La primera misión de carmelitas descalzos en los reinos del Congo y Angola (1584-1587)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

Tras dos intentos fallidos, la tercera misión de la Orden de los Carmelitas descalzos a los reinos de Congo y Angola, aunque accidentada, llegó a establecer un primer convento, dedicado a la Concepción de María, en São Salvador del Congo. A pesar de las posturas favorables de las autoridades locales, del obispo de la diócesis de São Tomé, del poder real y del papado, la oposición de los agentes portugueses contra los misioneros españoles y la cerrazón del Carmelo español que se oponía a la labor misional de la Orden hicieron que esta aventura misionera colonial fuera efímera.

Palabras clave

danza de negros , instrumentos musicales africanos , Cuaresma , fiesta de la llegada del Espíritu Santo (Pentecostes) , letanía , misa , música naval , olifante , procesión , tañido de campanilla , sermón , canciones , representación teatral , bailes populares , danza de mujeres , Orden de los carmelitas descalzos , Diego del Santísimo Sacramento (carmelita descalzo) , Diego de la Encarnación (carmelita descalzo) , Francisco de Jesús (carmelita descalzo) , Martinho de Ulhoa (abad cistercience, obispo) , Compañía de Jesús , Álvaro I del Congo (rey) , negros , músicos , tañedor de flauta dulce


En el primer Capítulo de los Carmelitas descalzos como provincia independiente de los calzados, celebrado en Alcalá de Henares, en marzo de 1581: “se determinó pasasen algunos padres a Congo y Angola, reinos de Ethiopía, a conversión de la gentilidad”.

Las dos primeras misiones emprendidas por esta orden religiosa con destino a los citados reinos africanos no llegaron a buen puerto; la primera por el naufragio de la embarcación en la que viajaban los cinco hermanos que la integraban (1582), y la segunda por el asalto y expolio de la nave a la altura de Cabo Verde (1583). El 10 de abril de 1584, partía de Lisboa una tercera expedición, en esta ocasión compuesta por los hermanos Diego del Santísimo Sacramento, Diego de la Encarnación y Francisco de Jesús, autoapodado “el Indigno”, el más conocido de los tres por su carisma y personalidad. Viajaba con ellos el obispo de São Tomé, Martín de Ulhoa, de la Orden militar de Cristo.

Para la redacción de este artículo he consultado cuatro fuentes históricas que nos permiten conocer los avatares de esta extraordinaria aventura:

- La Relación del viaje de Guinea escrita por fray Diego del Santísimo Sacramento. Biblioteca Nacional del España, mss. 2711, fols. 108r [89r]-130v [111v].

- La traducción portuguesa de una carta escrita por fray Diego de la Encarnación, fechada en Luanda el 27 de septiembre de 1584 en la Chronica de Carmelitas Descalços escrita por Belchior de Santa Ana (1657), pp. 113-118.

- La traducción portuguesa de una carta escrita por fray Diego del Santísimo Sacramento, desde la capital del reino del Congo, fechada el 2 de diciembre de 1584 en la Chronica de Carmelitas Descalços escrita por Belchior de Santa Ana (1657), pp. 120-122.

- La copia impresa de una carta escrita por fray Diego del Santísimo Sacramento desde la capital del reino del Congo, el 14 de diciembre de 1584. Biblioteca Nacional del España, mss. 2711, fols. 131r [112r]-132r [113r].

En el azaroso viaje, su primera escala fue la isla de la Gomera, donde pasaron “seis días”, ya que tuvieron que reparar la nave de un percance acaecido al llegar al puerto, partiendo de ella el 4 de mayo para dirigirse a las islas de Príncipe y de São Tomé. En la del Príncipe, desembarcaron el día de San Pedro y San Pablo (29 de junio) en Santo António. Salieron a recibirlos:

Unas negras bien vestidas con una danza de cántaros en la cabezas, llevávanlos llenos de agua tan seguramente y con tanto donaire que se podía muy bien ver. Tañían también el son de aquella tierra con sus instrumentos, acomodados al baile y a la gente. Los portugueses y los clérigos que había en la isla recibieron al señor obispo con mucha cortesía y con cruz levantada fuimos a la iglesia que era buena y grande, aunque de tablas. Tenía retablo, sagrario y santísimo sacramento y pila y lo demás”.

Estuvieron en esta isla “ocho o diez días”, instando los residentes al obispo para que solicitara que se fundase allí un convento de carmelitas descalzas.

