Los autos generales de fe son uno de los actos sociales más destacados
de la Edad Moderna que al igual que otras manifestaciones “festivas”
alcanza su cénit en el Barroco. Se compone de diversos elementos
revestidos de un complejo ceremonial, con numerosos elementos
escenográficos y sensoriales comunes a otros eventos urbanos
patrocinados por los poderes cívico-religiosos. Con ellos se pretende,
además de castigar a los reos, impactar, ejemplarizar y proporcionar a
la ciudadanía, que acude en masa como espectador, sin distinción de
clase social, un morboso entretenimiento. Se ha marcado en color naranja el itinerario desde la iglesia de Santa Ana hasta la sede del tribunal de la inquisición, el castillo de San Jorge; en color verde el que se seguía con los penitenciados desde el castillo hasta la plaza de San Francisco, lugar donde se celebraba el auto de fe y en color violeta el recorrido (parte de él hipotético, en trazo discontinuo) desde la citada plaza hasta el cadalso donde se quemaba a los condenados a esta pena.