde de Ureña que vinieron al rescebimiento y entradas de sus majestades y acompañar la cibdad los maravedís siguientes:

Que se les dio a los dichos seis menestriles veinte e cuatro varas de paño morados a trescientos y veinte maravedís la vara; montaron siete mil seiscientos y ochenta maravedís, lo cual se les dio para capuces.

Que se les dio cuatro mil e cuatrocientos y noventa y cuatro maravedís por los días que estuvieron en esta cibdad hasta la entrada de sus majestades y para la hechura de los capuces”.

Según una cédula real, los gastos de trompetas y ministriles fueron sufragados posteriormente por el rey, al cual la ciudad solicitó ayuda para afrontar el enorme dispendio hecho con su recibimiento. En esta misma cédula, se deja constancia de los gastos que se hicieron en “traer zambras” que pudieron acompañar el cortejo real en su entrada a la ciudad o que, tal vez, puedan asimilarse a las “leilas” citadas por Sandoval.

Desconocemos los detalles del despliegue de efectivos musicales que acompañaron a la comitiva de los monarcas en su camino desde Santa Fe que irían precedidos de sus trompetas y atabales y, probablemente, por algunos de sus ministriles como se aprecia en otras entradas urbanas (ver recurso).

Fuente:

Bibliografía:

López Calo, José, La música en la catedral de Granada. Granada: Fundación Rodríguez Acosta, 1963, 214-215.

Gallego Morell, Antonio, “La corte de Carlos V en la Alhambra en 1526” en Miscelánea de estudios dedicados al profesor Antonio Marín Ocete. Granada: Universidad, 1974, 268-271.

Gómez-Salvago Sánchez, Mónica, Fastos de una boda real en la Sevilla del Quinientos (estudio y documentos). Sevilla: Universidad, 1998, 93-102.

Creado: 02 Abr 2018
Modificado: 29 Jul 2023
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "Entrada de Carlos V e Isabel de Portugal en Granada (1526)", Paisajes sonoros históricos, 2018. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/788/granada.
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Recursos

Puerta de Elvira. Fotografía de Juan Ruiz Jiménez

Entrada de Carlos V en Valenciennes (1540)

Propiñán de Melyor. Anónimo