Las fuentes confirman que de la isla de Príncipe fueron hasta el cabo de Lopo Gonçalves (Gabon), antes de dirigirse a la isla de São Tomé. La población costera, “que no están convertidos”, fue a intercambiar con ellos diversos objetos:

Estando estos presentes, se hizo la hora de decir la letanía, y yo me holgué para que lo viesen aquellas almas. Tañiase una campanica para esto y juntos todos de rodillas se sacaba un retablo de Cristo con la caña en la mano, coronado de espinas y bañado en sangre, figura muy buena. Este retablo y cuadro tenía un religioso, y dos clérigos decían las letanías y todos respondíamos y el señor obispo o un canónigo [de los que iban en el viaje] decían las oraciones, pasmáronse los negros de ver esto...”

Prosiguieron viaje dirigiéndose a la isla de São Tomé, residencia del obispo, a la que llegaron el 21 de julio, víspera de la festividad de Santa María Magdalena, donde la recepción fue mucho más ceremoniosa (véase: https://www.historicalsoundscapes.com/evento/995/sao-tome). Al igual que en las otras escalas, los padres carmelitas aprovecharon para decir misa, predicar y “cantar” la doctrina, tañendo una campanilla por las calles, en este último emplazamiento acompañados de “la justicia y regimiento y muchos de los canónigos de la iglesia”, con gran concurrencia de gente. En São Tomé: “nos dieron casa hecha para convento, que se dice S. Antonio, en el mejor puesto de la ciudad”, desaconsejando el obispo que se quedaran por la insalubridad de la isla y el mandato del rey Felipe II de que evangelizaran en el reino del Congo. Con la citada carta que enviaron desde el convento de la Concepción de São Salvador, remitieron la escritura de esa casa.

Antes de partir, Martín de Ulhoa les dio cartas para el rey del Congo, cuyos dominios pertenecían a su diócesis “y un paje de su casa que sabía la lengua de aquel reino para que nos sirviese de intérprete”. Continuaron viaje el 2 de agosto, en la nao Sota, capitana de la armada de Angola. Durante este trayecto, uno de los “cien soldados portugueses” que viajaban con ellos tomo el hábito carmelita: “e hicimos grande fiesta por ser día de San Alberto”. Se refiere a San Alberto degli Abbati, presbítero de la Orden de los Carmelitas, que se celebraba, como señala la carta, el 7 de agosto. Dijimos misa seca [sic] cantada, porque había algunos que eran buenos músicos y gustaban desto”. En la misma misiva, se da cuenta también de otra de las costumbres que tenía fray Francisco, sobre la que se incidirá más tarde, y que no era otra que la de cantar coplas que él mismo componía: “Iba cantando el hermano F. Francisco algunas coplas devotas con que los soldados iban muy contentos”.

No pudieron desembarcar en el puerto de “Pinda” (Mpinda –Soyo–), por las corrientes del río Congo, por lo que tuvieron que continuar viaje hasta São Paulo [de Luanda], donde llegaron el 14 de septiembre. Aquí había una iglesia y un colegio de la Compañía de Jesús, al que se dirigían dos de sus compañeros de viaje. Los jesuitas del colegio: “los salieron a recibir en un barco, y unos negritos iban tocando unas flautas que hacían música y admirados de oírnos cantar a tantos preguntaron quién éramos y los [jesuitas] portugueses les respondieron”. Predicaron en la iglesia secular, y en la calle, ya que no los autorizaron a hacerlo en la iglesia de la Compañía. Aquí estuvieron “como veinte días” (en la carta del 2 de diciembre se precisan “veintitrés días”).

ase: https://www.historicalsoundscapes.com/evento/985/luanda.

