Entrada de María Alberta de Castro Portugal Borja, duquesa de Béjar en su villa ducal (1685)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Palabras clave

arquitectura efímera , música en las calles y plazas , fuegos artificiales , salva de mosquetes , bullicio en la calle , misa , vísperas , luminarias , fiestas de toros , procesión , fiesta del Corpus Christi , máscara , María Alberta de Castro Portugal Borja (duquesa de Béjar) , danzas , gentío , clerecía , capilla de música , clarinero , caja , soldadesca


En este evento nos centraremos en la entrada efectuada en 1685 por María Alberta de Castro Portugal Borja, mujer del X duque de Béjar, Manuel Diego López de Zúñiga Mendoza Sotomayor, en su villa ducal, en lo que constituye una perfecta emulación de las entradas reales y que es uno de los escasos ejemplos nobiliarios que se conserva descrito de manera tan minuciosa. En esta entrada hallamos todos los elementos sensoriales que caracterizan a este tipo de acontecimientos, encaminados a entronizar la figura bajo cuya jurisdicción se encuentra la villa y a cuya Casa deben vasallaje todos sus ciudadanos. La fuente documental que nos permite descubrir los distintos planos sonoros presentes en esta entrada es una relación escrita por un testigo presencial, el licenciado Tomás de Lemus, presbítero y capellán del convento de la Anunciación de Béjar (Salamanca), el cual la dedica a la condesa de Lemos, madre de la duquesa.

La comitiva partió de Madrid el 20 de mayo e hizo escala en El Escorial, en Alba de Tormes y en Guijuelo. El día 27 llegaban a El Bosque, una espléndida villa periurbana cercana a Béjar, “donde se formó el acompañamiento del cortejo”. Desde la llegada a los territorios bajo la jurisdicción ducal, se fueron sumando distintos oficiales y miembros del consistorio para acompañar a la duquesa en su entrada, así como dos compañías de soldados. La población de los lugares por los que pasaba el cortejo acudió a contemplar este acontecimiento extraordinario y se sumó con sus muestras de alegría:

“A este [acompañamiento] fueron saliendo como se atravesaban los términos de los lugares cercanos a él, de Fuentes de Béjar dos danzas, una de danzantes y otra de mujeres y la zuiça de una soldadesca de Ledrada, otra danza y otra soldadesca de Sanchotello, una danza de Navalmoral, otra con música, de Fuentebuena otra y de todas partes abundante refresco...”

El cronista describe con detalle el sitio de El Bosque, una villa de recreo veraniego de los duques que emulaba los jardines renacentistas italianos, con un estanque, una monumental fuente, una plazuela, “capaz de las fiestas del campo”, otras fuentes de menor tamaño, balaustradas, bancos, gradas y un palacete, cuya primera mención data de 1567.

La comitiva iba encabezada “por los clarines”, a los que seguían, a caballo, los notables de la comitiva y la duquesa en un coche; detrás, los miembros de la familia, también a caballo, y en coches las damas de la duquesa. A la salida de El Bosque, los jardineros habían preparado: “un arco matizado de flores y desde él se proseguía la calle de árboles que llegaba hasta el puente y en medio della había un arco de cuatro ángulos y fachadas...” En este elaborado arco, “un personaje vestido de ondas”, figuración del río Cuerpo de Hombre, recitó un largo poema que el cronista copia íntegramente, al igual que el resto de los textos que se citarán. Entre el puente y la muralla de la villa, se levantó otro arco de igual magnitud y diferente simbología, y en él “una ninfa vestida de verde, coronada de flores,” que personificaba al territorio recitó otro poema al pasar la duquesa. Desde el puente a la puerta de entrada en Béjar, la cual se había decorado con un arco pintado, se había puesto otra alameda “fingida” para dar continuidad a la que estaba plantada desde El Bosque al puente. En este punto, una figura que personificaba a la ciudad hizo entrega de las llaves a la duquesa y recitó un nuevo poema.

En este punto, el cronista describe la antigüedad y grandezas de la villa, en la que habían: “tres conventos, diez iglesias parroquiales, seis hospitales, diez casas de oración, ocho ermitas y cuarenta cofradías...”. Desde la puerta a la plaza, además del adorno de las calles, había otros seis arcos. En el de entrada de la plaza:

“Echó la Fama, puesto en buena música este pregón:

Oíd, oíd,

que el clarín de la Fama sonoro

trocando su bronce en oro

canta sus glorias así...”

…..

En la puerta principal del primer patio del palacio se había dispuesto el ultimo arco, en el cual se recitó un romance. Todo un complejo programa iconográfico y literario para ensalzar la casa ducal de Béjar y mostrar el vasallaje que la naturaleza y la ciudadanía les mostraban.

La duquesa se dirigió al balcón principal del palacio que daba a la plaza para contemplar un elaborado castillo de dos cuerpos donde se habían dispuesto “más de mil truenos de fuegos coheteros, sin chispas por que pareciesen cañonazos y veinte piezas de artillería y en cada una un trueno de libra y media de pólvora”. Simultáneamente, las dos compañías de soldados que habían acompañado al cortejo desde El Bosque, comenzaron “ a sacar sus mangas de mosquetería y hacer todas las faenas de una expugnación y fueron continuando el asalto y el castillo el disparar sus cañonazos...” Tras escuchar la misa dominical en la capilla del palacio, la duquesa recibió a todos los representantes de la clerecía de las distintas instituciones que estaban bajo el patrocinio de la casa ducal de Béjar. La jornada concluyó con las luminarias y fuegos de artificio que habían hecho unos “artífices de Salamanca” que se prolongaron durante hora y media y que la duquesa contempló desde el balcón del palacio.

