Visita a Jerusalén (4). Tercera jornada del recorrido de las estaciones (Valle de Josafat). Viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero (1588)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Resumen

Visita a Jerusalén (4). Tercera jornada del recorrido de las estaciones (Valle de Josafat). Viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero (1588).

Palabras clave

viaje , fiesta de Nuestra Señora de la Asunción , misa , sonido del agua , Francisco Guerrero. El viaje de Jerusalén , Itinerario del viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero , cartografiando Francisco Guerrero , Francisco Guerrero (compositor, maestro de capilla) , Francisco Sánchez (músico) , Orden de los franciscanos descalzos , agua


Francisco Guerrero no deja clara la cronología de su estancia en Jerusalén, ya que, en ocasiones, la narración se presenta fluida y sin división en jornadas. En su relato, el recorrido de la Vía Dolorosa (iniciado el día 24 de septiembre), el valle de Josafat y la subida al monte Olivete (de los Olivos) se cuenta sin solución de continuidad, pero parece poco probable que fuera transitado en una sola jornada. Aunque el itinerario tiene una lógica en su continuidad, el número de los lugares visitados y de las distancias recorridas a pie, así como el calendario de estancia en la ciudad parecen confirmarlo; no podemos tampoco olvidar que el compositor tenía 60 años. Refuerza esta hipótesis el hecho de que así lo hiciera el olotí Miquel Matas en 1602, el cual se repartió las estaciones de la Vía Dolorosa y el valle de Josafat a lo largo de los días 21 y 22 de agosto. En cualquier caso, para este proyecto, he decidido repartirlo en tres artículos diferentes, ya que esta división parece ajustarse más a ese calendario y a la propia división en capítulos del libro. Después irán a visitar Belén (donde pernoctaron). Guerrero no vuelve a proporcionar una referencia temporal precisa hasta el “jueves” (día 29 de septiembre), cuando por la tarde entraron en la iglesia del Santo Sepulcro.

En su libro, el compositor dedica íntegramente el capítulo cuarto al valle de Josafat, de cuya visita me ocuparé en este artículo. Tras haber salido extramuros de Jerusalén por la puerta de San Esteban o de los Leones y descendido unos ciento diez pasos: “llegamos al valle de Josaphat, que es bien angosto. Este valle está entre el monte Olivete y el monte Sión o Hierusalén, que todo es una cosa, porque la ciudad está edificada en dicho monte Sión”. Guerrero nos cuenta que este valle actuaba de foso de la ciudad, porque cuando llovía llevaba mucha agua; en él había olivos, higueras y hortalizas.

Cruzando un puente, llegaron a la iglesia del Sepulcro de la Virgen María o Tumba de María: “de cantería, muy bien labrada”. Veamos cómo describe Guerrero el estado en el que se encontraba este particular recinto sacro cuando él lo visitó:

Entrando por ella, bajamos por una muy ancha escalera que terná casi cuarenta escalones. A la mano derecha de la escalera, están dos sepulcros en una capilla, uno es de San Joaquín y el otro de Sancta Ana, padres de nuestra Señora. En la otra parte, en otra capilla enfrente desta, está la sepultura de San José, esposo de la virgen nuestra Señora. Llegando a lo bajo desta iglesia, vemos una grande nave y la dicha escalera con una capilla que está frontero hace como un crucero la iglesia. En la capilla mayor, en medio de ella, sin tocar a ninguna de las paredes, como una isleta, está una capilla tan pequeña que no caben más de tres hombres, aquí está el dichoso sepulcro de Nuestra Señora”.

El mapa del franciscano Agostino de Angelis (1578), contemporáneo de la visita del compositor a la ciudad, una vez más, nos ayuda en la localización y georreferenciación de los lugares que este nos indica en su relato y, en este caso, nos proporciona una imagen que puede ayudarnos a entender mejor la descripción hecha por Guerrero (n.º 39, ver recurso).

En la losa que cubría el sepulcro de la Virgen, “dijimos misa”. En este punto, se evidencia, una vez más, la vertiente háptica sensorial del relato a través de la conexión táctil con los objetos sagrados. Tenían llave de esta iglesia los franciscanos “y las demás naciones cristianas, para entrar cuando quieren celebrar”. Durante la visita cerraron la puerta por dentro: “porque los turcos y los moros no entren a perturbarnos”. Guerrero apunta a la escasa iluminación de esta iglesia, por lo que para transitar por ella era necesario valerse de las velas que llevaban. La mayor parte del edificio estaba subterráneo y en él se celebraba con especial solemnidad la festividad de la Asunción de la Virgen. Contaba con una cisterna “de muy buena agua”.

La iglesia del Sepulcro de la Virgen María es actualmente una iglesia greco-ortodoxa y apostólica armenia.

Una vez que salieron de la iglesia: entraron “en una cueva grande y redonda y de alto como una lanza [n.º 39, ver recurso]… esta cueva es en la villa y huerto de Getsemaní [nº 37, ver recurso], adonde Cristo oró a su padre eterno” .