Enviaron un correo al rey Álvaro I del Congo con las cartas que les había dado el obispo de São Tomé y viendo que la respuesta se dilataba decidieron emprender viaje a São Salvador do Congo (actualmente Mbanza Kongo). Un viaje de cerca de 500 kilómetros por un territorio “nunca de nosotros visto”. Se desplazaban en los llamados “caballos de Congo”: “unos caballos de palo, y a cada fraile llevarían dos negros el uno delante y el otro atrás y el fraile sentado en medio, en un asiento de cuero de vaca”. En su equipaje porteaban “un arca donde venía una imagen de Nuestra Señora y otros aderezos para decir misa”. En esta peligrosa aventura, las anécdotas y los encuentros con la población local, con tratantes de esclavos y otros peculiares personajes se multiplican. Salió a su encuentro una comitiva en la que iba “un hombre prieto [negro] de la tierra llamado don Juan, clérigo de evangelio, pariente de los reyes del Congo”, en la carta dice “sobrino”, el cual hablaba portugués, idioma que había aprendido en Portugal, y don Álvaroque traía respuesta de las cartas que habíamos enviado al rey del Congo”. La carta del rey, escrita en portugués por su secretario Sebastião Álvarez, estaba fechada el 4 de octubre (en la fuente portuguesa indica el 28 de septiembre). La tardanza en la respuesta fue porque le habían escrito “en castellano” y estuvieron buscando quién podía ayudarles a traducir la carta para contestarles. El rey les enviaba este séquito para que los escoltara hasta la capital del reino, São Salvador do Congo. Llegaron a una villa que en la Relación es “Çũdi” y en las dos cartas de diciembre de 1584 es “Bumbe” (“a cuatro días” de Bamba). Por la ruta que llevaban, no puede ser Nsundi, confusión que Fray Diego pudo tener por su avanzada edad y la distancia temporal con los acontecimientos cuando escribe la Relación. Este encuentro debió ser en “Bumbe”, lugar en el que había una iglesia, con su altar e imágenes. Allí les cogió la festividad de San Francisco (4 de octubre): “y dijimos misa cantada porque don Juan tenía impuestos [= instruidos] a sus criados y sabían cantar canto de órgano. Hubo sermón y declarolo al pueblo don Juan en su lengua”.

Llegaron a Bamba, en la carta “Baba” (véase recurso: Bam, en el mapa c. 1597), donde salió a recibirlos Sebastián Manibamba (significaba señor de Bamba) que era primo del rey Álvaro I y gobernador de la provincia de Bamba, la mayor y más rica del reino del Congo:

Venía muy acompañado y vestido con una ropa de mujer de mucha grana y unos zapatos de terciopelo. Traía mucha música de trompetas hechas de colmillos de elefantes, con muchos cencerros que hacían son como lo que llaman acá pandorga, atabales y guitarras muy diferentes de las de acá… yo me hinqué de rodillas y los demás religiosos a una cruz que tenían puesta en la plaza, delante de la iglesia… Fuimos a la iglesia y tenía tres altares y un retablo pintado y todo estaba limpio y para el día siguiente lo adornaron más. Dijimos misa y hubo mucha fiesta”.

Se detuvieron allí seis días (en las cartas “ocho”) antes de proseguir viaje, el cual continuaron hasta São Salvador do Congo. En una ermita fuera de la ciudad, aguardaron mientras se ultimaban los últimos preparativos para su entrada, donde fueron a visitarlos los portugueses y religiosos de la Orden de Cristo residentes en ella:

“Ordenaron que entrásemos en procesión y que querían llevar a Nuestra Señora en una andas que trujeron. Llevábamos unas reliquias de las once mil Vírgenes y un hueso de uno de los diez mil Mártires y no llevando en que poderlas entrar con solemnidad, su Real Señoría (que así llamaban al rey) nos envió un cofre donde las pusimos y habiendo él señalado cuatro caballeros que llevasen a Nuestra Señora, entramos (estando el Rey mirando ) por una cierta parte secreta de su casa. Era enfermo de los pies y por eso no salió y así lo envió él a decir. Lleváronnos a la ermita de la Concepción que era donde habíamos de morar. Entramos día de San Simón y Judas apóstoles [28 de octubre]”.

La carta del 14 de diciembre precisa que se quedaron a las afuera de la ciudad, en casa “de un hidalgo” (en la carta del día 2 de diciembre dice que era una “igreja”) y que la población autóctona era la primera vez que veía una imagen de talla de la Virgen. La procesión se dirigió hasta “la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, que el rey nos tenía aparejada, con unas casas pegadas a la iglesia donde ahora estamos confiados en Nuestro Señor que se hará mucho fruto”. Indica que estaba situada en uno de los mejores sitios de la ciudad.

Siete meses habían tardado en llegar a la capital del reino del Congo desde su salida del puerto de Lisboa y dado el esfuerzo realizado cayeron todos enfermos: “estaba allí un cirujano y otro hospitalero español y el uno y el otro nos curaron lo mejor que supieron con hierbas y remedios de la tierra”.