El lunes, día 29, por la mañana tuvo lugar el encierro de los toros y por la tarde se corrieron con distintas suertes: “de capas, de reiletes, de banderillas...”. A media tarde, la ciudad ofreció un refrigerio a los residentes en el palacio.

El martes 30 se fueron al Bosque, el miércoles 31 asistieron a las vísperas de la festividad del Corpus y el jueves, 1 de junio, a la solemne procesión. El cronista se detiene en ella, un evento del que conocemos numerosos detalles por otras fuentes documentales, dado que era patronato de los duques, el cual atravesó por momentos de esplendor y decadencia a lo largo de su prolongada historia, ya que su primera celebración se remontaba a 1397, cuando fue establecida por Diego López de Zúñiga, I señor de Béjar, y de la que daremos cuenta en un próximo artículo. La procesión salía de la iglesia de Santa María la Mayor y en ella desfilaron, en este año de 1685, numerosas imágenes de santos que representaban a distintas cofradías, unas de talla y otras personificaciones a caballo, como la que vestía el tesorero del duque: “una mujer a caballo, con los pechos de plata que figura a Santa Águeda”. Los costos de la danza estaba a cargo del alguacil mayor. Como es habitual, iban en ella la clerecía regular y secular con sus cruces parroquiales y “los cantores de la villa con capas plubiales”. La custodia, bajo palio, la llevaba en sus manos el abad del cabildo, Pedro Martínez de Salvatierra, cura de la parroquial de San Juan “que ha hecho el oficio con el vestuario rico que es de la iglesia de San Salvador, adonde para la procesión”. Las varas del palio fueron llevadas por los regidores de la ciudad. El recorrido se adornó con veinte arcos y ocho altares. El primero de los altares estaba en la entrada de la plaza y en él tuvo lugar la tradicional ceremonia en la que, tras la adoración de Latría, se conmemoraba “la restauración de la libertad desta tierra” y en la que estaban presentes el regidor de la villa, el alférez mayor y “dos salvajes vestidos al natural del moho de las peñas”, los conocidos actualmente como hombres de musgo que representaban a los cristianos camuflados a los que la tradición atribuía la conquista de la ciudad a los musulmanes. Habitualmente, esta ceremonia consistía en el ofrecimiento ritualizado al Santísimo Sacramento del bastón o insignia y del pendón de la villa tras haberlo tremolado tres veces delante de la custodia. La ambientación sónica la proporcionaba “el trabuco [dispuesto por los carpinteros] que está continuamente disparando en el terrero de Palacio y la artillería en su antemuro de la pedrera abocada para la salva. El trabuco es máquina antigua y extraordinaria por el uso della”.

La duquesa y su tío, el marqués de la Puebla, se habían situado en la “pieza del torreón de las fiestas que mira a la alcaicería”, enfrente del cual estaba dispuesto uno de los altares. La procesión terminaba en la iglesia del Salvador, ricamente adornada, en la que se celebraba el octavario de la festividad. El cronista no cita a los clarines y las cajas, que solían estar a cargo del ayuntamiento, ni a los gigantes y la tarasca, a cuenta del gremio de pañeros, que sabemos por otras fuentes que encabezaban la procesión. Tampoco hay referencias a los autos sacramentales que se representaban durante la octava del Corpus para los que se traían a las mejores compañías teatrales, todo lo cual fue suprimido por el elevado costo que suponían.

Por la noche, en la plaza, vallas y fachada del palacio se dispusieron numerosas luminarias que sirvieron para alumbrar la máscara que tuvo como padrinos al mayordomo mayor del duque y al alcaide del alcázar. Una vez que se constituyeron las siete parejas que formaban esta máscara se fueron a la alameda de San Francisco desde donde “con los clarines y hachetas blancas encendidas” fueron por la calle de la Cárcel vieja a la calle Mayor, donde hicieron un alto antes de entrar en la plaza, para dar tiempo a que los padrinos fueran al balcón del palacio a pedir permiso para realizar la función. Tras la representación en la plaza fueron por la calle Mayor a la plazuela del convento de dominicas de Nuestra Señora de la Piedad y recorriendo la calle Mayor tras pasar por el convento de franciscanas de La Anunciación llegaron a la puerta de la villa, desde donde regresaron por la calle de Mansilla y la casa del marques de la Puebla a la calle mayor y por ella a la plaza y al palacio donde entraron a saludar a la duquesa.

El viernes, 2 de junio, fue la procesión parroquial, el domingo acudieron a escuchar los oficios en el convento de San Francisco y acompañaron a la procesión por los claustros, el miércoles hubo despliegue de fuegos de artificio y el jueves tuvo lugar la procesión de la octava del Corpus. Los toros vespertinos se suspendieron por la lluvia y se trasladaron al día 12 de junio.

Como hemos visto, los distintos festejos recorrieron el viario y los lugares más destacados de la villa involucrando y haciendo partícipes con ello a toda la ciudadanía.

Recursos

Detalle de El Bosque en la Vista de Béjar. Ventura Lirios (1726)

Palacio ducal

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Iglesia del Salvador

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Convento de San Francisco

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Oíd, oíd

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