Fiesta de las Santas Justa y Rufina en el convento de las Vírgenes (1623)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

La festividad de las Santa Justa y Rufina era de primera dignidad en la diócesis hispalense y se le concedió rezo propio en 1590. Se celebraba con especial solemnidad en el convento homónimo, conocido vulgarmente como de las Vírgenes, con la asistencia de alguna de las capillas musicales de la ciudad.

Palabras clave

fiesta de las Santas Justa y Rufina , misa , Salvate clarae (himno) , capilla musical de la catedral


El convento de las Santas Justa y Rufina, que el vulgo conocía como de las Vírgenes, fue fundado por Alonso Fajardo, canónigo, arcediano de Sevilla y obispo de Esquilache, en 1587, con un grupo de monjas, “las más parientes suyas”, procedentes del convento de la Concepción que se encontraba junto a la iglesia de San Juan de la Palma. Se estableció en una “casa principal” de la collación de San Nicolás, donde se dijo la primera misa rezada el 21 de agosto de ese año. Se puso el “Santísimo Sacramento” el 3 de julio de 1588.

Félix González de León nos proporciona la siguiente descripción de este convento cuando ya había sido exclaustrado:

“El convento de religiosas de las Vírgenes no era muy amplio, más sin embargo tenía todos los departamentos necesarios de utilidad y comodidad para su familia y un buen patio muy alegre, como todos los de Sevilla, con arcos y columnas, con dos pisos y está en el primer tercio de vida, pues es nuevo, y está sirviendo de casa de vecindad.

La iglesia era muy pequeña, de cañón corto dividido con rejas para los respectivo coros de las monjas. Su altar mayor era del medio tiempo de las artes, muy bien dorado, y en el nicho principal se veneraban las imágenes de Santa Justa y Rufina, esculturas de vestir muy pequeñas, y en los intercolumnios había otros santos de muy buen estilo, y un bajo relieve de la Encarnación que se conservaron del hermoso retablo antiguo que pereció cuando tantos otros en la persecución de las artes a fines del siglo XVII y principios del XVIII.

Cuatro retablitos más había en esta iglesia: el uno dedicado a la Santísima Trinidad y otros dos a los dos Santos Juanes Bautista y Evangelista, que eran de bastante mérito artístico”.

El 14 de julio de 1623, el cabildo de la catedral de Sevilla daba licencia a los cantores racioneros para que, sin hacer falta en el coro, acudieran al convento de las Vírgenes el día 17 de julio para cantar en la festividad de las Santas Justa y Rufina. Esta festividad era de primera dignidad en el arzobispado, el mayor rango de su calendario litúrgico. A instancias del arzobispo Rodrigo de Castro, el papa Pío V le concedió, como a otros santos hispalenses, rezo propio, cuyos textos se imprimieron en Sevilla, en 1590, según una referencia dada por Jonathan Brown. La edición más temprana de la que se ha conservado un ejemplar (Biblioteca del Monasterio del Escorial, sig. 112-II-56) es Officia propria sanctorum hispalensis ecclesiae (Salamanca: Guillermo Foquel, 1591). En 1607, se copiaba en el Libro de polifonía n.º 16 de la catedral [E-Sc 16] la versión polifónica que Alonso Lobo había compuesto del nuevo himno de esta festividad, Salvate clarae, cuyo texto había escrito el canónigo Francisco Pacheco.

Las salidas al exterior de la capilla de música de la catedral fueron siempre una fuente de conflicto que el cabildo intento una y otra vez regular para que los servicios litúrgicos que en ella se celebraban no se vieran mermados en su solemnización musical. Estas salidas son una importante vía de difusión del repertorio y prácticas musicales de la Iglesia matriz del arzobispado y una excelente ocasión para que los parroquianos de las distintas collaciones de la ciudad entraran en contacto con la música culta sacra que en ella se practicaba.

Recursos

Antiguo claustro del convento de las Vïrgenes

Officia propria sanctorum hispalensis ecclesiae (Madrid: Mateo Fernández, 1659), p. 148

"Kyrie". Missa Prudentes virgines. Liber primus missarum Alonso Lobo

"Kyrie". Missa Prudentes virgines. Alonso Lobo

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