Fray Diego fue recibido por el rey Álvaro I que quería conversar con él: “tenía mucha gente a la entrada de su casa y mucha de la música de Guinea. Holgué mucho de ver que tenía una capillita concertada con titulo de San José. Tenía rico cáliz y muy buen ornamento que los reyes de Portugal habían enviado cuando se descubrió aquella tierra”. En la carta, se precisa que en el encuentro con el rey este les comento, con un cierto sarcasmo: “que los religiosos de Europa que hasta agora habían venido a Congo, toda la sanctidad se les quedaba de la otra parte de la línea equinoccial”. Fray Diego apuntaba también a este hecho y a las actitudes disolutas de esos religiosos.

En el primer año se dedicaron a evangelizar, residiendo en el convento que se les había dado. Fray Diego señala: “Quiso el rey oírnos decir misa cantada que se holgaba de oír nuestro canto”. Fray Diego se quedó en el convento “con un hermano lego que me ayudaba a misa”, mientras que, “antes de entrar la cuaresma” (comenzó el 6 de marzo de 1585), los otros dos religiosos hicieron incursiones en otras zonas de la región, llegando a Batta (Mbata) y a Sunde (Nsundi), entre otros lugares (véase recurso). Todo apunta a que “el grande río” que intentaron atravesar para llegar “al reino de Maquoquo [= Macoco], donde nunca han entrado cristianos [y] comen carne humana”, era el río Congo, ya que ese territorio era conocido también como reino de Anzico. En un mapa, atribuido a Filippo Pigafetta, al norte del río Congo vemos: “Anzicanam cuius populi anthropophagi” (véase recurso). Todavía se encontraban allí cuando celebraron la festividad del Espíritu Santo (ese año cayó el 9 de junio), invocando que les concediera “el don de las lenguas” . Fue un periodo muy complicado, con múltiples contratiempos y escasa comunicación con la Orden en España, lo cual les hizo pensar seriamente en regresar: “habíamos escrito a la Orden y no nos respondían y cuando respondían no enviaban cosa de las que enviamos a pedir que eran muy necesarias para conservarnos… con estas razones [no poder guardar su regla y las dificultades evangelizadoras] y otras nos resolvimos a volvernos”. En la Carta del 14 de diciembre, por ejemplo, solicitaban libros para enseñar “Gramática a los hijos de sus hidalgos”, como había sido deseo del rey Felipe II, “hierros y harina para hacer hostias, vino para las misas y las semillas… para sembrar”. También hacen alusión a las múltiples demandas de religiosos para la evangelización por parte de “reyes” de distintos lugares, entre ellos el de Loango, instando al provincial de la Orden y a sus hermanos en España a que se movilizaran para enviarlos. Critican la conducta de la “gente blanca”, su intolerable comportamiento con los esclavos y el ejemplo que dan. Decidieron concederse cuatro meses de reflexión antes de tomar la decisión de volver a España, a la que se oponían tanto el rey del Congo como el obispo de São Tomé que se encontraba en ese momento de visita en esta región de su diócesis.

Fray Diego del Santísimo Sacramento, en solitario, fue el primero de los tres que abandonó São Salvador do Congo para dirigirse al puerto de Mpinda, embarcándose allí para São Tomé, en un viaje inusitadamente rápido que duró solo cuatro días. A su llegada, la situación era complicada, por un conflicto entre los canónigos que debían ejercer como provisores del obispo, en la cual medio para su resolución. En la isla, se le unieron, más tarde, los hermanos Diego de la Encarnación y Francisco de Jesús. Les concedieron la iglesia de la Misericordia y un aposento en el hospital junto a la iglesia: “y allí vivíamos… como en nuestros conventos”. El padre fray Francisco de Jesús había sido ordenado por el obispo en São Salvador, pero no cantó la misa nueva hasta el 2 de febrero de 1586 en São Tomé. En este punto del relato, fray Diego hace alusión a uno de los atributos de fray Francisco, su costumbre de componer y cantar coplas al Santísimo Sacramento a la que ya he hecho referencia:

“Toda su vida ha horrado el padre Francisco el Santísimo Sacramento del altar, frecuentándolo con devoción y siendo causa que otros los frecuentasen, haciendo extremos de alegría en sus festividades, componiendo y cantando coplas y haciendo representar a los niños que tenía a su cargo comedias en alabanza al Santísimo Sacramento… el día del Santísimo Sacramento se vestía de oro y seda y como otro David bailaba y aún ahora le duran estos mismos fervores. No solo los tiene en el día del Santísimo Sacramento sino cada semana, como todos saben”.