De nuevo, Guerrero expresa la profunda emoción que este lugar le provoca: “Considerar en este sacro lugar que allí derramó sudor sanguíneo, mueve los corazones por duros que sean a devoción y contrición”. En origen, esta cueva era una almazara. Está en manos de los franciscanos desde 1361.

En el entorno próximo, los peregrinos visitaron:

El lugar donde los tres discípulos San Pedro y San Juan y Santiago estaban durmiendo y Cristo los despertó y reprendió por no estar velando y orando [n.º 87, ver recurso]. Un tiro de piedra más adelante está el lugar donde quedaron los ocho discípulos [en la villa de Getsemaní, n.º 37, ver recurso], otros cuarenta pasos más adelante está el lugar donde Cristo fue entregado de Judas y preso [n.º 38, ver recurso]… en todos estos santuarios hay grandes indulgencias”.

El Huerto de Getsemaní fue adquirido por la Custodia de Tierra Santa en el siglo XVII. En una parte crecían los antiguos olivos, en la otra se encontraban las ruinas de una iglesia de los cruzados. Una columna, colocada sobre los restos del abside de esa iglesia, era venerada por los peregrinos como el lugar del “Beso de Judas”; cerca de ella había un área rocosa conocida como “Rocce degli Apostoli”, que es a la que hace alusión Guerrero, en la que la tradición ubicaba el lugar en el que dormían los apóstoles mientras Jesús oraba. En este lugar, en el primer cuarto del siglo XX, los franciscanos construyeron la Basílica de Getsemaní, conocida también como de la Agonía o iglesia de las Naciones.

Guerrero cita también el puente del arroyo Cedrón: “pasada esta puente se comienza a subir una grande cuesta junto al muro de la ciudad, por donde llevaron atado a Cristo nuestro redemptor a casa de Anás” [n.º 35, ver recurso].

Continúa su relato citando “muchas cosas ansí antiguas como de devoción” que había en el Valle de Josafat:

- Un hermoso edificio, cavado en la peña, a modo de una capilla redonda, todo de una pieza, ecepto el chapitel”, que era el sepulcro de Absalón, hijo de David [n.º 36, ver recurso].

- Aceldemach (= Aceldama). Era un cementerio para extranjeros y peregrinos que se inició en el terreno que los sacerdotes compraron con las treinta monedas que Judas recibió por vender a Jesús:

Es un edificio de cuatro paredes fuertes y encima un terrado que será de cuarenta pasos de largo y de ancho como treinta, poco más o menos. En él están cuatro o cinco bocas por donde echan los difuntos que aquí se entierran colgándolos de una soga caen abajo” (n.º 45, ver recurso).

Se conservan tumbas del periodo del Segundo Templo de Jerusalén y ruinas de la estructura construida por los cruzados. En 1892, la iglesia ortodoxa griega construyó en este lugar el monasterio de San Onofre.

- El lugar en el que se ahorcó Judas y junto a él un cementerio judío: “que parece que lo tomaron por patrón para acompañarle en el infierno” (n.º 67, ver recurso).

- A “cien pasos”, la cueva en que los apóstoles estuvieron escondidos hasta la resurrección. (n.º 46, ver recurso).

- “Casa que dicen del mal consejo, donde se determinó que Cristo muriese, diciendo Caifás que convenía que un hombre muriese por el pueblo y no que pereciese la gente”. (n.º 47, ver recurso).

Se encontraba en las colinas de Armón Ha-Natziv, en la conocida como la Colina del Mal Consejo.

Por la otra ribera del valle, cercano al muro, Guerrero cita tres fuentes:

- La que llamaban “de Nuestra Señora”: “es muy buen agua y la bebimos con devoción, por haber bebido nuestra Señora de allí” (n.º 86, ver recurso). Es la fuente de Gihón a la que las tres religiones monoteístas le asignan propiedades curativa.

- La denominada de Siloé, donde se lavó el ciego al que Jesús había enviado allí para completar su curación (n.º 34, ver recurso): “es muy buena el agua y del remaniente desta fuente se riegan algunas huertecillas”. Los escalones de esta fuente fueron descubiertos durante unas excavaciones llevabas a cabo en 2004.

- La tercera se encontraba a la salida de la ciudad y la tradición atribuía su construcción al rey Salomón: “la fuente cae sobre la casa que fue de su madre Bersabé [= Betsabé], bebimos della a la ida y venida de Bethleem. No vide otras fuentes en Hierusalén, dentro ni fuera porque toda el agua que bebe la ciudad y la de los campos es de cisternas de la llovediza y es muy buena agua, aunque a muchos hace daño su frescura”.

El agua, a través de sus fuentes o de las corrientes fluviales, es un elemento recurrente en el relato de Guerrero, especialmente en las zonas áridas, donde es un bien preciado y escaso, vinculándose muchas veces a su poder refrescante o saciador de la sed y por lo tanto, igualmente, a su componente sensorial.

Recursos

Iglesia del Sepulcro de la Virgen María (greco-ortodoxa / armenia)

Tumba de Abasalón

Fuente de Nuestra Señora (fuente de Gihón)

El viaje de Jesusalén. Francisco Guerrero (Sevilla, 1592), fols. 33v-40r

El viaje de Jerusalén. Francisco Guerrero. Jerusalén (4): Valle de Josafat