Visita a Jerusalén (6). Desplazamiento a Belén durante dos jornadas. Viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero (1588)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
Visit to Jerusalem (6). Two-day journey to Bethlehem. Journey to Jerusalem by Francisco Guerrero (1588).
Palabras clave
viaje , Francisco Guerrero. El viaje de Jerusalén , Itinerario del viaje a Jerusalén de Francisco Guerrero , misa , procesión , antífona , cartografiando Francisco Guerrero , Francisco Guerrero (compositor, maestro de capilla) , Francisco Sánchez (músico) , Orden de los franciscanos descalzos
Francisco Guerrero y Francisco Sánchez, en compañía de los padres franciscanos y algunos otros peregrinos, se desplazaron de Jerusalén a Belén, que distaba “dos leguas” (unos ocho kilómetros), el día 22 de septiembre, pernoctando allí esa noche, para regresar al día siguiente a su residencia en el convento de San Salvador en la Ciudad Santa. Salieron por la puerta de Jafa a la salida del sol y pasaron por la fuente de Betsabé para, tras una “cuestecilla”, tomar el camino que los conducía a Belén, el cual Guerrero describe como “muy apacible… todo es heredades de viñas y olivares y frutas y muchas torrecillas y casas que hacen una hermosa vista, y muchas de ellas fueron casas de profetas y algunas han sido iglesias”. Relata la anécdota de atravesar un campo lleno de pequeñas piedras que parecían garbanzos, de las cuales recolectó algunas de recuerdo, en la que difiere en un importante detalle de los hechos que la tradición de los evangelios apócrifos nos proporciona. Guerrero dice que la Virgen había pedido a un hombre que estaba sembrando garbanzos que le diese algunos y que este le respondió que no eran garbanzos sino piedras y que en ellas se convirtieron las legumbres sembradas. En el evangelio apócrifo Libro sobre la infancia del Salvador (Bibliothèque nationale de France, ms. Lat. 11867), el escenario es una finca cercana a la tumba de Raquel, entre Jerusalén y Belén, y es Jesús el que interroga al labrador con el resultado citado. A lo largo del camino vieron un “árbol grande que me pareció lentisco y le nombran terebinto” (pudo ser Pistacia terebinthus o Pistacia lentiscus), la citada sepultura de Raquel que era una mezquita (mezquita de Bilal bin Rabah), una “cisterna de mucha y buena agua”, donde los Reyes Magos vieron la estrella que los condujo al portal de Belén y una iglesia ortodoxa griega que era la casa donde estuvo el profeta Elías (actual monasterio de San Elías). Desde esta última localización, se vislumbraba “la muy dichosa y deseada ciudad e iglesia de Bethlen”, y en ella se repite uno de los momentos más emotivos del viaje, similar al que habían experimentado al contemplar la ciudad de Jerusalén: “Cuando la vimos, todos los peregrinos y frailes que con nosotros iban, de rodillas en tierra cantando himnos y oraciones, dimos muchas gracias a Dios. Fuimos cantando hasta llegar a la ciudad y puerta de la iglesia”.
Belén contaba, según el compositor, con poco más de sesenta vecinos. Se dirigieron directamente al complejo que formaban la iglesia de la Natividad, la de Santa Catalina y el anexo convento de franciscanos donde residían nueve o diez frailes que salieron a recibirlos. Dijeron misa en la de Santa Catalina y descendieron en procesión al complejo de cuevas donde estaba el altar de los Inocentes, los sepulcros de san Eusebio, Santa Paula y su hija Santa Eustoquia y San Jerónimo, así como al lugar donde la tradición decía que este último había traducido la Biblia del hebreo y del griego al latín: “A todo se va en procesión todos los días, cantando antífonas y versos sobre cada estación destas y se ganan muchas indulgencias”. Por un estrecho pasaje continuaron a la capilla del Nacimiento, la cual describe con detalle y en la que oficiaron “misa del nascimiento” (Puer qui natus est nobis) los dos días que estuvieron en Belén. Este emblemático lugar desencadena en Guerrero un profundo sentimiento que nos transmite en su relato:
“Yo, como músico, tuve mil ansias y deseos de tener allí todos los mejores músicos del mundo, así de voces como de instrumentos, para decir y cantar mil canciones y chanzonetas al niño Jesús y a su Madre sanctísima y al bendito Joseph, en compañía de los ángeles y Reyes [Magos] y pastores que en aquel diversorio se hallaron que aunque era al parecer tan pobre excedía a todas las riquezas que se pueden imaginar”.
De esta capilla del Nacimiento subieron por otras escaleras a la iglesia de la Natividad que impresiona también al compositor, pero en la que solo se decía misa esporádicamente, debido a sus precarias condiciones higiénicas que achaca a los “turcos”, los cuales “hacen lo más del día morada en ella y como son tan sucios tienen esta iglesia poco limpia”. En la capilla mayor se encontraba el altar en el que la tradición situaba la circuncisión de Jesús. Subieron a las cubiertas de la iglesia desde donde contemplaron el lugar el que estaban los pastores cuando el ángel les comunicó el nacimiento de Jesús “y adonde la multitud de ángeles cantaron Gloria in excelsis Deo” (Campo de los Pastores en la localidad de Beit Sahour) y los cultivos (“viñas de bálsamo”) de En Gadi (oasis en la costa oeste del Mar Muerto) que se mencionan en el Cantar de los Cantares (1:14) y donde al parecer se destilaban productos aromáticos de los abetos que allí crecían.
En los alrededores del recinto sacro citado, visitaron la cueva en la que se decía se había escondido la Sagrada Familia cuando el ángel les dijo que huyeran a Egipto y donde la Virgen había derramado unas gotas de leche al amamantar al Niño (Gruta de la Leche), lo cual hizo que se generara la devoción hacia la tierra de este lugar que Guerrero cuenta se llevaban para mezclar con agua o vino y cuya ingesta favorecía la lactancia materna.
Esa noche, durmieron en una nave del convento franciscano que servía de aposento para alojar hasta doscientos peregrinos, a los que proporcionaban cama y comida a cambio de una limosna voluntaria. El recinto conventual disponía de dos huertas para el cultivo de árboles frutales, hortalizas y flores “para holgar y pasear y muy hermosas vistas que en todas ellas hubo cosas notables antiguas”. Al día siguiente regresaron a Jerusalén por el mismo camino por el que habían llegado hasta Belén.