En la isla de São Tomé pasaron la cuaresma (empezó el 19 de febrero) y la Semana Santa de 1586: “Todos predicábamos tres días cada semana y los domingos dos pláticas, cada uno con la doctrina. Confesábamos y acudíamos a los enfermos del hospital”.

Finalmente, en junio de 1586, partieron de São Tomé con dirección a Lisboa, en un viaje en el que estuvieron a punto de naufragar. Pasaron por el extremo este del mar de los Sargazos y llegaron, en condiciones lamentables, a la isla Terceira (Azores), más concretamente al puerto de Angra do Heroismo. Al día siguiente de su llegada, visitaron al obispo, Manuel de Gouveia, y fueron al convento de São Francisco a decir misa. Pasaron unos días en esa ciudad hasta embarcarse con destino Lisboa, donde debieron llegar a principios de 1587, ya que fray Diego del Santísimo Sacramento nos dice en su Relación: “Partimos de la isla de Santo Tomé para la ciudad de Lisboa por Junio, después de haber estado allá más de dos años, y en ida y vuelta se gasto los demás que vinieron a ser tres”.

En Lisboa se alojaron en el convento de São Filipe que la Orden tenía en la ciudad, fundado por fray Ambrósio Mariano extramuros, en Pampulha. Fray Diego del Santísimo Sacramento se quedó en Lisboa, ya que había llegado con una salud muy precaria, los otros dos hermanos viajaron a Madrid para encontrarse con el provincial de la Orden, fray Nicolás de Jesús María, en el recién fundado convento de San Hermenegildo.

Aquí terminaba el periplo de esta efímera misión carmelita española en los reinos de Angola y Congo. A pesar de los intentos llevados a cabo por fray Diego de la Encarnación de promover la vuelta de la Orden a esos reinos, nunca llegó a producirse. En paralelo, hubo serios intentos de establecer la rama femenina en esas tierras que tampoco llegó a hacerse realidad. Todo ello a pesar de la voluntad expresa del papa que no logró romper la oposición de los agentes portugueses contra los misioneros españoles y la cerrazón del Carmelo español que se oponía a la labor misional de la Orden.

Este artículo se ha georreferenciado en las localidades de Santo António y São Tomé, de São Tomé y Príncipe, y en las de Luanda y São Salvador do Congo (actualmente M’Banza Congo) de Angola, principales lugares en los que los carmelitas desplegaron su labor evangelizadora durante esta misión. En los mapas históricos podrán encontrar otras localizaciones citadas en el artículo y en el itinerario la ruta aproximada seguida a lo largo de estos casi tres años.

Fuente:

Biblioteca Nacional del España, mss. 2711. Santísimo Sacramento, Diego del, Relación del viaje de Guinea, fols. 108 [89]-130v [111v]; Copia impresa de una carta escrita por fray Diego del Santísimo Sacramento desde la capital del reino del Congo, el 14 de diciembre de 1584, fols. 131r [112r]-132r [113r].

Santa Ana, Belchior de, Chronica de Carmelitas Descalços do Reyno de Portugal e provincia de Sam Felippe, vol. I. Lisboa: Henrique Valente de Oliveira, 1657, 113-122.

Bibliografía:

Niño Jesús, Florencio del, La misión del Congo y los carmelitas y la Propaganda Fide. Pamplona: Ramón Bengaray, 1929.

Zuazua, Damaso, “El Carmelo en África. La misión del Congo, primicia de nuestro espíritu misional”, Revista de Monte Carmelo 110 (2002), 101-140.

Pinho Falcão, Nuno de, “«...Ovelhas Entre Asperas Brenhas da Infidelidade...». Fr. Diogo do Sacramento e os Carmelitas Descalços no Congo”, Revista Pluri 3,1 (2020), 53-62.

Creado: 06 Oct 2023
Modificado: 16 Nov 2024
Referenciar: Ruiz Jiménez, Juan. "La primera misión de carmelitas descalzos en los reinos del Congo y Angola (1584-1587)", Paisajes sonoros históricos, 2023. e-ISSN: 2603-686X. https://www.historicalsoundscapes.com/evento/1590/sao-tome.
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Recursos

't eylant St. Thome. Johannes Vingboons (1665)

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Insula S. Thomae. Frans Post (1645)

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Carta de fray Diego del Santísimo Sacramento (14/12/1584)