Visita a Jerusalén (1). El convento franciscano de San Salvador. Viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero (1588)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
Visita a Jerusalén (1). El convento franciscano de San Salvador. Viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero (1588)
Palabras clave
viaje , Francisco Guerrero. El viaje de Jerusalén , Itinerario del viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero , cartografiando Francisco Guerrero , Te deum laudamus (himno) , himno , misa , procesión , Francisco Guerrero (compositor, maestro de capilla) , Francisco Sánchez (músico) , Gian-Battista de Montegiano (franciscano, Custodio de Tierra Santa) , Orden de los franciscanos descalzos , frailes franciscanos
Una vez que se concedió el permiso de acceso a Jerusalén al grupo de peregrinos “latinos” con el que viajaban Francisco Guerrero y su discípulo Francisco Sánchez, los dos frailes italianos que fray Gian-Battista de Montegiano, Custodio de Tierra Santa, les había enviado los condujeron hasta el convento franciscano de San Salvador. Tras la expulsión en 1551 del convento del Monte Sión, en 1558-1559, los franciscanos habían comprado el monasterio de San Juan Evangelista a la comunidad georgiana ortodoxa, rededicando la iglesia a San Salvador y estableciendo allí la sede principal de la Custodia de Tierra Santa. Llegados a este lugar:
“Estaban nos aguardando todos los religiosos del convento en procesión y cantando Te Deum laudamus fuimos a la iglesia que está en lo alto de la casa y después de hacer oración, se llegó al altar mayor un fraile y en lengua italiana nos hizo una plática muy devota… después de acabada esta plática nos llevaron a una pieza, asimismo en procesión, donde nos lavaron los pies con mucha devoción cantando himnos y oraciones”.
Finalizado el lavatorio les dieron de cenar y los acompañaron a sus aposentos para que pudieran descansar.
A la mañana siguiente los peregrinos se confesaron, obteniendo la absolución plenaria a instancias del Custodio “porque tiene las veces del Papa”. Mostraron después sus cartas dimisorias, autorizándoles a decir misa. Según nos cuenta Guerrero, la iglesia de San Salvador tenía tres altares privilegiados, “esto es que se saca un ánima del purgatorio”. Para ello, el celebrante debía oficiar una misa de réquiem por un difunto concreto, al cual se concedía la indulgencia plenaria.
Véase también: https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1625/jerusalen.